LXIX. Felicidad

360 75 11
                                    

El proceso de inseminación artificial fue más fácil e indoloro de lo que llegué a pensar que sería y tuve que esperar varias semanas para poder realizármela, puesto que debía estar en mi periodo de ovulación. Así que en ese tiempo también me administraron medicación hormonal para estimular el crecimiento folicular, cosa que aumentaba el porcentaje del éxito, y me hicieron varios estudios para determinar el día en que se llevaría a cabo la inseminación artificial.

Cuando llegó el día estaba que no cabía de la emoción y el nerviosismo. Todo el proceso se me hizo tan rápido, que aun cuando salí de la consulta me sentía normal, como si no me hubieran realizado absolutamente nada. Mis amigas me acompañaron en todo momento, y me sorprendió tanto ver a Nick a las afueras de la clínica con un regalo para mí que me hizo sentir todavía más feliz de lo que estaba. Eran dos mudas de ropa, una para mí y otra para el bebé que aún no llegaba, del mismo diseño y con un bordado que me llenó el corazón de ternura a más no poder, y un precioso ramo de flores azules y moradas que olían delicioso.

Esa tarde salí de la clínica muy emocionada pese a que las probabilidades de quedar embarazada no eran tan altas como lo sería con la fertilización in vitro o un embarazo natural, pero una parte de mí no dudaba y sabía que lo lograría. Le pedí a Dios y a mi esposo que me hicieran el milagro y estaba segura de que me cumplirían mi mayor sueño. Lo que más deseaba en ese momento era ser madre, estaba lista. Anhelaba tener en mis brazos a mi bebé, una muestra palpable del amor que hubo entre Will y yo.

Nada me haría más feliz que tener un pedacito de él en mí, verlo crecer y darle todo ese amor que guardaba en mi pecho especialmente para él o ella.

Con el pasar de los días, los nervios aumentaban, pero no era más que la ansiedad por saber si estaba embarazada. Aun así, mantenía la calma y no dejaría que los miedos y las inseguridades me comieran la cabeza como en el pasado, cuando deseé tanto ser madre y nunca me llegó aquella bendición y la frustración y el estrés se hizo presente en mi vida. Debía aceptar el resultado que saliera, tal como me lo había dicho la doctora, ya que no era un tratamiento 100% efectivo.

El mes de espera lo trabajé con normalidad, deseando que todo fuese como Dios quisiera, después de todo, estaba a su voluntad. Si él consideraba que era mi momento, nada me haría más feliz en el mundo, pero si aún era demasiado prematuro, seguiría esperando e intentando hasta conseguir mi mayor deseo.

—¿Estás lista?

—Sí, pero debo admitir que me siento muy nerviosa —sostenía en mis manos la prueba de embarazo aun dentro de su empaque, nerviosa de entrar al baño y hacerme la prueba.

—No pienses demasiado en ello, que sea lo que Dios quiera —dijo Sheyla, aparentemente tranquila, pero estaba tan ansiosa como yo, solo que disimulaba para transmitirme calma—. ¿Ya tienes ganas de orinar?

—No —respondí y mis dos amigas, que en ese momento me acompañaban, soltaron una risita.

—Toma más agua —indicó mi mejor amiga.

—Pero ya se tomó tres botellas —Freya siguió riendo y le di la razón—. Tienes que tener la vejiga a punto de explotar, solo que los nervios son más grandes y por eso no has podido entrar al baño.

—Amiga, relaja esa vejiga y orina, por el amor a Dios. Ten compasión de mis pobres nervios y dinos de una vez por todas si seremos tías.

—De acuerdo —suspiré hondo—. Acabemos con los nervios de una vez por todas.

Las dos se quedaron sentadas en mi cama mientras entraba al baño y me realizaba la prueba que lo determinaba todo. Una vez terminé, dejé la tirilla sobre el lavabo y me mantuve a la espera de que pasaran los cinco minutos sentada en la taza del inodoro, ignorando su existencia, pero con el corazón latiendo a mil por segundo y las manos sudando a más no poder. Hacía muchísimo que no me sentía así de ansiosa.

