LXI. Bonita

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NIKLAS

El lago al que llegamos era grande y muy hermoso, rodeado de frondosos árboles y senderos que bordeaban el lago. Había pequeños kioscos donde las familias podían cocinar a su gusto y disfrutar no solo de la preciosa vista, sino de la tranquilidad que el lugar transmitía. El aire era fresco pese a que el sol estaba en su máximo esplendor.

Por eso me había gustado cuando me lo recomendaron. Era un lugar tranquilo para pasar en familia, sin tener preocupaciones de nada y olvidar un poco lo que nos atormentaba y toda la carga que llevábamos desde hacía tiempo.

Dejé a mi madre y a las chicas cerca al lago y ellas no tardaron en hablar entre sí mientras Bruno y yo nos hacíamos cargo de preparar el almuerzo. Pero mi mirada no dejaba de desviarse a ellas, en especial a Amanda, que se veía perdida en sus pensamientos y estaba demasiado callada. No era que hablara todo el tiempo, pero sí había estado progresando con el paso de los días y se veía más animada que antes.

¿Qué le sucedió si se veía igual de emocionada e intrigada que el resto?

—¿Qué te tiene tan pensativo y preocupado? —preguntó mi amigo, alistando todo para preparar una ensalada—. Si es por el viaje, sabes que cuidaré a tu hermana con mi vida.

—No me preocupa Freya, sé que contigo estará bien y a salvo.

—Entonces, ¿qué pasa?

—Es Amanda.

—¿Qué hay con ella? —la miró por breves segundos, frunciendo el ceño.

—No lo sé, ha estado muy callada. No es que no le esté, es que en su mirada vi algo diferente a lo que ha estado mostrando estos días. Cuando fui por ella para saber si estaba lista, se veía a punto de llorar, solo que supo disimular sus lágrimas.

—A veces llora de la nada, quizá tuvo algún recuerdo de su familia y por eso ha estado tan triste y cabizbaja hoy —suspiró—. Las terapias le han servido de mucho, aunque aún le hace falta demasiado para sanar por completo. Mira nada más a tu hermana, a ella le ha tomado años, y hasta ahora se está permitiendo sanar la herida. Amanda sanará algún día, quizá tarde al igual que Freya en hacerlo, pero algún día tendrá motivos para seguir y ya no estará más en ese pozo oscuro y desolado.

—Sí, tienes razón.

—Te preocupas bastante por esa chica —dijo, esbozando una sonrisa.

—Se lo prometí a su esposo, además de que ella nos necesita. No podía dejarla sola y a su suerte.

Guardamos silencio y nos dedicamos a cocinar por largos minutos. De pronto vi que Freya se ponía de pie y se alejaba por un sendero ella sola. Quería ir por ella, pero mi amigo se me adelantó y se apresuró a ir detrás de mi hermana.

No dudaba de sus sentimientos por ella, pero me preocupaba bastante que Freya no lo aceptara y Bruno se convirtiera en una sombra. Él jamás se atrevería a hacerle daño, eso lo sabía bien, pero el amor no correspondido a veces nos hacía comportar de una manera distinta y desconocida.

Tardaron en regresar y, cuando lo hicieron, Bruno se veía más frustrado que antes y mi hermana parecía molesta, a punto de soltarse a llorar.

—¿Qué pasó?

—Creo que la cagué —musitó por lo bajo, pero lo suficiente alto para entender sus palabras.

—¿Qué hiciste?

Bruno suspiró hondo, revolviendo sin muchas ganas la ensalada que hacía rato había quedado lista.

—La besé —presionó los labios con fuerza y suspiré—. No me digas nada, ella ya lo hizo por ti, y antes de que me juzgues o me digas cualquier otra cosa, me cansé de que se menosprecie, de que hable por mí y se vea con mis ojos como si tuviera el poder de saber cómo la veo yo. Me cansé de que se diga muchas cosas horribles y desagradables. En ese momento solo pude pensar en callarle esa boquita, en que, si con palabras no le quedaba claro lo que sentía, entonces con mis besos sí iba a comprender. Pero... —bufó—. La cagué hasta el fondo, lo sé, pero no me arrepiento. Había estado deseando probar sus labios desde hace mucho... Y su negativa y su reacción solo me rompieron el corazón.

—Debes tener paciencia y comprender que para ella no es fácil. Siempre has estado con nosotros y nunca has mostrado interés por ella sino hasta ahora.

—Porque me cohibía precisamente porque ella se negaba a escuchar y a abrirse a mí. Se refugiaba en sí misma y no permitía que nadie se acercara. La comprendo y trato de ser paciente, pero ya no podía seguir ocultando lo que sentía y me estaba ahogando. Y ahora no sé qué va a pasar con el viaje.

—Esperemos que no vaya a dar pasos hacia atrás.

—Ojalá no...

Lo que había empezado bien, parecía haberse arruinado, pero de ninguna manera iba a permitir que este fin de semana fuese incómodo para todos. Había querido hacer este pequeño viaje para olvidarnos de todo lo malo, para dejar todo eso que nos agobiaba atrás y no pensaba dejar que un beso terminara con toda esta calma que se sentía en este lugar.

A la hora del almuerzo todos estábamos en silencio, así que me vi en la obligación de tomar la palabra y desearle lo mejor a mi hermanita de ahora en adelante,  de felicitarla no solo por su cumpleaños, sino por ese paso tan importante que había decidido dar al operarse y dejar atrás todas las huellas de su doloroso pasado. Le dije lo orgulloso que estaba de ella y la apreté contra mi pecho cuando lloró, diciendo que estaba feliz de estar ahí, compartiendo un día más con las personas más importantes de su vida, incluyendo a las dos que se habían sumado en el camino y ahora hacían parte de su familia. Tanto Amanda como Sheyla se habían convertido en sus amigas y hacia que sus días no fuesen tan tristes y desolados.

Amanda era una mujer bastante elocuente, que pese a llevar un gran dolor en su alma, tenía muchos consejos que dar y palabras llenas de aliento que ofrecer. En cuanto a Sheyla, ella era bastante divertida y risueña, siempre sacando sonrisas con todo lo que solía soltar sin penas ni vergüenzas.

Miré a mi familia a mi alrededor y me sentí dichoso de estar con ellos, de tenerlos a cada uno siendo parte de mi vida. Mi madre tenía esperanzas en su mirada, un brillo que hacía mucho había perdido y ahora renacía con fuerza. Mi hermana, pese a todo, sonreía y brillaba con su luz propia, dejándonos en claro la fuerza que poseía para no dejarse caer nuevamente. Estaba en pie, luchando para conseguir todo lo que en su corazón empezaba a florecer muy lentamente. Estaba decidida a ser feliz y a mi parecer iba por el camino correcto por más que se negara a aceptarlo.

Mi mejor amigo, que con su amistad dejaba en claro lo importante que era para él y que siempre estaría conmigo en las buenas y malas. No solo se trataba del amor que sentía por mi hermana, también había sido mi gran apoyo en esos momentos tan duros que atravesé y en los que pensé que ya no podía continuar.

Sheyla y Amanda eran nuevas en mi vida, aun así, ellas se habían acoplado tan bien que parecía que siempre hubiesen hecho parte de nosotros. Sheyla era una chica amable y risueña, siempre sacando su buen humor y haciéndonos sentir mejor cuando el manto gris pretendía cobijarnos. Y con Amanda era todo diferente, a ella solo podía pensar en protegerla y cuidarla, en tratar de hacer algo por ella, para que fuera feliz, para que saliera de su tristeza y soledad.

A veces la culpa y el karma me golpeaban, así como los recuerdos me recriminaban muchas cosas que se salieron de mis manos y no pude hacer nada, pero de eso se trataba este nuevo comienzo de vida, de superar todo lo malo y empezar de cero. De ir olvidando todo lo malo y crear buenos momentos. Todos los que estábamos sentados en esta mesa teníamos que sanar, y lo haríamos juntos y unidos como la familia que éramos.

—Gracias por este fin de semana, Nick —me dijo mi hermana y dejé un beso en su frente.

—No hay nada que agradecer, todos merecíamos un poco de descanso.

—Y este lugar es de ensueño, muy hermoso todo por aquí —añadió Sheyla—. Estoy pensando en quedarme a vivir aquí para siempre. Con esta tranquilidad moriría en paz.

—¿No te gustaría volver a tu país? —le preguntó Freya.

—Sí, claro, pero donde Amanda esté ahí estaré. No me importa si quiere llevarme a China, es más, con gusto me voy por esos lares. No me quejo de nada.

La aludida levantó la cabeza de su plato y le sonrió, una sonrisa genuina y verdadera que se transformó en una risa natural y melódica.

Me quedé mirando a Amanda y no pude dejar de mirarla hasta que sus mejillas enrojecieron. Se veía tan bonita sonriendo de esa forma, iluminando no solo su rostro, sino todo a su alrededor. Debería sonreír más a menudo, se veía tan bonita cuando lo hacía.

Deseo Enfermizo[✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora