Las hermanas Iris y Aria acuden a la coronación del nuevo Rey de Asgard: Thor. Iris, conoce a alguien que pondrá toda su vida en jaque.
Descubre ésta corta pero bonita historia sobre el amor, la pasión y la familia.
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Sé que intimar con él en su estado Jotun me puede lastimar, pero no me importa. Su lengua de fuego contrasta con sus gélidos labios que sólo echan más leña al fuego.
—Estás ardiendo. —jadea.
—Bésame. —es lo que mejor sabemos hacer.
De un fuerte tirón quita la sábana que recorre mi cuerpo, quedo desnuda ante él.
—Así me gustas más. —sus ojos me desean, sus labios se fruncen y mi entrepierna está gritando su nombre.
—Es el momento de cerrar esa preciosa boca que tienes, me importa un carajo que seas Príncipe, futuro Rey o el Dios del Engaño. Te vas a desnudar y te pondrás de rodillas, ante mí. —callado, obedece. Quita su ropa despacio, es un lujo ver como el lino resbala por esos abdominales que parecen esculpidos.
—¿Así está bien? —pregunta sonriendo, no puede evitarlo, estos juegos le gustan demasiado como para no expresarlo.
—Te dije desnudo y de rodillas. —repito mientras él pasa las manos por sus oblicuos para abrir su pantalones, está haciéndome un regalo digno de recompensar. Queda expuesto ante mí, quedo expuesta ante él.
—Arrodillate.
—Como ordenes, Princesa. —sabe lo que su voz hace en mi interior. Despacio se clava ante mí, sus ojos rojos lejos de dar miedo dan serenidad. Su expresión ha cambiado tanto… Pero sigo amándole como el primer día.
—Tengo que decirte que verte doblegado ante mí, me gusta. —pongo mi pié desnudo delicadamente sobre su hombro dejando mi entrada expuesta a él.
—Te huelo desde aquí. —musita.
—Lo sé, eres el depredador más audaz que conozco. —gruñe, me enciende.
—Entonces sabrás que está sumisión es un mero truco para devorarte. —sonríe.
—También lo sé.
—Dime qué más quieres que haga.
—Que me veneres.
—Eso sabes que lo hago siempre. ¿Verdad? —asiento mientras sonrío. —Pero será un placer marcarlo en tu piel.
Seguramente si hubiera una descripción gráfica de mis bajos, sería el Ragnarok.
Con delicadeza, Loki comienza a besar suavemente mis tobillos, trazando lentamente el camino hacia arriba por mis piernas, dedicándose a cada centímetro con reverencia. Sus labios recorren la cara interna de mis muslos, provocando un cosquilleo y un estremecimiento en cada caricia.
A medida que llega a mi intimidad, se toma su tiempo para explorar y saborear cada instante, envolviéndome en una espiral de sensaciones intensas.