Esos cinco minutos fueron como mil horas, los más eternos de toda mi existencia. Bien podía pedirle a alguna de las chicas que mirara el resultado por mí y evitarme la sorpresa, pero quería ser la primera en saberlo, además de que era algo muy íntimo que estaba compartiendo con Will.

Aunque sonara loco, lo sentía ahí, conmigo, tomando mi mano, abrazándome, dándome su fuerza y mostrándome su apoyo. Era nuestro momento, pese a que yo estaba aquí y él muy lejos, pero presenciando todo desde donde que se encontrara.

Suspiré, lista para cualquier resultado, y tomé la tirilla en mis manos, sintiendo que mi corazón explotaba en mi pecho y que todo a mi alrededor se detenía por largos segundos. Sentí la humedad en mi rostro, lágrimas se deslizaban por mis mejillas sin control alguno, y solo pude cubrirme la cara, evitando los sollozos que querían salir de mi boca.

Pero fue imposible retener mi llanto por mucho tiempo. Lloré como una chiquilla, asustando a mis amigas que entraron de inmediato al baño y me abrazaron con fuerza, diciéndome palabras que ni siquiera lograba entender, porque esa felicidad que sentía explotar en mi pecho me nubló cada uno de los sentidos y me impedía incluso hasta moverme de mi lugar o reaccionar de otra forma.

Positivo...

El resultado había dado positivo, y la sorpresa fue tanta que no podía decir con palabras todo lo que me estaba rebasando. Felicidad, emoción, miedos, anhelo, ternura, tristeza. Todo se acumulaba en mi interior y de la única manera que pude sacar esas emociones fue llorando. Lloraba como si me hubieran dado la peor de las noticias, pero era la felicidad hablando por medio de un llanto que no me hacía sentir ningún tipo de dolor, sino la más grandes de las alegrías.

Después de tanto deseando ser madre, hoy tenía la dicha de gritar a los cuatro vientos que tenía una oportunidad de serlo y de lo bonito que se sentía que Dios me diera un hermoso regalo que no solo me haría feliz, sino pintaría mi mundo de colores y me haría amar cada segundo que me quedara sobre la tierra. Si ya era feliz con la sola idea que me hacía en mente, sabiendo que aún quedaba una etapa larga donde todo podía pasar, no podía imaginar la felicidad que sentiría cuando tuviera a mi bebé entre mis brazos.

—Sé que tenías la ilusión viva en tu corazón, pero recuerda que todo podía pasar y que...

—Voy a ser madre —susurré, interrumpiendo las palabras de Sheyla—. Estoy embarazada. Dio positivo.

—¡Por Dios, Amanda! —me arrebató la tirilla y sus ojos se llenaron de lágrimas, ahora abrazándome con una efusividad que me hizo reír—. Yo pensé que... ¡Voy a ser tía!

—Seremos tías —corrigió Freya y nos volvimos un mar de lágrimas y risas que festejaban la noticia más anhelada del mundo.

Tenía clarísimo que debía ir con la doctora y que no podía ilusionarme demasiado, puesto que cualquier cosa podría pasar, pero ¡estaba embarazada! ¿Cómo iba a ignorar todas las ilusiones que nacieron en mi interior en cuestión de segundos? ¿Cómo iba a no dejarme influenciar por esa emoción y alegría luego de haber deseado ser madre por muchos años?

Lo único que me partía el corazón era que Will no iba a estar a mi lado, viviendo ese proceso que tanto anhelamos y se perdería mucho de su bebé y tampoco lo conocería, pero me sentía feliz porque tendría una parte suya conmigo y que ese amor que existió floreció como lo más lindo y puro, en un ser inocente que me daría el doble de fortalezas y ganas para vivir y ser la mujer más feliz.  



Deseo Enfermizo[✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora