EPÍLOGO

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Ser madre ha sido toda una aventura, con bellos y buenos momentos, pero también ha habido otros frustrantes que he sabido sobrellevar con éxito. No ha sido tarea fácil criar a un niño sola, pero de todas maneras he sabido lidiar con cada pequeño obstáculo que se ha cruzado en mi camino. Además de que he tenido, como siempre, el fiel apoyo de mi familia, aquellos que aún seguían a mi lado y no me han dejado sola ni un solo instante.

Ser madre ha sido lo más hermoso que me ha podido pasar en la vida, es un sueño que día a día vivo feliz y dichosa con todo y sus cosas poco gratas, pero al final del día, cuando mi pequeño Will se recuesta en mi pecho y el cansancio lo vence, lo malo se convierte en polvo y solo puedo pensar y quedarme con todo lo bonito que me ha sucedido desde su llegada. Él tiene el poder de que todo lo malo se reduzca y solo pueda ver lo bonito que existe en esta vida.

Will cumplió su primer añito de vida, y ahora es mucho más independiente que antes. Le gusta explorar todo a su alrededor, es un niño bastante curioso y amoroso, también muy hiperactivo y feliz. Es la viva imagen de su padre, con esos impresionantes ojos azules que me hacen enternecer el corazón y un cabello castaño claro con hebras doradas que sobresalen con la luz del sol. De mí sacó quizás su inquietud, no le gusta quedarse quieto ni un solo instante. Y de su padre lo tiene casi todo, su actitud, su elocuencia, su ternura, su pasión por alguna actividad que lo emocione. Todo, es un retrato perfecto de Will.

Por otro lado, él entiende que su padre está en el cielo y desde allá lo cuida y lo ama. Algunas veces la melancolía me llena tanto el pecho que me resulta imposible no llorar. Daría lo que fuera porque Will estuviera aquí, pero la vida nos tenía deparado otro destino y, aunque injusto, lo he aceptado y he aprendido a vivir con su mal designio.

Hoy es la celebración de la fiesta de cumpleaños de mi hijo y todos estaremos presentes, solo que en esta ocasión habrá un nuevo integrante que apenas viene en camino, pero que todos esperamos con las mismas ansias y deseos que cuando nos enteramos de Will.

—Ya está todo listo, solo hace falta que el cumpleañero despierte —Nick llegó a mi lado y reí—. No puedo creer que se haya quedado dormido cuando estaba tan lleno de energía hace menos de media hora.

—Tienes algo de culpa, ¿lo sabías?

—¿Yo?—se señaló, esbozando una sonrisa divertida.

—¿Y lo dudas? —resoplé—. Jugaste demasiado con él y cayó rendido.

—Está despierto desde muy temprano y sabes que cuando no duerme en la mañana, siempre cae en los brazos de Morfeo en las tardes. Solo espero que no se despierte muy tarde o ya no habrá pastel para él.

—¿Te lo piensas comer todo? —enarqué una ceja y soltó una risita divertida—. No lo puedo creer, Niklas Koller.

—El dulce es mi mayor debilidad —me miró con una intensidad que me hizo sonrojar—. Apenas puedo controlarme cuando tengo un postre tan delicioso frente a mí...

El timbre resonó y suspiré aliviada. No sé por qué últimamente me pone tan nerviosa estar tan cerca de él o quedarme mirándolo fijamente por demasiado tiempo.

—Debe ser mi princesa —dijo con una sonrisa divertida y se marchó a abrir la puerta, dándole un fuerte abrazo a Freya.

Lo miré unos instantes y sacudí la cabeza con fuerza. Mi corazón latía fuerte y me sentía una chiquilla cada vez que él se me acercaba, lo más curioso de todo, era que luego de años de amistad, desde hacía unos meses empezaba a verlo de forma diferente y me volvía un ocho en su presencia. No sé por qué me ponía nerviosa cada vez que se me acercaba, me daba un abrazo o me daba un beso en la mejilla. Mi cara quería caerse de la vergüenza, porque muchas veces pensé en ese fugaz beso que me dio el día que nació Will y quedó en el olvido, como si nunca hubiese sucedido, pero que a mí se me había quedado grabado a fuego en la cabeza.

Deseo Enfermizo[✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora