Capítulo 134: 12 de julio de 2023

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Capítulo 134 

--Tomo algo con un sintecho--

"Según como se mire, podría decirse que soy un auténtico pesado persiguiendo a esta persona y obligándole a tomar algo. O sea, a lo mejor a él le parece bien, pero está claro que los motivos que me llevan a eso son egoístas. Qué mal..."

    No tengo ni idea de por qué estoy tan pesado con la existencia de ese hombre, pero es que esa actitud optimista y relajada pese a su situación me tiene obsesionado. Como no lo he comentado con nadie, no he podido contrastar si de verdad es algo para hacérmelo mirar, o si es un pensamiento normal y corriente.

    He tardado un rato en encontrarme con él y con su perro, ya que no siempre está en la misma calle, pero confiaba en que lo acabaría encontrando, tal y como ha dicho el calendario.

    Lo observo un rato y, después de reunir el valor suficiente, me acerco a él.

    Le doy una moneda de dos euros y acaricio a su perro.

    —¡Gracias! —me dice, mirándome con una sonrisa y acariciando también a su perro enorme. El perro está en la gloria ahora mismo, de verdad.

    —Oye, una cosa... —digo con bastantes dificultades—. ¿Te gustaría ir a tomar algo al bar ese de ahí? —señalo al bar al que solía ir el profesor Rafael—. Invito yo.

    —¡Anda! Oye, no sé, ya me has dado dos euros. ¿También me invitarás a algo?

    —Bueno, sí, a un café y algo así pequeño o mediano para acompañar, si te parece bien.

    —¡Claro! Me parece bien. ¿Podemos ir a la terraza?

    —Ah, sí, sin ningún problema. ¿Es para fumar o...?

    —¡No, no! Es porque en el interior a lo mejor no dejan que entre mi perro.

    —Ah, sí, ¡por supuesto! Vamos a la terraza.

    De alguna forma lo he hecho, y ha sido fácil. Una parte de mí quiere hablar con él, pero ahora tiene más peso la parte en que me pregunto por qué hago estas cosas, si las llevo fatal. ¿Ahora tengo que llevar yo el ritmo de la conversación? ¿Se siente incómodo por mi culpa? ¿Pensará que soy un sobrado que le restriega mi dinero a quien no lo tiene? Madre mía, qué vergüenza me da pensar en todas estas cosas, en serio... Y eso que ni siquiera voy bien de dinero, y peor que voy a ir cuando me despidan.

    Nos sentamos y él se pide un café y un bocadillo pequeño de jamón y queso. Yo pido una horchata.

    —Bueno, antes que nada, vamos a presentarnos, ¿no? —me dice—. Que estamos aquí tomando algo y no sabemos ni cómo nos llamamos.

    —¡Ah! Muy cierto. Yo me llamo Izan —le extiendo la mano y él me corresponde.

    —Encantado, Izan. Yo me llamo Ángel.

    —Ángel, de acuerdo. Y... ¿El perro? —porque es muy importante saber el nombre que tiene el perro. Es enorme pero bonachón. ¿Qué nombre se le pone a un perro así? Eso no se lo digo porque pensará que está tomando algo con alguien que no está muy bien de la cabeza.

    —Pues yo le llamo Pancho, pero no sé si tenía un nombre antes de eso. Me lo encontré abandonado por la calle poco después del confinamiento. Me acerqué a él y dejé que se quedase conmigo —mientras me cuenta eso, acaricia todo el tiempo a Pancho—. Le llamo así porque siempre se pone muy cómodo boca arriba y con cara de disfrutar mucho. Se queda todo pancho, ¿a que sí? —intensifica las caricias, y al perro le encanta.

El futuro tiene mi letraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora