Capítulo 45. Claro que no, amor.

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Al día siguiente me desperté un poco baja de ánimos, pero intenté activarme dándome una ducha fría. 

Gavi tenía una sesión de fotos con Pedri por la mañana y me dijo que vendrían ambos a comer, así que cuando se acercó la hora me puse a cocinar, cosa que me relajaba mucho. 

No tardaron mucho en aparecer y ambos se sentaron en la cocina para hacerme compañía mientras terminaba. 

-Oye Dani, ¿Tú también vendrás a la fiesta esta noche, verdad? -se interesó Pedri. 

-Su hermana me ha obligado -contesté señalando con la cabeza a Gavi. 

Él sonrió un poco y asintió. 

-Bueno, sino te habría obligado yo, así que -se encogió de hombros el canario. 

Yo sonreí y negué con la cabeza. 

-¿Hoy ya vuelves a jugar, verdad? -pregunté refiriéndome a su lesión. 

-Sí, a ver cómo va -suspiró. 

-Seguro que genial, ya hacía falta que volvieras -aseguré. 

Él sonrió asintiendo, a lo que Gavi me miró con cara rara. 

-¿Te sentarás con Sira? -se interesó Pedri. 

-Sí, ya he quedado con ella -contesté. 

-Se te va a quemar la comida -intervino Gavi. 

Yo me di la vuelta para mirarla, pero estaba perfecta, a lo que entrecerré un poco los ojos mirándolo. 

-A ver si la convenzo para ir también a la fiesta, que no quiero ir sola -dije después mirando al canario. 

-Bueno, estarás con nosotros -se encogió de hombros. 

-Lo malo que no podré coger el coche -dije después. 

-Puedes quedarte a dormir si quieres, no hay problema -ofreció tranquilo. 

-¿Comemos ya? -volvió a hablar Gavi. 

-Gracias, pero supongo que volveremos a casa -sonreí hacia el canario. 

-Como quieras, pero hay hueco de sobra -me correspondió. 

Me giré de nuevo hacia la comida, no sin pasar antes la vista por Gavi, quien miraba serio a su amigo, cosa que me hizo gracia. 

Preparé las fajitas y le tendí a Pedri los platos para que los fuera llevando a la mesa. 

-Deja de tontear con él delante de mí -murmuró Gavi acercándose. 

Yo fruncí el ceño.

-No estaba tonteando -dije mirándolo. 

-Y no vas a quedarte en su casa a dormir -aseguró después. 

Sonreí alzando las cejas. 

-¿Quién me lo impide? -pregunté para picarlo. 

-Tu novio -contestó seguro-. Es decir, yo -añadió después. 

-Te recuerdo que no eres mi novio de verdad -dije dándome la vuelta para ir hacia el comedor. 

Escuché cómo suspiraba, y reprimí una sonrisa. Era muy fácil hacerlo rabiar. 

Una vez ya habíamos comido, esperamos a que vinieran los demás y después fuimos todos hacia el estadio. 

Me puse bastante nerviosa al ver la cantidad de gente que había, no era para nada comparable con los que solían estar esperando a la entrada y salida de los entrenamientos. 

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