Capítulo 43: 12 de abril de 2023

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Capítulo 43

--Frank me cuenta la verdad--

"El otro día no me contó nada muy relevante, pero yo tranquilo, porque mi amigo el calendario ya me avisó de que me lo contaría hoy."

    Yo mismo soy el que le dice a Frank de tomar algo por la tarde. Cuando salgo del trabajo, me lo encuentro en la puerta de la oficina.

    —¡Frank! ¿Qué haces aquí? —nos saludamos con nuestro clásico abrazo—. Te había dicho que quedábamos en el bar del otro día, ¿no? ¿O me estoy confundiendo yo solo?

    —Sí, me habías dicho eso. Pero antes he charlado un poco con Lydia, ha salido el tema de que hoy quedaríamos, y me ha pedido que venga a buscarte a la oficina para llevarte al bar y que no te pierdas. ¿Qué significa eso?

    Me parto de risa, Lydia...

    —Significa que Lydia es una cabrona como no te haces una idea... —una parte de mí se está riendo por dentro, otra quiere matar a Lydia y otra quiere que todo el mundo se calle.

    Llegamos al bar. Frank toma una cerveza y yo un refresco. Los dos compartimos unas patatas bravas. Frank insiste en pagarlas, así que yo como pocas. De todas formas, tengo un poco cerrado el estómago, así que no me supone mucho problema.

    Tenemos una charla trivial, pero se nota que Frank está muy serio. Por un lado, noto que tiene ganas de contarme la verdad, pero, por el otro, parece que le sigue disgustando pasar por ese mal trago. Yo lo que creo es que odia el tema, pero que también odia hacerme esperar tanto para contarme algo que debería saber, y más si me involucra de alguna forma con la abogada esa que preguntó por mí o con el vecino loco al que Frank tiene amedrentado.

    Tras algunos rodeos, decide contarme la verdad.

    —Te acuerdas cuando corté con mi última pareja, ¿no?

    —Sí, con la que te ibas a casar.

    —Esa, sí... Cuando ella me dejó. Bueno, durante un tiempo dejé de ser yo. No te aburriré con los detalles: poco después de cortar con ella, me despidieron del trabajo porque golpeé a mi jefe un día que dijo algo que no tenía que decir.

    —¡Frank! Yo no sabía eso. Oye, una lástima que no lo hicieras en mi oficina...

    —Entonces me encontré con un viejo amigo que me ofreció un trabajo. El problema es que ese trabajo era de dudosa credibilidad. Del estilo "no hagas preguntas". ¿Entiendes?

    —¿Tú qué tenías que hacer?

    —Llevar un camión. Dicho en claro: transportar mercancías ilegales. Mis dos trabajos eran llevar ese camión y no hacer ninguna pregunta.

    —¿Y cuándo supiste qué era lo que llevabas?

    —Mira, Izan... Con ese tipo de trabajos, no hace falta que preguntes nada. Lo sabes y ya está.

    —Entonces, aun sabiendo lo que había... ¿Seguías trabajando de ello?

    —Ya, ya sé lo que estás pensando... Es una mierda, ¿vale? Yo ya lo sé. Joder, ya lo sé. Pero una vez te relacionas con según qué gente, no es tan fácil. Además, en aquel entonces, yo pensaba que me la sudaba tres huevos todo, que ser justo y bueno era de imbéciles y que no me contratarían en ningún lado. Pagaban bien, Izan, ¿lo entiendes? Pagaban muy bien...

    —No te quiero juzgar, no me malinterpretes...

    —Pero si es inevitable. Yo siempre he sido el justiciero, ¿no? El moralista. Tú me lo has dicho alguna vez. Tú me conoces de esa forma. Eso es lo que soy para ti. Y a mí me gustaba ser así. Joder, intento ser así. Pero hay veces en que no puedes.

El futuro tiene mi letraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora