Capítulo 57. ¿Contigo a dónde?

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Llegó la hora del evento y yo no podía estar más nerviosa.

Di mil vueltas delante del espejo una vez ya con el vestido y los tacones, y esperaba estar a la altura.

-Dani -escuché que me llamaba Gavi.

-Dime -elevé la voz para que me escuchara.

Cogí el bolso rápido y metí lo necesario, mientras el sevillano abría la puerta de mi habitación. Levanté la vista para mirarlo, mientras se quedaba ahí observándome sin decir nada.

-¿Qué pasa? -pregunté cogiendo el gloss para ponérmelo.

-Nada, que iba a decir que si ya estabas lista, pero joder... -murmuró recorriendo mi cuerpo con la mirada.

Yo sonreí levemente y me permití unos segundos para analizarlo también. Llevaba un traje negro, camisa blanca y pajarita, y no podía estar más guapo.

Me acerqué a él sin poder cambiar la cara de enamorada perdida, y levanté las manos hacia su pajarita para recolocársela.

-Estás guapísimo -acerté a decir despacio.

Él sonrió, y rodeó mi cintura con los brazos.

-A ver si así te enamoras de una vez de mí -dijo alzando un poco las cejas.

-No hace falta que te pongas traje para que me enamore de ti -sonreí.

-¿Ya lo estabas? -se interesó.

-Quizá un poco -susurré.

Amplió la sonrisa en sus labios, y yo no pude evitar mirarlos. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, y tragué grueso para aguantarme las ganas de besarle.

-Vas a acabar siendo mi mujer de verdad, ¿Lo sabes, no? -susurró acercándome un poco más.

Yo fruncí los labios y me permití el lujo de rozarlos con los suyos, aunque lo único que hice fue aumentar mi deseo por devorarlos.

-Lo estoy deseando -hablé en su boca.

Apretó mi cintura con fuerza, y pude notar cómo también trataba de mantener el control sobre sus movimientos.

-Si no fuera porque te has puesto gloss esos labios ya serían míos -aseguró mirándolos.

-¿Te da miedo un poco de brillantina? -alcé una ceja.

-No, pero no quiero estropearte el maquillaje -dijo levantando una mano hacia mi cara y posándola sobre mi mejilla-. Porque si empiezo por los labios, luego sigue tu barbilla, la mandíbula, tu cuello, y así, bajando y bajando -susurró mientras hacía el recorrido por todos esos sitios con la mano.

Mis pulsaciones ya se habían disparado desde hacía rato, y la velocidad de mi respiración comenzaba a aumentar también.

Paré su mano cuando llegó a la abertura que tenía el vestido en el pecho, porque ya me quemaba demasiado.

Sonrió de lado, burlón, y cogió mi mentón con dos dedos, para acercarme a él y posar un beso sobre mi barbilla.

-Vámonos antes de que mande a la mierda el evento -murmuró humedeciéndose los labios.

Yo asentí un poco, y casi embobada por sus labios, dejé que me cogiera del brazo para que me pudiera apoyar en él y dirigirnos hacia las escaleras.

Mis nervios habían aumentado considerablemente, y ya no se debían solo al evento, sino que eran más por el futbolista que tenía a mi lado, tratándome como si fuera un princesa y adorándome con la mirada a cada paso que daba.

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