Capítulo 60. Pero Pedri...

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Volvimos a casa en el coche de Pedri en silencio, sin decir ni una sola palabra. La tensión podía palparse en el aire, pero no quise ser yo la que empezara la conversación y preferí esperar a que llegáramos. 

Una vez lo hicimos, Gavi salió del coche y después de replegar la silla hacia delante para que pudiera salir, se dio la vuelta para abrir la puerta de casa y entrar hacia dentro. 

Yo suspiré, e intenté salir sin apoyar mucho el pie. Por suerte pronto llegó Pedri y me tendió la mano, para luego cogerme en brazos y entrar hacia dentro. 

-Gracias -dije una vez me bajó en el vestíbulo. 

-¿Quieres que me quede? -preguntó mirándome preocupado. 

-Sí, porfa, al menos hasta que le explique lo que ha pasado -pedí angustiada. 

Él asintió, y volvió a ofrecerme su brazo para que me apoyara. 

Llegamos al salón, donde Gavi estaba dando vueltas sin parar. 

Me senté en el sofá, y Pedri hizo lo mismo a mi lado. 

El sevillano se dio la vuelta hacia nosotros, y me miró expectante. Se acercó a mí, para examinar mi cara, fijando la mirada en el golpe. 

-Por favor, dime que no te lo ha hecho él -pidió todavía irritado. 

Yo negué con la cabeza.

-¿Por qué no te soltaba? ¿Qué ha pasado? -preguntó frunciendo el ceño. 

Yo tomé aire y me dispuse a contárselo. 

-Le he mojado la ropa con la copa al salir del baño, y cuando me he dado la vuelta para entrar a por papel me he caído. Se me ha roto el tacón y se me ha caído el vaso en la cara, por eso llevo la mejilla así -expliqué. 

-¿Y qué hacías en sus brazos? -el que preguntó entonces fue Pedri. 

-Me hacía mucho daño el tobillo y no podía andar -hablé de nuevo-. Iba a llamar a Gavi, pero Bellingham ha dicho que no lo molestara y que ya me llevaba él, por eso me había cogido, aunque yo me he negado en todo momento -finalicé. 

Pedri negó con la cabeza mientras apartaba la mirada de mí y Gavi tomó aire. 

-No le tendrías que haber pegado -murmuré mirando al sevillano. 

Él frunció el ceño. 

-¿Qué querías que hiciera? ¿Que lo felicitara? -ironizó. 

-Pues no, pero tenías que esperar a que te contara lo que había pasado -me encogí de hombros. 

-Dani, ¿Tú te has visto? -frunció el ceño-. Parece que te hayan pegado una paliza. Llevas el vestido hecho un desastre, un moratón en la cara y los tacones rotos -describió. 

Yo suspiré. 

-¿Qué creías que pensara cuando te he visto así mientras le pedías que te soltara de una vez? -elevó la voz. 

-Tranquilízate un poco, Gavi -pidió Pedri. 

Él lo fulminó con la mirada. 

-¿Qué? No tiene sentido que le grites a ella, no ha hecho nada -rebatió el canario.

Entonces Gavi dirigió la mirada hacia mí, y apretó la mandíbula. 

-Lo siento, no te gritaba a ti -explicó. 

Yo asentí, ya me lo imaginaba. 

-¿Quieres que te traiga algo de hielo o algo? -preguntó Pedri mirándome. 

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