LX. Fin de semana

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Con el paso de las semanas empezaba a ver las terapias de una forma completamente diferente. La Dra. Collins era muy buena en su labor, comprometida, siempre dando las palabras justas y necesarias para hacer pensar, dejándome actividades para no tener malos pensamientos y así sobrellevar los días venideros.

Si bien aún tenía mucho que sanar, cada vez que salía del consultorio me sentía más ligera. Aún lloraba, maldecía y preguntaba por qué a mí, pero empezaba a comprender la maldad que habitaba en el mundo, esa misma que arrasaba con todo a su paso sin importar las consecuencias ni los daños que ocasionara, y para desgracia mía, había sido su blanco en esta ocasión.

Había tenido la mala suerte de cruzarme con la maldad y, como bien decía la doctora, aunque pensara que era cruel e injusto, debía agradecer que estaba viva, porque eso solo significaba que aún podía cumplir con propósitos que habían quedado en la cajita del olvido, que podía hacerle justicia a los seres queridos que había perdido y no simplemente dejarlos en el olvido.

La motivación seguía perdida, no encontraba algo que me diera fuerzas para continuar, pero día a día me levantaba y empezaba a pensar en lo que haría. Estaba viviendo día por día, uno a la vez y dejándome curar por el flamante tiempo, aunque debía admitir que muy en el fondo una parte de mí ponía de su parte y no se dejaba vencer por ese monstruo que me había destruido sin piedad alguna.

Freya y yo veníamos juntas a todas las terapias, así como Sheyla, Niklas y Bruno nos acompañaban sin falta. Ellos no nos dejaban solas ni un solo segundo, y aquello era muy bonito. Esa compañía, esa fuerza que nos daban, las palabras de aliento y tan solo el hecho de tener un apoyo era realmente agradable y reconfortante.

Me había sentido mal por mi amiga, después de todo, había tenido que renunciar a su trabajo en Estados Unidos para estar aquí conmigo, pero le agradecía tanto que estuviera sosteniendo mi mano. Ahí, en ese momento donde más necesitaba apoyo, no dudaba ni ponía en tela de juicio su amistad. Ella había estado para mí en los mejores momentos de mi vida, había reído conmigo y celebrado mis triunfos, ahora estaba en las malas y seguía al pie del cañón, siendo un soporte que me sostenía para no derrumbarme por completo en el vacío.

Niklas no dejaba de hacerme compañía. A veces simplemente no me decía nada, pero estaba ahí conmigo, dándome sus fuerzas y su apoyo. Era un buen hombre que se preocupaba mucho por mí, que siempre buscaba la forma de hacerme sentir bien. Incluso hacia todo lo que estuviera en sus manos para que no llorara, y cuando la nostalgia y los recuerdos me atrapaban, ahí estaba para sostenerme y consolarme, diciéndome que mi familia, desde donde quiera que se encontraban, estaban conmigo. Que ellos nunca me dejarían sola y siempre estarían conmigo, en mi corazón y en mi mente.

Con Bruno cruzaba muy pocas palabras, pero eso no significaba que no me hiciera sentir bien su compañía y que lo poco que me decía me hiciera cuestionar y me diera fuerzas. Era un hombre de pocas palabras, que se perdía en sus pensamientos con suma facilidad, dirigiendo toda su atención a Freya. Ella era su centro y podía verse a simple vista la frustración que sentía, tal vez porque ella no le permitía cruzar esa línea que había trazado y le costaba mucho borrar entre ellos. Pero parecía tenerle paciencia, esperarla con calma a que aceptara los sentimientos que se veían en sus expresivos ojos verdes.

La Sra. Suzanne era, sin duda, un amor de mujer. Era tranquila, amorosa y siempre estaba ahí sin importar nada, dando consejos, dando fuerzas y apoyo incondicional. Ella me hacía recordar a mi madre, y es que en realidad me trataba como si fuese su hija, algo que en realidad me llenaba tanto el corazón. Su calor maternal era muy reconfortante y me hacía pensar que en este mundo se podía tener más de una madre, y aunque jamás borraría el recuerdo de la mía, ella era un ángel que había llegado a mi vida y me protegía como si de mi verdadera madre se tratase.

