Capítulo 48. Ve a cambiarte a la habitación.

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Desperté al día siguiente con Gavi sobre mi pecho desnudo. Intenté incorporarme un poco, pero pesaba bastante más que yo, así que eso quedó en un intento fallido. 

No quería que se despertara, pero lo hizo cuando traté de moverme de nuevo. Abrió un poco los ojos, y levantó la cabeza hacia mí.

-Perdón -susurré. 

No pareció darle demasiada importancia, porque acto seguido sonrió levemente y se acomodó de nuevo. 

-Voy a ir a ducharme -murmuré para que me dejara salir antes de dormirse otra vez. 

-Mhm -asintió levemente con los ojos cerrados. 

Sin embargo, no se movió. 

-Gavi, déjame salir -pedí bajito. 

-M, m -negó legó luego con la cabeza. 

Yo sonreí y traté de levantarme. 

-Dani, estate quieta -balbuceó ronco. 

-Pablo, estoy toda pegajosa, deja que vaya a ducharme -insistí. 

-Estás pegajosa por una buena razón, espérate un poco -reprochó. 

Fruncí los labios intentando reprimir una sonrisa, y dejé que se quedara unos minutos más encima de mí. Inconscientemente dirigí la mano hacia su pelo, para acariciarlo despacio, mientras bajaba por su espalda desnuda y subía de nuevo por su brazo. 

Él tampoco se había vestido, así que tenía unas vistas increíbles en aquél momento, de las cuales me permití disfrutar durante un buen rato. 

Entonces de repente comenzó a sonar mi móvil, que por suerte estaba en la mesita de mi lado, así que me estiré como pude y lo cogí. Sin embargo, lo tiré al instante encima de la cama al ver que era una videollamada entrante de mis amigas. Todavía no era muy consciente de lo que había pasado, y no estaba preparada para contárselo, así que cogí el móvil de nuevo cuando dejaron de llamar y le quité el sonido, ya las llamaría más tarde. 

Lo dejé a un lado y me dispuse de nuevo a despertar a Gavi. 

-Pablo, despierta -susurré moviéndolo un poco otra vez. 

-Joder, Dani... -murmuró frunciendo el ceño. 

Yo me estaba desesperando ya, necesitaba quitarme todos los flujos de la piel. 

-Venga, amor, levanta -dije despacio. 

Entonces vi como una sonrisa aparecía en la cara del sevillano, que ni se molestó en reprimir. 

Negué con la cabeza al verlo, y él abrió los ojos lentamente. 

-Ves, lo fácil que era -balbuceó mirándome. 

Qué hijo de puta. 

-Como te odio -entrecerré un poco los ojos. 

-¿Cómo vas a odiar al amor de tu vida? -ironizó alzando las cejas. 

Yo solté una carcajada. 

-Baja de la nube y vete a la ducha, niño -ordené. 

-No quiero -dijo volviendo a apoyarse en mis tetas. 

-Gavi, que te levantes -intenté escapar, pero me agarró con fuerza. 

-¿Por qué no te vas tú y nos dejas en paz? -preguntó posando un beso sobre mi teta derecha. 

Sonreí y le separé la cabeza de ella. 

-Te juro que como no te levantes no las vuelves a ver -lo miré abriendo los ojos. 

Te necesito. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora