Capítulo 21. Estás equivocada, Dani.

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Llegué a Zaragoza después de la hora de comer, e intenté hacerme algo a pesar de que no tenía nada de hambre.

Comí un poco y después de cambiarme me metí directamente a la cama. No pensaba hacer nada, no tenía ganas.

Me puse una película para intentar distraerme, pero no le hice demasiado caso. Miraba el móvil de reojo, implorando a que me llegara un mensaje de Gavi, sin embargo todavía seguía sin aparecer.

Definitivamente supuse que había perdonado a Ana, así que intenté meterme eso en la cabeza para torturarme cuanto menos y que las esperanzas que tenía desaparecieran de una vez.

Gavi era increíble, pero sabía que Ana no pararía hasta volver a estar con él, así que renuncié a cualquier cosa que se me había podido pasar por la cabeza en relación al sevillano.

Lo había dejado con Adrián hacia apenas unas semanas, y no tenía ganas de volver a pasar por lo mismo. Obviamente con Gavi no había tenido nada, pero me había empezado a gustar y debía frenarlo cuanto antes, aunque ya era un poco tarde.

Al cabo de un rato, me llegó una notificación de Instagram y por poco se me sale el corazón del pecho. Respiré profundo antes de mirarla, y me puse muy nerviosa al ver que era un mensaje de Gavi.

"¿Ya has llegado?", preguntaba.

Volví a tomar aire y esperé un poco antes de abrir la notificación, aunque no aguanté demasiado.

"Sí", escribí rápido.

Él lo leyó a los pocos minutos.

"Genial, ¿Todo bien?", se interesó.

No sabía si se refería al viaje o entre nosotros.

"Sí", contesté de nuevo.

"Te llamo", dijo al instante.

"No", puse rápidamente.

"?", fue su siguiente mensaje.

"No estoy en casa, no puedo hablar ahora", mentí.

Todavía no estaba preparada para verlo y que me contara que había perdonado a Ana o lo que fuera.

"Vale, avísame cuando puedas", aceptó.

Le puse que vale y volví a dejar el móvil.

Me pasé las manos por la cara extremadamente aturdida. Sabía que dijera lo que me dijera, me iba a doler.

Lo seguía considerando un gran amigo, y alguien que necesitaba tener en mi vida. Pero no sabía si podría seguir tratándolo de la misma forma después de lo que había pasado entre nosotros. Se me iba a hacer muy difícil, sobre todo si me contaba cosas sobre Ana como había hecho hasta entonces. No tenía ganas de escuchar eso, y no tenía ganas de sufrir, así que intenté evitarlo por todos los medios durante los siguientes días.

Me escribió varias veces preguntándome que si podíamos hablar o que si me podía llamar, pero yo ponía excusas todo el rato. Los primeros días me funcionó bastante bien porque le decía que tenía que estudiar, cosa que él ya sabía cómo iba y que no paraba en todo el día, así que coló bastante bien.

El problema vino cuando se suponía que ya había hecho el examen. Le ponía excusas de que estaba con mis amigas, en el gimnasio, en clase o lo que fuera, pero sabía que no iba a durar mucho más tiempo así.

-Hoy salimos -avisó Andrea sacándome de mis pensamientos.

-Sí, y no se valen excusas -advirtió Sonia mirándome.

Yo rodé los ojos.

-No tengo ganas, estoy cansada -me quejé.

-No me importa -intervino también María.

Te necesito. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora