Capítulo 51. Sabes que voy a cuidarte.

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Al hacerse de noche todos nos despedimos de los hermanos y cada uno se fue a su casa. 

Yo estaba bastante cansada, y sabía que no iba a aguantar mucho despierta, así que nada más llegar, me duché, me cambié y bajé a cenar algo rápido. 

-¿Tienes hambre? -se interesó Gavi, quien ya estaba en la cocina. 

Yo asentí y me senté en un taburete desganada. 

-¿Te apetece pizza? -se interesó. 

-Mhm -contesté mirándolo. 

Él sacó una de la nevera y la metió al horno. 

Después se dio la vuelta hacia mí, mientras se apoyaba en la encimera y se cruzaba de brazos, observándome sin decir nada. 

-¿Qué pasa? -pregunté mirándolo también. 

Él negó levemente con la cabeza. 

-¿Te llevas muy bien con Pedri últimamente, no? -preguntó sin expresión. 

-Sí, la verdad es que... -fui a contestar, pero entonces me di cuenta con la entonación con la que lo había dicho. Era ironía. 

Lo miré durante unos segundos. 

-Sí, sí, sigue -pidió alzando las cejas. 

-Sólo hemos estado hablando -expliqué sin darle importancia. 

-No he dicho lo contrario -contestó de la misma forma. 

Yo fruncí un poco el ceño y después negué con la cabeza. 

-¿Qué intentas decirme, Gavi? -me rendí. 

Él se encogió de hombros. 

-Nada, sólo quería saber qué es lo que os une tanto -dijo tranquilo. 

-Tú -contesté obvia. 

-Si tú lo dices -murmuró y apartó la mirada. 

Suspiré e hice lo mismo. 

-No tengo ganas de esto, la verdad -balbuceé. 

-¿De qué? -volvió a mí. 

-De que te pongas celoso por Pedri, ¿No puedo tener amigos? -lo miré también. 

-No estoy celoso, y no he dicho que no puedas tener amigos -rebatió. 

-No lo parece -alcé un poco las cejas. 

Entonces bajó sus brazos y se acercó un poco a mí serio. 

-Te he dicho que iba a darte espacio, y eso voy a hacer -recordó-. Pero vas a ser mía, Dani -añadió hundiendo sus ojos en los míos. 

Yo tragué grueso y lo miré casi sin pestañear. 

-Puedes irte con Pedri, o con quien quieras, pero no vas a poder ocultar nunca las ganas de estar conmigo -continuó hablando. 

Negué con la cabeza y aparté la mirada de él, pero entonces posó dos dedos en mi mentón, haciendo que lo mirara de nuevo. 

-Te necesito, y me necesitas, y cuanto antes te des cuenta, antes acabaremos con esto -murmuró. 

Tenía un cúmulo de sentimientos en mi interior, y él los revolucionaba cada vez que decía alguna cosa así o se acercaba. 

-Ya sé que te necesito, Pablo -coincidí-. Pero el amor no lo puede todo -aseguré. 

Él asintió lentamente. 

-Sabes que cumpliré lo que he dicho -dijo seguro de sí mismo. 

-Y yo esperaré encantada a que lo hagas -contesté de la misma forma. 

Te necesito. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora