Capítulo 27. ¿Eres idiota?

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Después de comer, nos preparamos todos para ir a un chiriguito en la playa con música, parecido a la discoteca en la que habíamos estado el día anterior.

-Déjame la falda blanca, porfi -suplicó Sonia entrando a mi habitación.

Yo rodé los ojos y se la tendí sonriendo.

-Ah, espera -dijo al darse cuenta-. ¡Chicaaas! -salió gritando al pasillo.

La miré con el ceño fruncido sin saber qué hacia, y mis amigas acudieron casi al instante.

Sonia cerró la puerta y ordenó a las demás que se sentaran en la cama.

-¿Qué pasó ayer con Gavi? ¿Lo vas a explicar ya? -preguntó mirándome.

-Es verdad, tía -le siguió Inés.

Yo resoplé y me giré hacia el espejo para seguir maquillándome.

-No fue nada -dije un poco cortada.

-Sí, y yo soy Ester Expósito -murmuró Inés.

Sonreí sin que me vieran y me giré de nuevo hacia ellas.

-Gavi y yo ya nos conocíamos -dije por fin.

-¿Cómo que ya os conocíais? -frunció el ceño María.

Yo asentí y me dispuse a contarles todo lo que había pasado, mientras ellas me escuchaban atentas.

-Estoy flipando -dijo Sara seria.

-¿Qué? ¿Y nosotras dónde hemos estado todo este tiempo? -preguntó Inés confusa.

Me encogí de hombros sin saber muy bien que decir.

-Pero no entiendo, ¿Ana era su novia? -preguntó María.

-Ajá -asentí.

Todas se miraron entre ellas y yo tragué grueso.

-Creo que no doy crédito -habló Sonia alzando las cejas.

-O sea, sólo para que me quede claro, ¿Te has liado con Pablo Gavi? -resumió Sara.

Yo reprimí una risita.

-Bueno, liar liar... -balbuceé encogiéndome de hombros.

-¿Habéis follado? -ideó Inés.

-Qué va, tía -contesté rápido.

Ella miró a las demás.

-¿Y a qué esperas? -preguntó después.

Rodé los ojos y negué con la cabeza.

-¿Acaso no visteis la que se montó ayer? -dije obvia-. Primero se van a tener que calmar un poco las cosas, ni siquiera sé lo que quiero -expliqué.

-Pues yo creo que sí sé lo que quieres -asintió Sonia.

-Yo también lo querría -aseguró Sara.

Entonces entrecerré un poco los ojos mirándola.

-Perdón, es un decir -dijo levantando las manos inocente.

-No sé, chicas, ya lo veremos -sentencié.

Ellas asintieron y fueron saliendo de mi habitación, menos Inés, que se acercó y me dio un abrazo.

-Sabes que estamos aquí para lo que necesites, Dan -dijo mirándome.

Yo asentí y le di las gracias.

-¿Y también sabes que te queremos mucho, verdad? -volvió a hablar.

Te necesito. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora