Capítulo 74: Castigo

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Prem parecía un condenado cuando se reunió con los empleados para exponerles los cambios que iban a tener lugar.

La tarde anterior cuando llegaron a casa Boun se había vuelto hacia él.

-Te voy a ayudar con los cambios estructurales que tienes que hacer con la tienda.  Se que eres muy capaz de hacer las cosas, pero tengo experiencia en organizar cosas en empresas, y ya no eres tú solo.

-Mmmmmm, pero luego.

-Luego.  Me moría de ganas por llegar a casa y estar solo contigo... con Nang en la guardería y nadie para molestarnos...

Prem asintió.  Dejó a Boun llenarle de besos el cuello.  Este sonrió con satisfacción.

-Te voy a mimar, a consentir y a darte placer.

Las piernas de Prem temblaron.  Ansiaba eso pero su tozudez había sido más fuerte.

-Avisaré a la empresa de que no iré hoy -Boun tecleó rápido y luego puso el modo no molestar.  -Bueno, ¿por dónde empezamos? Por darte placer... no, por cuidarte.

Prem protestó.  Un alfa sabe torturar dulcemente a su omega del mismo modo que él omega puede ser rebelde en la medida que le dejen.  Y Prem había tenido mucho margen para hacer lo que le venía en gana.

En realidad, era una protesta casi obligatoria.  Cuando Boun le dijo que esperase un momento en la sala, sonrió.

Aprovechó para mirar el móvil.  Le había pedido a un amigo que trabajaba en una agencia de investigación que intentara descubrir si el padre de Boun tenía alguien como amante.

Le había enviado unas fotos granuladas y borrosas como si las hubieran hecho con un Nokia del 2000.  Se excusó diciendo que las había hecho con un bolígrafo.  Prem esperaba que, conociendo las preferencias de su suegro, estuviese junto a una mujer. Las fotos solo le mostraban comiendo algo en un puesto de comida rápida con un hombre, pero no se veía su cara.

"Probablemente sea un socio.  No hay nada cariñoso en las imágenes y a él le gustan las mujeres, hasta donde se. Gracias"

"Lo siento.  Tengo mucho trabajo y como no te cobro el jefe se enfada si tardo...".

"Gracias, de verdad".

Suspiró, puso el teléfono en no molestar y se olvidó de todo.  Boun volvió a la sala, vestido con albornoz blanco.

-Una pregunta.  ¿Esto es un castigo oficial por mi rebeldía?

-¿Eso es lo que quieres?

Prem se mordió el labio y asintió.  Boun cerró la puerta por dentro para evitar interrupciones.  Demasiada gente tenía las llaves de esa casa.

-Vamos al baño.

Boun tomó a Prem en brazos.  Éste le regañó.  Ya pesaba mucho, le dijo.  Boun le ignoró.

La bañera estaba llena.   Olía a un perfume suave, agradable.  Boun fue desnudando a Prem prenda por prenda.  Con una lentitud exasperante.  Lo último que le quito fue la ropa interior, hasta que Prem quedó desnudo y vulnerable ante el.

Boun le observó.

-Qué hermosura.  No te merezco.

Prem jadeó.  Había estado conteniendo el aliento temiendo que los cambios en su cuerpo no gustaran a su alfa.

Pero los ojos y el aroma no mienten.  Y Boun tampoco usaba la palabra para mentir. 

Sintió una punzada de placer que se expandió por todo su cuerpo y se reflejó en sus partes más íntimas.  Boun sonrió al ver como él omega se excitaba y la erección se exponía ante él.

-Tranquilo.  Vamos, entra en la bañera.

Prem obedeció dócilmente.  El agua estaba tibia y agradable.  Boun se quitó el albornoz y al verlo en su absoluta desnudez la excitación de Prem subió un grado.

-Si en cualquier momento quieres dejar el juego del castigo, solo dilo -Boun estaba muy serio.

Prem asintió con la misma seriedad.  El consentimiento entre los juegos de la poder determinaba la sanidad de la relación entre alfas y omegas.

Boun se metió en la bañera, tras Prem.  Tenía en la mano una esponja y de un bote sacó un líquido color crema.

-Es jabón pero está hecho con plantas calmantes.  Te ayudará a relajarte y con los dolores, lo mismo que el agua tibia.

Prem asintió.  Cerró los ojos y sus músculos se fueron relajando.  Menos uno.  Su erección seguía allí, recordándole dolorosamente que no había recibido el alivio que más deseaba.

Boun pasaba la esponja con suavidad por todo su cuerpo.  Cuando le limpio el interior de los muslos, no pudo evitar gemir en voz alta.

-Calma -dijo el alfa a su oído.

Cuando salieron del baño le secó cuidadosamente.  De nuevo cuando pasó la toalla por sus ingles, cuando levantó sus testículos para secar la zona, gimió con más fuerza.

-Ya falta poco.

Prem se mordió con fuerza el labio.  Boun volvió a tomarle en brazos.

Y al fin le dejo sobre la cama.

Acostado, expuesto, se sentía más seguro y cómodo que nunca.  No importaban los problemas.  Ni la tienda.  Ni el miedo al parto que se había ido instalando lento pero decidido en su cabeza.

El castigo duraba mucho.  Así eran los castigos.  Sabía que podía pedirle que lo detuviera en cualquier momento, pero el placer le inundaba de tal modo que esperar merecía la pena. 

Le besó desde los dedos y el empeine de los pies hasta su cuello, sin reparar ningún sitio excepto sus genitales y su trasero.

Cada beso aumentaba su excitación pero las feromonas de Boun ayudaban a controlarla.

Finalmente le colocó de lado y se puso tras él.

-Será más cómodo así para ti.

Prem asintió.  Tenía razón.

Boun le besó el hombro y empezó a estimularle genitalmente y a frotar su pene contra la espalda.  Estaba duro, húmedo, caliente y llenaba a Prem de promesas de placer pleno.

Al fin, cuando llegó, la penetración le causó un placer increíble.  Mientras Boun estuvo haciéndole el amor tuvo tres orgasmos, uno tras otro.  Boun seguía dándole placer sin tregua.

Al fin, eyaculó en su interior y jadeó contra su nuca.

-Castigo terminado.  Perdonado.

Prem se llenó de satisfacción mientras se quedaba dormido en sus brazos.

El chico de la tienda de dulces||Completa|| ||BounPrem||Omegaverse||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora