Eres tú...

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Salimos a velocidad increíble junto al resto de guerreros, atravesando el pueblo en un silencio inusual. La ausencia de vida en las calles me inquieta, y solo el sonido monótono de los cascos de los caballos rompe el silencio.

Al llegar a la calle donde mi familia y yo solíamos ser felices, una desesperación latente se apodera de mí. —¡Sigyn! —exclama Volkyr, y corre hacia ella.

—Viene hacia aquí, Volkyr... ¡ELLA VIENE A BUSCARLA! — grita Sigyn, y en sus palabras percibo el deseo de huir y dejarme sola. Pero sé que no lo hará; su compromiso como doncella de Loki es fuerte, y sigue siendo una aliada valiosa.

—Tranquila, amor. Estaremos preparados.  —intenta consolarla Volkyr, pero la incertidumbre flota en el aire. —¿Cómo vamos a estar preparados ante la magia oscura? ¡Es imposible! —responde Sigyn, y Volkyr no tiene respuesta, consciente de la dificultad que enfrentamos.

—No te angusties, Sigyn. —digo acercándome cautelosamente. —El bien siempre acaba con el mal. —Sus ojos reflejan miedo, pero acepta con un asentimiento el propósito.

—Eso siempre lo dijo Loki. —comenta Sigyn emocionada. —Siempre.

Un momento de silencio se crea, interrumpido por el grito de mi madre.

—¡MAMÁ! —En el comedor, la encuentro sangrando por la nariz, asustada y pidiendo ayuda. Sigyn interviene ofreciendo un paño húmedo.

—Está así desde que os marchasteis. Tiene el pulso muy acelerado.

—La va a matar. —susurro con pena.

—Iris... Veo a la guardia real salir de Palacio. Tenemos apenas quince minutos. —informa Volkyr visiblemente nervioso.

—Está bien. Subid a mi madre a la habitación. Sigyn, quédate con ella. No quiero ponerte en riesgo; hay dos hombres que te quieren, y si te pasa algo, no me lo perdonaría. —le digo a Sigyn, consciente de que esos hombres son Loki y Volkyr.

—A sus órdenes. —responde Sigyn.

—Volkyr, manda a dos de nuestros guerreros a buscar supervivientes. Que los reúnan en la taberna, es la mejor construcción que tenemos. Yo os esperaré en la plaza.

—Como mandes. —asiente Volkyr, y se dispersan para cumplir con las indicaciones. La tensión en el aire es palpable, y mientras subo a mi madre a la habitación, siento que el tiempo se desvanece.

Me quedo un momento a solas en el comedor, agarro con fuerza mi vientre.

—Por tí llegaré dónde sea. Dile a Papá que no nos deje. Te quiero, os amo. —mis labios tiemblan, noto que se mueve… Es magia. —Eso es pequeño. Hazme vibrar.

Coloco mi armadura y junto al resto llegó hasta la amplia plaza. Escuchó las posadas de la Guardia.

—Chicos… No hagáis nada. A mi orden.

Espero paciente, mientras, pienso en todo y en nada. Ese momento que se hace eterno pero en realidad es tan fugaz como una estrella. La llegada de la Guardia Real es una procesión macabra que infunde temor y respeto, a pesar de su condición de muertos vivientes. Las armaduras desgarradas y las miradas huecas de los soldados, que alguna vez fueron leales guardianes del Reino, crean un espectáculo espeluznante.

De repente, Aria hace su entrada, aferrada al brazo de Thor, una imagen distorsionada de lo que solían ser.

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