Capítulo 64
--Conozco a Dana--
"Yo no sé si estoy preparado para un encuentro con una persona que me da tanto miedo..."
Hoy tengo un encuentro con la abogada de Frank. No sé por qué, no sé para qué. Esa persona sabe mi nombre y apellido, y le dijo a Frank que sabía que yo vivía aquí, en este edificio, y que Lucas sería mi vecino. Todavía no sé por qué pasó eso, pero creo que esa mujer asusta incluso al propio Frank.
Creo que me encontraré con ella después del trabajo, quedando con Frank o algo así. Es lo que tiene más sentido. Aunque, por el momento, no me he puesto en contacto con Frank para quedar ni nada de eso.
Llego al trabajo y empiezo mi faena rutinaria y aburrida. El despacho de Ignacio ha estado cerrado todo el tiempo, y me parece ver que está reunido con alguien.
Pasados cuarenta minutos (más o menos) desde el inicio de la jornada, el despacho se abre. De dentro salen Ignacio, Hugo y una mujer trajeada, con el pelo negro, largo y liso, que mide un poco más que los otros dos y que impone igual que Victoria.
Hugo no había vuelto a la oficina desde el día que se cargó la impresora. El diecisiete de abril, para ser más exactos. ¿Sigue trabajando aquí o no? Durante estas semanas, el ambiente en la oficina ha sido un poco mejor, ¿y ahora tiene que volver?
—El rompe-impresoras vuelve con nosotros —dice Elías pasando por detrás de mi mesa con un café en la mano—. Más le vale no cruzar ninguna línea conmigo.
Hugo se sienta en su mesa sin ningún problema, y enciende el ordenador para comenzar a trabajar, como si no hubiese pasado nada, como si no llevase medio mes fuera, como si no hubiese roto ninguna impresora y como si no hubiese amenazado al jefe.
Por otro lado, la mujer trajeada termina de hablar con Ignacio uno o dos minutos más, y luego se va. No parecían caerse bien. Antes de irse, pasa por delante de mi mesa y cruza su mirada conmigo. Al hacerlo, su cara cambia poco a poco. Abre más los ojos, camina más lento y, aunque sigue avanzando, su mirada solo se centra en mí. Al final, se detiene.
—¿Cómo te llamas? —me pregunta.
—¿Eh...? —es todo lo que puedo decir.
—No te llamas "¿eh...?", ¿verdad? ¿Cómo te llamas?
—... Izan.
Se queda en silencio unos segundos, examinando con detenimiento mi cara.
—¿Izan Robles?
Se me paraliza el corazón.
—¿... Dana?
Por su cara, creo que se le paraliza a ella también.
Los dos pensamos que el otro no debería conocer nuestro nombre, pero así ha sido. Y, si no me dice por qué sabe el mío, yo no le diré por qué sé el suyo. Tampoco podría, ya que el calendario ha contribuido mucho a esto.
—¿Cómo sabes mi nombre? —me pregunta.
—Yo... Yo podría preguntar lo mismo... —una parte de mí siente que lleva las riendas de la situación, pero mi voz sigue sonando a enclenque tembloroso.
—¿Trabajas aquí desde hace tiempo?
—Sí... A... ¿Algún problema? —la presión de esta mujer no es como la de Victoria, es mucho más peligrosa.
—Las coincidencias existen... —murmura—. O tal vez no.
Hugo está mirando nuestra conversación con muy mala cara, como si le molestase no entender por qué estamos hablando.
Dana se va sin decir nada, y yo me levanto y la sigo.
—¡Espera! Tú eres Dana, la abogada de Frank, ¿verdad?
—¿Es por eso que conoces mi nombre? ¿Frank te ha enseñado una foto mía o qué?
—No... Eso no importa. Quiero saber por qué sabes tú mi nombre, mi apellido y dónde vivo. ¿Cómo sabías que Lucas Abad sería mi vecino?
—¿Frank te contó eso?
—No hizo falta. Cuando le llamaste, yo estaba presente.
—Ah, es verdad, Frank ya estaba en tu edificio ese día...
—¿Me vas a responder?
Dana solo me dedica una mirada altiva. Es más o menos igual de alta que yo, pero noto como si me mirase desde mucho más arriba.
—Cuidado con esas exigencias, Izan Robles. No te conviene que nos llevemos mal.
—Pero necesito saberlo...
—¿Lo necesitas? ¿Te va la vida en ello?
Es muy difícil hablar con esta persona. El pecho cada vez me hace más daño.
—Por favor...
—Pusilánime.
—¿Perdón? —¿me acaba de decir eso sin casi conocerme? ¿Qué le pasa?
—No deberías ser así —me dice, apartándome la mirada.
—¿Qué...? ¿A qué te refieres?
—Conocía tu nombre por un amigo común, y sabía dónde iba a ir Lucas a vivir. Fue la manera más rápida de guiar a Frank hasta su casa. Es todo lo que necesitas saber.
—Espera. ¿Qué amigo en común? ¿Y por qué me has dicho que no debería ser así?
—La charla ha terminado.
Sin decir nada más, Dana gira con brusquedad hacia la salida y se va.
Me quedo unos segundos quieto, procesando. Luego vuelvo a la oficina y veo que muchos me están mirando. Ignacio, Hugo, Eric, Elías, Victoria, Alberto... Todos me miran. No quiero que me miren. No quiero que me juzguen. No quiero que nadie me pregunte nada.
Al salir, Eric y Elías intentan preguntarme qué ha pasado, pero finjo encontrarme mal. Solo quiero ir a casa y esconderme.
Quiero escribirle a Frank, pero no se me ocurre qué preguntarle. Al final, después de mucho pensar, solo se me ocurre decirle que quiero quedar con él. Me contesta que puede el sábado por la tarde.
El sábado día seis... El día en que, según el calendario, Frank se dejará la mano en un puñetazo. No creo que sea el mejor ambiente para preguntarle nada.
En realidad, con cómo están marchando las cosas este mes... Espérate que no me dé el puñetazo a mí.
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El futuro tiene mi letra
ParanormalImagínate la siguiente situación: 1 de marzo de 2023. Te despiertas un día como cualquier otro y te encuentras en la puerta de tu casa la hoja de un calendario. El calendario es del mes de marzo de 2023, mes que empieza justo el día en que te encuen...