La aldea

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—Iris, sígueme

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—Iris, sígueme.

La bruma de la mañana tiene empantanadas las calles de la aldea. Parece que sólo habitan fantasmas, pues no parece que haya vida alguna.

—Esto no me da buena espina. —susurro deseando que no me escuchen.

Andamos tranquilos, pero con cautela, las ventanas están cerradas a cal y canto. No hay animales.

—¿Qué está pasando, Helgar? —pregunto con evidente desconcierto.

—Este lugar está bajo la influencia de magia oscura, la siento. —eso me asusta más que pensar que todos están muertos. Instintivamente, toco mi vientre, no quiero que nos pase nada malo.

—¿Qué hacemos? —le pregunto intentando acercarme a él.

—Retirada. Volvamos a la ladera. —susurra Helgar ante la mirada atónita de Volkyr.

—¿Qué? ¡Ni hablar!

—Vokyr… Lo mismo Helgar tiene razón. Necesitamos otro plan.

De repente, un señor bastante maloliente, se queda frente a nosotros con una antorcha en la mano.

—Parece que nos quedamos. —dice Helgar poniéndose delante de mí.

—¿Quién osa perturbar la paz de esta aldea?

La voz es bastante tremebunda, sinceramente, parece un zombie.

—Amable Señor. —dice Volkyr dando unos pasos hasta él. —Venimos algo cansados de un largo viaje, hemos parado en esta aldea para descansar y reponer fuerzas.

—No tenéis pinta de peregrinos, vuestros ropajes son costosos y elaborados. ¿QUIÉNES SOIS? —eleva la voz y parece que por su boca sale el mismísimo hell.

—No somos peregrinos, Señor. Somos tres guerreros de Asgard. —responde Volkyr prudente.

—¿Asgard? —asentimos. —De allí es la Reina cuyo poder nos gobierna.

—¿Perdone? —pregunta mi esposo algo espantado.

—Vuestra Reina gobierna con su oscuridad todas las aldeas que rodean Asgard. —siento náuseas. Helgar coge mi mano, debe haberse dado cuenta.

—Nos gustaría saber si podemos tomar algo aquí, estamos cansados. —Volkyr da unos pasos al frente en son de paz.

—No hay problema, la taberna está abierta. —miro la taberna pero parece que nadie habita en ella.

—Déjalos a ellos primero. —susurra Helgar, quiere protegerme y esta vez no discuto.

Entro en la taberna hechizada junto con los demás guerreros. Con cautela observo cómo todo está viejo y abandonado. Las paredes están descascaradas, las mesas están rotas y los asientos están cubiertos de polvo. El único sonido que se escucha es el viento que sopla por las ventanas rotas.

💚𝑺𝒂𝒍𝒗𝒂𝒋𝒆 𝑨𝒎𝒂𝒛𝒐𝒏𝒂💚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora