LXV. Amistad

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Fiel a su palabra, Niklas se mantuvo a mi lado incluso en la entrevista, algo que agradecí con el alma porque los nervios y el miedo que sentía no me permitirían hablar con el doctor.

Pensé que el Dr. Brightman iba a poner algún problema porque alguien más estaría con nosotros en la entrevista, pero no dijo nada ni mucho menos hizo cuestionamientos. Todo lo contrario a lo que había creído, fue muy amable conmigo y con Niklas.

—Bueno, Amanda, en realidad más que una entrevista, este es un encuentro para que nos conozcamos antes de empezar a trabajar. Confío en el criterio de Giselle y si ella te recomendó a ojo cerrado, es porque eres una persona confiable. Ahora bien, te voy a explicar tus funciones, aunque tampoco es como que sean muchas. Como te puedes dar cuenta, el consultorio es pequeño y estaremos los dos solos trabajando aquí.

—Entiendo, doctor. Lo único es que no sé absolutamente nada sobre ortodoncia ni como se debe ser una secretaria de un odontólogo —admití, avergonzada—. Toda mi vida he sido secretaria, pero en otros campos completamente distintos a este.

—Oh, no tiene ciencia realmente —sonrió amable—. Lo único que debes hacer es tener el lugar de trabajo limpio y desinfectado, así como cada implemento que vaya a usar para la consulta, y digitar todo lo que te vaya indicando del paciente, ya sabes que, a diferencia de un médico general, mis manos estarán ocupadas y no podré escribir su historial al mismo tiempo. Eso dentro de esa área, de resto, solo debes agendar las citas y mantener el consultorio limpio y ordenado. No son funciones tan complicadas y, en vista de que el lugar es pequeño, no tendrás mucha carga.

—Entendido.

—Los horarios son flexibles, de lunes a viernes de 8 a 5. Los sábados y los domingos jamás se abrirá el consultorio, puesto que suelo descansar y muchas veces hasta viajar durante los fines de semana —explicó—. Espero que todo te haya quedado claro, pero si tienes alguna duda, eres libre de preguntar.

—Sí, todo muy claro, doctor. ¿Cuándo empezaría a trabajar?

—El lunes empezaremos, así que te espero muy puntual, si puedes, treinta o veinte minutos antes para que puedas darle una limpiada a todo y tener todo listo para cuando se abra el consultorio a los pacientes. También me gustaría explicarte algunas cosas, en especial, sobre la limpieza de los implementos que uso en la consulta.

—Estaré puntual el lunes aquí. Gracias por darme la oportunidad y por confiar en mí a ojos cerrados.

—No hay nada que agradecer —sacó de su escritorio una carpeta y me la extendió—. Sé que nos estamos entendiendo a palabra, pero me gusta tener todo bien ordenado y tener todo claro para evitar futuros problemas. Lee el contrato, aunque básicamente dice lo mismo que acabo de explicar. 

Tomé la carpeta en mis manos y leí las dos hojas del contrato, donde, en efecto, decía lo mismo que ya me había explicado más el salario que iba a ganar. No era un gran sueldo ni se podía comparar a lo que en otros trabajos solía ganar, pero para mí era más que perfecto.

Firmé el contrato y salimos de la oficina para encontrarnos a la Dra. Collins sentada en un cómodo sofá en lo que era la sala de espera del consultorio. Ella, al vernos, se puso de pie y me sonrió con esa calma y amabilidad de siempre, pero había algo más en su mirada que no supe descifrar de qué se trataba.

—¿Y bien? ¿Cómo te fue?

—Muy bien, ya quedamos en que el lunes empezaba a trabajar. Gracias por ayudarme en este proceso, doctora.

—No agradezcas, verás como todo empezará a tomar nuevas formas —miró a Niklas, que se había mantenido en completo silencio, pero sin soltarme la mano—. ¿Mañana los veré en el encuentro grupal? Me encantaría que fueran, tenemos preparada una actividad familiar y muy bonita.

Deseo Enfermizo[✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora