Capítulo 18: 18 de marzo de 2023

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Capítulo 18

--Me enamoro--

"No ocurrirá. Hoy no quiero hablar con nadie. Además, no entiendo por qué lo he apuntado como si fuera un niño de primaria. Paso de todo."

    Hoy es día de mercado. Cuando no pude ir hace dos semanas me sentí muy mal, pero en cambio, al ir la semana pasada, acabó siendo un muy buen día. Está claro que si no voy sería boicotearme a mí mismo, pero es que no puedo. Si los demás me ven así, se centrarán solo en mí y en mis problemas, y no quiero eso. Además, hoy quiero estar aislado del todo y ver como este calendario maligno falla estrepitosamente. Ahora mismo me da igual. No tengo ningún miedo a que todo se trastoque, porque mi vida ya es una mierda ahora mismo.

    Me enamoro, dice... Si no salgo de casa ni hablo con nadie por ningún lado, de quién me enamoro, ¿de mi almohada? Va, te reto.

    Una o dos horas después de tomar del todo la decisión de encerrarme sin contacto con el exterior o con internet, ocurre lo que imaginaba: alguien toca al timbre.

    —El amor llama a mi puerta... —murmuro, asqueado.

    Ignoro los repetidos timbrazos. Me da igual quien sea, porque es el calendario quien está llamando. Quiere que deje de hacer lo que estoy haciendo y que interactúe amorosamente con alguien. No lo voy a hacer.

    El timbre ya no suena, pero lo que se oye en su lugar es golpes muy enfermizos en mi puerta siendo aporreada sin compasión. Como las calidades de este edificio no son punteras, empiezo a temer por la posibilidad de un destrozo irreparable.

    Me acerco un poco y escucho una frase que me hace cambiar de idea. Es la voz de Lydia diciendo: no nos queda otra que tirar la puerta abajo, ¿vamos?

    Antes de que pueda hacer eso, que la veo capaz, abro la puerta.

    Al otro lado me encuentro a Lydia en posición de preparar su patada demoledora de hogares, y detrás de ella están Abril, Anna y Oliver.

    Ver a Oliver, el hermano de Nora, mi expareja, me recuerda que hoy no debo enamorarme. Que, si lo hago un día como hoy, volverá a salir todo mal.

    —¿Qué haces? —me pregunta Lydia.

    —¿Cómo que qué haces? —le pregunto—. Eres tú la que querías echar abajo mi puerta.

    —¡Porque ayer no me contestabas y hoy no has aparecido por el mercado! Si una de esas dos cosas ya es para preocuparse, imagínate las dos juntas. ¡Pensábamos que te había pasado algo!

    —A mí tampoco me contestabas —dice Abril enseñando su móvil con la pantalla encendida y nuestra conversación abierta. Al ver eso, me siento terrible por haberla ignorado. Si Lydia pudiese leerme el pensamiento, se quejaría de que con ella no me pase lo mismo.

    —¿Y esto qué? —me dice Anna levantando una bolsa de supermercado en la que lleva algo envuelto en papel de plata.

    —¿Esto qué de qué? —pregunto con torpeza.

    —¡Que la semana pasada me pediste los pastelitos caseros para hoy! Y te dije que si no ibas a venir, me tenías que avisar, que los traigo solo por ti. ¿Qué es eso de hacer que prepare los pasteles y luego no venir? ¿Qué te pasa?

    —Mierda, me había olvidado...

    —¿Estás bien? ¿Por qué no has venido? —me pregunta Oliver, que me sorprende que también esté aquí preocupado por mí.

    —Nos lo contará en el mercado —dice Lydia—. Ahora te duchas, te vistes, haces todo eso en un cuarto de hora, y andando. ¡Va!

    No me da tiempo a defenderme. Antes de darme cuenta ya me estoy duchando. Pero todavía no está todo perdido. Todavía le puedo llevar la contraria al calendario.

El futuro tiene mi letraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora