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Algunos de mis peores recuerdos son del asilo.

A pesar de los horrores de mi vida fuera de las silenciosas y acolchadas paredes, mis recuerdos del asilo eran mucho peores. Los médicos enmascarados, las agujas, las camisas de fuerza y ​​el sentimiento de impotencia de vulnerabilidad constante se acumularon al estrés y la ansiedad que senti cuando me despojaron de cualquier elección o libre albedrío.

Puedo ver mis piernas en el algodón blanco del uniforme de asilo. Pateando mientras dos enfermeras y un médico me arrastran por el pasillo.

-¿Qué hizo esta vez?

-Mordió a otro paciente, señor

-Esa es la quinta vez. Ponle el bozal.

Me agito tan fuerte como puedo, pero es difícil con los brazos atados a la camisa de fuerza. Había ocurrido en el salón del desayuno. Había pasado toda la noche anterior en la sala de aislamiento y la enfermera de guardia nunca se molestó en alimentar a los pacientes en aislamiento. Así que pasé toda la noche muriendo de hambre, medio loca mientras gritaba en la habitación acolchada en la que me habían arrojado.

Luego me sacaron a rastras esta mañana y me pusieron en la sala de desayunos donde el Paciente B40, un loco de unos 40 años que creía que todo lo que veía le pertenecía naturalmente, intentó tomar mi comida.

Entonces lo mordí e inmediatamente me pusieron nuevamente la camisa de fuerza.

Tengo amargos recuerdos de haber sido arrastrada mientras el Paciente B40, que había llorado y gritado por haber sido mordido, ahora estaba desayunando y sonriendo mientras era arrastrada.

Me arrojan de regreso a la habitación acolchada. Soy levantada hasta quedar sentada y antes de que tenga la oportunidad de pelear, me colocan un bozal sobre la boca. Mis gritos salen ahogados, mis ojos enrojecidos con lágrimas de frustración saliendo mientras miro a las enfermeras y al médico.

A ninguno de ellos le importa.

-Doce horas aquí deberían enseñarle -decreta el médico mientras sale de la habitación.

Grito y con cierta dificultad, logro ponerme de pie. Corro hacia la puerta justo a tiempo para que la cierren en mi cara. La pequeña ventana se cierra, dejándome en completa y total oscuridad.

Chillando, me lanzo contra la puerta de acero una y otra y otra vez. El acero del cañón resuena contra mi cabeza, me empiezan a doler los brazos cuando golpeo los codos y los hombros contra la puerta.

Lo peor de las salas de aislamiento es el silencio. Sin sonido, no hay nada que me proteja de mis propios pensamientos y cuanto más permanezco en esa habitación, oscura y silenciosa, más fuertes se vuelven mis pensamientos. Finalmente termino en el suelo, acurrucada, amordazada y atada, dejando que las voces en mi cabeza me consuman hasta que no quede casi nada de mí...

~•~

----¡Tn! ¡Tn, maldita sea, despierta!

Algo me sujeta, está encima de mí y mi primer instinto es luchar. Mis brazos, ya no atados, arañan y golpean hasta que unas manos agarran mis muñecas y me inmovilizan. Grito y cuando abro los ojos, todo es una confusión aterradora y estoy segura de que todavía estoy en esa habitación de aislamiento.

-¡Tn!

Comienzo a agitarme, retorciéndome impotente debajo de lo que sea que esté encima de mí en un intento por quitármelo. Escucho lo que sea que está encima de mí gruñir un poco e intento mover las piernas, pero sea lo que sea, está sentado sobre mí.

𝐆𝐨𝐝'𝐬 𝐌𝐞𝐧𝐮 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora