Capítulo 20. Gracias, otra vez.

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Cuando desperté al día siguiente Gavi no estaba, así que me levanté y fui directa al baño para asearme.

Por un momento dudé de si lo que había pasado el día anterior era real o sólo lo había soñado, pero algo así no podía ser tan solo mi imaginación. Todavía tenía el estómago encogido y mi cabeza pensaba a mil por hora. Sentía las mariposas de mi interior revolotear, y para qué mentir, me gustaba esa sensación. Estaba más emocionada de lo que pensaba, y fue cuando me di cuenta de que Gavi empezaba a gustarme.

Me lavé la cara varias veces con agua fría intentando aclararme las ideas, pero no tuve mucho éxito. Tomé aire y decidí bajar hacia el comedor con el corazón en un puño, imaginándome mil posibles situaciones con Gavi, mientras los nervios me consumían a cada escalón que bajaba.

Sin embargo, cuando me fui acercando más, escuché al futbolista hablando con alguien. Pensé que estaría en una llamada o lo que fuera, así que me dirigí hacia la cocina que era donde estaba. Me quedé petrificada al ver que no estaba hablando por teléfono, sino con Ana, en persona.

-Ay, disculpad, no quería interrumpir -acerté a decir cuando se callaron de golpe al verme.

-Perdón, ¿Te hemos despertado? -preguntó Gavi bajando un poco la voz.

-No, no -contesté rápido.

-Perdona, no sabía que estabas, habríamos bajado un poco la voz -intervino Ana.

-No os preocupéis, solo venía a por agua -mentí.

Cogí rápidamente un vaso y sonreí hacia ellos antes de salir de la cocina.

No sé ni cómo tuve fuerzas para coger el vaso sin que se me cayera al suelo. Me había quedado atónita.

Ellos empezaron a hablar otra vez, y por mucho que intenté no poner la oreja, no pude evitarlo.

-Pablo, tienes que entenderlo, yo te quiero y fue un error -decía la sevillana.

Cuando la vi ya imaginaba que habría venido a eso.

-No sé, Ana, siempre pasa alguna cosa y estoy harto de esto -contestaba Gavi bastante tranquilo, para mi sorpresa.

-Te juro que no va a volver a pasar, mi vida -repetía ella.

Escuché a Gavi bufar, y durante unos minutos ninguno dijo nada más.

Mi corazón se encogió al imaginar lo que podía estar pasando, y sentí cómo un cuchillo me atravesaba el pecho.

Dejé el vaso sobre la mesa del comedor y subí rápidamente a mi habitación. Recogí mis cosas y me cambié, para después mirar a qué hora salía el siguiente AVE.

No quería estar ahí, en medio de los dos, y sabía que Gavi la iba a perdonar, siempre lo hacía.

Compré el billete y esperé un rato dando vueltas nerviosa por la habitación. Llamé a Pedri preguntándole que si me podría llevar a la estación, yo no iba a aclararme con el metro y los buses. Por suerte aceptó sin ningún tipo de problema y me avisó de que ya salía en dirección a casa de Gavi.

Al rato bajé hacia el comedor, donde estaban Pablo y Ana.

Gavi me miró con el ceño fruncido y yo hablé antes de darle tiempo a preguntar.

-Tengo un examen mañana el lunes y no lo sabía, tengo que irme -mentí.

-Pero, espera -dijo confuso y acercándose hacia mí-. ¿Cómo te vas a ir? Tendríamos que... -dijo rápido.

-Está viniendo Pedri a buscarme, ya tengo el billete del AVE -lo interrumpí.

Él repasó mi cara con la mirada rápidamente frunciendo el ceño.

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