Freya se había convertido en una gran amiga, una confidente que me entendía a la perfección y compartía conmigo muchas cosas que nos hacía tener una conexión única y especial. Ahora era mucho más abierta que cuando la conocí, aunque a veces flaqueaba y se rompía en pedazos. Estaba en un proceso difícil de aceptación, donde muchas veces no usaba esa máscara que cubría su rostro y terminaba llorando porque nadie la juzgaba ni la miraba con aberración como ella había creído.

Estaba a pocos días de marcharse a Estados Unidos a su primera consulta. Se le notaba nerviosa, después de todo, se iría ella sola con Bruno, pero el hombre, fiel a su palabra, le había prometido a su madre y a su hermano que la cuidaría y la protegería con su vida misma. Yo solo podía desearle lo mejor, y sabía que ese viaje más que fines médicos, sería provechoso para ella y por fin haría que esos muros que había construido hacía años se derrumbaran. Tenía el presentimiento de que se permitiría borrar esa línea que había trazado y se permitiría sentir y amar una vez más... Esperaba que así fuera, ella merecía ser feliz y Bruno era el hombre indicado.

En vista de que estaban próximos a irse, Niklas quiso hacerles una despedida, también aprovechando que Freya estaba por cumplir años. No nos dijo de qué se trataba, la sorpresa nos llegó a todos cuando salimos ese sábado de la casa desde muy temprano y nos llevó a unas cabañas donde pasaríamos el fin de semana.

—No tenías que hacer todo esto. Sabes que no me gusta festejar mi cumpleaños —le dijo ella en cuanto bajamos del auto y Niklas solo se encogió de hombros, dándole una sonrisa.

—No le des tanta vuelta y permite que celebremos tu vida, hace mucho que no lo hacemos. Además, no sé cuánto tiempo estarás fuera y te voy a extrañar muchísimo —la abrazó y ella guardó silencio.

Entramos a la enorme y bonita cabaña y Niklas nos mostró nuestras habitaciones, así como nos ordenó que tomáramos una ducha y estuviéramos listos en menos de media hora. No sabíamos qué tenía preparado, pero todos estábamos igual de intrigados.

Tomé la ducha y me puse un vestido acorde al clima. El día era caluroso, así que me recogí el cabello en una cola a lo alto y, después de hacía tiempo, le pedí a mi amiga que me prestara algo de su maquillaje. Mi rostro perdió esa palidez y ese poco brillo para tener un poco más de color y vida.

Me contemplé al espejo y una mueca dolorosa surcó mi rostro. Me veía tan delgada, los huesos de la clavícula se marcaban y antes de que me aplicara maquillaje, la palidez se notaba demasiado. Parecía muerta en vida y no era para menos. Esa no era la imagen que recordaba de mí misma, por esa razón me impactó tanto verme tan destruida y acabada. Ya no quedaba nada de ese brillo que resplandecía en mi mirada ahora vacía.

El vestido que me había regalado la Sra. Suzanne era muy bonito, dejaba al descubierto mis hombros y mi escote, pero no me sentía nada cómoda. Por lo que terminé cambiándome de ropa, usando una camiseta que cubría todo lo que estaba mal de mí y un jean que me quedaba algo suelto. No sabía por qué de repente me importaba mi apariencia si hacía meses me había desligado de mí misma, pero en el fondo no quise salir así y que las personas con las que compartía día a día me vieran de esa forma.

Suspiré, perdiendo las ganas de salir, cuando escuché dos toques suaves en mi puerta.

—¿Ya estás lista, Amanda?

Vacilé unos minutos en salir. Estaba dispuesta a decirle a Niklas que no me sentía bien, pero él no me dio tiempo de nada, aunque en su mirada pude darme cuenta de que él sabía que algo me sucedía y por eso tomó mi mano y me guio fuera de la cabaña.

—No tenemos mucho tiempo para llegar al lago si queremos encontrar un buen lugar para hacer el almuerzo y tener buenas vistas.

—¿Iremos a un lago? —inquirí, sintiendo que no debí cambiarme el vestido.

—Sí, pero no le digas a nadie que es una sorpresa —me miró por breves instantes y me guiñó un ojo, esbozando una sonrisa que me dio seguridad y calma—. Este será el mejor fin de semana que hayamos tenido alguna vez y recordaremos estos días para siempre.

Deseo Enfermizo[✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora