XI. Rival

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AMANDA

Regresamos a Canberra antes de tiempo, pero no pude ir directo al apartamento para tenerle una sorpresa a mi esposo. El Sr. Black estaba retrasado con varios compromisos, por lo que me pidió que trabajara extra para no incumplir ninguno de ellos.

—Necesito que organices mi agenda y de alguna forma asigna las citas que teníamos pendientes para este fin de semana. Normalmente no trabajo, pero con toda la situación que surgió aquí y teniendo en cuenta que la otra semana estoy lleno de compromisos, no tengo más opción que atenderlos entre el sábado y el domingo.

—Le avisaré a todos —lo miré, tratando de entender por qué se veía tan serio y molesto—. ¿Necesita algo más, Sr. Black?

—Sí, quiero ver el informe de las estadísticas. Supongo que ya tienes algo, ¿no?

—No he podido adelantar mucho estando aquí, pero espero tenerlo listo a tiempo.

—Déjame ver lo que llevas.

—Sí, señor.

Le entregué el computador en el documento que mantenía siempre abierto, puesto que no desaprovechaba cualquier oportunidad que tuviera libre para ir adelantando poco a poco.

Leyó todo en completo silencio y con el ceño fruncido, poniéndome muy nerviosa. Lo que terminó de darme de ansiedad fue verlo borrar y escribir varias veces. Tengo clarísimo que apenas es un borrador, pero que me corrija sin haberlo terminado me genera algo de estrés. Hasta el momento pensé que lo estaba haciendo bien, pero tal parece que no es así.

—Algunos datos debes verificarlos porque no son correctos. Habla con cada departamento de finanzas para que brinden los datos más actualizados.

—Lo tendré en cuenta.

—De resto, está todo muy bien.

Suspiré más tranquila y una sonrisa se dibujó en sus labios.

—Has hecho un excelente trabajo, Amanda. Estos datos están bien, pero supongo que a la hora de ingresar las cifras te equivocaste y, por ende, los errores.

—De hecho, como es apenas un borrador, no me he tomado el tiempo de verificar todo para que esté en orden. Me gusta hacer todo el trabajo y luego repasarlo mil veces de ser necesario antes de presentarlo.

—Me gusta que te tomes tu trabajo tan en serio, eso demuestra que estás comprometida con nosotros —alabó.

—Estoy o no estoy, pero a medias no me gustan las cosas —dejé en claro.

Sonrió, dándome esa mirada que me incomoda y me pone de los nervios. Sus ojos tienen el poder de enmudecer cuando se tornan tan intensos.

—Sé que debes estar cansada y deseas ir a casa, pero necesito el contrato de la Sra. Jenkins. Te compensaré muy bien todas estas horas extras.

Sí, de hecho moría por irme a mi casa, darme un buen baño y dormir plácidamente entre los brazos de mi esposo, pero este trabajo está siendo más demandante de lo que pude imaginar. El Sr. Black no da tregua en nada, es severo y le gusta mantener todo listo con anterioridad.

—No se preocupe, Sr. Black, lo tendré listo en breve —sonreí antes de salir de su oficina y ahogarme en más trabajo.

El tiempo se me fue en un borrón mientras redactaba el contrato según lo que me había indicado mi jefe, gasta que el insistente sonido de mi teléfono me sacó de mis pensamientos. Antes de responderle a Will, me percaté de que pasaban las diez de la noche.

—Hola, mi amor, no me había dado cuenta de que era tan tarde.

—Lo supuse —rio—. Te llamaba ya que tú no lo hiciste. ¿Aun estás en Melbourne?

Deseo Enfermizo[✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora