Capítulo 23. Has tenido suerte.

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Entonces entendí por qué el chico que se nos había acercado me sonaba tanto. Era Alejandro, el amigo de Gavi. 

Mi corazón empezó a acelerarse y sentí cómo las manos me empezaban a temblar. Ya no era solo Gavi, sino mis amigas con Gavi. MIS AMIGAS.

Mierda. 

-¿Vamos o qué? Que te has quedado petrificada -dijo Inés a mi lado sacándome de mis pensamientos. 

-¿Y si vienen ellas? Diles que les esperamos aquí -contesté rápido. 

-Lo primero, ¿Tú te crees que van a salir de un reservado? -preguntó irónica-. Y lo segundo, ¿Tú te crees que van a salir de un reservado en el que está Pablo Gavi? ¿Tú sabes quién es Pablo Gavi? -insistió mi amiga. 

Sí, sí lo sé. 

-Ya bueno... -murmuré. 

-Venga, vamos, que parece que hayas visto un fantasma -dijo agarrándome de la mano y estirándome hacia el reservado. 

Yo intenté tomar aire detrás de ella. De nuevo, mil cosas se me pasaron por la cabeza durante el trayecto. La cara que pondría Gavi, lo que diría cuando me viera, lo que pensaría al darse cuenta de que esas eran mis amigas... Las tripas se me revolvieron, y a pesar de que no había bebido, me entraron muchísimas ganas de vomitar. 

Subimos los escalones que había, y yo sentía cómo el mundo se derrumbaba a mi alrededor. 

Una vez arriba, miré primero a mis amigas, quienes estaban bailando con los amigos de Gavi y se giraron hacia nosotras cuando nos vieron. Yo estaba estática, sin reaccionar. 

Pasé mi mirada por todos, hasta que llegué al sevillano. 

En un movimiento rápido me miró, miró después a su amigo como si no se hubiera dado cuenta de que era yo, y después volvió a mirarme abriendo un poco los ojos, serio. 

-Tía, ¿Segura no quieres beber hoy? Ya parece que te hayas desanimado otra vez -me habló Sonia, haciendo que apartara la mirada de Gavi. 

-Sí, sí, estoy bien, tranquila -dije como pude. 

Entonces se acercó también Sara. 

-Tía, no sé si te has dado cuenta, pero está Pablo Gavi, madre mía -dijo intentando contener la emoción. 

Yo asentí un poco y tomé aire. 

-Intentad no mirarlo mucho, a ver si va a estar incómodo el pobre -aconsejó Inés. 

-¿Quieres que te lo presente? Yo ya he hablado con él -volvió a hablar Sara. 

-No, no, no hace falta, dejadlo tranquilo -dije rápido. 

-Si no pasa nada, ven, anda -ordenó la rubia cogiéndome de la mano y estirándome. 

Yo deseé en ese momento que la tierra se me tragara. No quería acercarme a él, ni quería hablar con él, lo estaba olvidando. 

Y todavía menos en ese contexto. 

-Mira, esta es mi amiga Daniela -dijo Sara poniéndose frente al futbolista. 

Gavi se giró hacia nosotras y yo casi me desmayo. 

Estaba increíblemente guapo, y lo que me apetecía en ese momento era abrazarlo y llenarlo de besos. 

Se quedó mirándome serio, ante la sonrisa de Sara y yo no sabía qué hacer. 

-Encantada -acerté a decir, tendiéndole la mano. 

Él asintió, sin saber tampoco muy bien que hacer. 

-¿Pero qué hacéis dándoos la mano? Daros dos besos, hombre -insistió mi amiga. 

Te necesito. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora