LIV. Libres

609 82 35
                                    

—Te aplaudiría si pudiera, pero tengo las manos atadas —escuché la voz de Julen y lo miré de reojo—. Qué manera tan interesante de hacer sufrir a un ser humano. A mí nunca se me hubiera ocurrido matar a mi madre de esa manera. ¿Por qué no lo piensas mejor y trabajas para mí, Baltz? ¿Ese es tu verdadero nombre? Supongo que no y eso es lo de menos. ¿Sabes? Tú y yo no somos tan diferentes. Buscas "hacer justicia" por la zorrita de tu hermana, pero mírate, comiendo fríamente de tu venganza y degustando su sabor con tanto placer y satisfacción —sonrió torcido—. ¿No es magnífico tener ese poder en el ser humano?

Este tipo de verdad no tenía ningún tipo de empatía ni de sentimiento en su corazón. Aun viendo a su madre muerta era capaz de hablar y bromear como si nada, cuando pensé que iba a enloquecer al verla morir tan cruelmente, pero para él no resultó más que interesante.

¿Acaso no le dolía ni un poco que la hubiese matado? ¿Realmente no sentía nada? Ella era su madre, la mujer que le dio la vida, ¿acaso no sentía nada o solo se estaba haciendo el fuerte para ganar tiempo?
Pero en su mirada azulada no había más que vacío y frialdad. O era un experto fingiendo o verdaderamente le causaba placer ver morir a las personas. Aun así, era su madre, no cualquiera.

—¿Qué dices? Piénsalo muy bien. Quédate a mi lado y juntos podríamos lograr tantas cosas fascinantes e interesantes.

No me cabía ni la menor duda de que Julen era un psicópata, alguien carente de empatía y emociones, que aun sabiendo que iba a morir, buscaba persuadirme para hacerme cambiar de opinión y liberarlo.
Su forma de actuar, de hablar y de reaccionar ante cualquier situación, todas las carencias emocionales que había presentado, su narcisismo, su manipulación, su falta de remordimiento y culpa, la violencia y frialdad con la que asesinaba, su impulsividad, su comportamiento errático cuando Amanda y varias situaciones se salían de sus manos: todo eso y muchos más rasgos que había notado a lo largo de los años que estuve trabajando para él, formaban un perfil psicópata en mi cabeza, respondiendo a muchas de las preguntas que me había hecho en el pasado y hacía unos instantes.

Siempre me pregunté por qué le había hecho tanto daño a mi hermana, por qué la había maltratado de esa forma, por qué permitió que la violaran e hicieran con ella lo que quisieran, como si no fuese importante en su vida, como si no la amara luego de prometer ante el altar. Por qué llegó a tal punto de querer deshacerse de ella, infringiéndole un dolor y un daño imborrable e irreparable. Por qué juró amarla ante Dios cuando en realidad no sentía ni un poco de cariño hacia ella. No podía ver su condición como un pretexto o una excusa para evadir las atrocidades que había hecho. Fuese psicópata o no, no era más que un monstruo a mis ojos mientras que para él no era nada significativo ni valioso. Primero estaba él y sus deseos, su propia satisfacción personal, y la muerte y el sufrimiento ajeno eran un medio para conseguir todos sus deseos.

Incluso si ahora mismo lo torturaba y lo mataba, dudaba que mostrara algún tipo de emoción por más dolor que le provocara. Se había mantenido estoico e indiferente cuando Bruno lo golpeó. No sentía ni sintió un poco de miedo.

—Tu silencio me dice que estás pensando en muchas cosas. ¿Entre esas está mi propuesta?

¿Por qué de repente hablaba tanto? Desde que habíamos llegado a la bodega se había mantenido en completo silencio. No había mostrado interés alguno en hablar o querer librarse de la muerte.

—¿Qué te hace pensar que voy a unirme a ti, pedazo de mierda?

—Me estás mirando de una forma muy interesante.

—Hay que ser muy caradura en esta vida para tener los cojones bien puestos para pedirme tal cosa luego de todo lo que le hiciste vivir a mi hermana —me acerqué a él a paso lento—. ¿Aún no has comprendido que vas a morir muy lentamente en mis manos o tengo que hacerte un dibujo?

Deseo Enfermizo[✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora