El miedo que sentía era tanto que trataba de hacer el esfuerzo sobrehumano para que Julen no se diera cuenta de que mis manos temblaban sin parar y que las lágrimas estaban al borde de mis ojos. Mi corazón latía muy fuerte y trataba de no pensar en lo que sucedería quizá en un par de horas, donde ya no tendría ninguna excusa de escapar ni nada me salvaría de mi maldito destino.
Aceptarlo no era tan sencillo como parecía, después de todo, no deseaba nada de él, ni siquiera quería estar en ese lugar, en manos de un loco que aun no terminaba de conocer cuáles eran sus límites. Pero no debía conocerlos para saber que haría cualquier cosa para tenerme, si bastaba con el hecho de secuestrarme para saber que no era alguien en quien pudiera confiar por más que se mostrara dulce y amable.
Esa era su máscara, pero por más que supiera usarla, la realidad no me permitiría caer en esos encantos que no eran más que falsedad.
Sentía el estómago revuelto ante su mirada intensa e imponente, pero me obligué a comer lo más que pudiese, llevando cada bocado a mi boca de manera lenta y masticando de igual forma, tomándome el tiempo de sacarle hasta el más mínimo jugo a la carne y la verdura hasta que tuviese un sabor insípido antes de tragarla. Me costaba pasar la comida, de hecho, quería vomitarla, pero la tragaba después de mucho tiempo, tratando de salvarme, aunque ya no había salvación alguna para mí.
Entre bocados bebía pequeños sorbos de agua para que la comida no quedara atascada en mi garganta, y todo era mucho más complicado al ser observada por esa manera tan inquietante, como si deseara apartar todo lo que estuviera en el medio y tomarme allí mismo.
Cuando terminé el último bocado, me zambullí el postre de la misma manera, solo que esta vez sí que me permití saborearlo. El sabor dulce explotaba en mi boca y, pese a la situación y que el miedo fluía por mi sangre con rapidez, estaba disfrutando de los ricos sabores del chocolate y lo ácido y dulzón de la salsa de mora que lo bañaba.
—Vaya, tenías hambre —rompió el silencio, dándome una sonrisa encantadora—. No te había visto comerte todo hasta hoy.
—Todo estaba delicioso y tenía hambre —mentí.
—Me alegra que estés comiendo mejor y que estés asimilando a los cambios de tu vida.
Bajé la vista, llevando otro trozo del postre a mi boca, queriendo reír de sus palabras. ¿Asimilando? ¿Qué debía asimilar? ¿Qué me había secuestrado y que a fuerza me estaba convirtiendo en su "mujer"? No me cabía ni la menor duda de que era un maldito loco, uno muy peligroso que debía irme con cuidado para no levantar sospechas o no sabía lo que podría hacerme si se enteraba que solo estaba fingiendo.
Una parte de mí sí había asimilado el hecho del secuestro y que no sería sencillo escapar de esta casa, pero eso no significaba que aceptaría a un loco que me estaba haciendo mucho daño, quebrantando todo mi ser a su antojo y dejando en claro que el mal muchas veces le ganaría al bien.
Era humillante, vergonzoso y asqueroso lo que había sucedido en la biblioteca. Aun me cuestionaba del por qué me había sentido de esa manera aun cuando sentía asco y odio por ese hombre.
Tan pronto terminé de comer, me llevó de la mano hacia el exterior de la casa. Todos los hombres de seguridad, al vernos, nos siguieron de inmediato, solo que Julen levantó la mano y les ordenó quedarse en sus lugares, pero en los ojos de todos esos hombres se veía la desconfianza hacia mí, como si yo fuese un peligro inminente para su jefe y no al contrario. Al final no tuvieron más opción que obedecerlo.
—Quiero estar a solas contigo, mi diosa —me dijo, guiándome por un sendero hacia la parte boscosa—. No me gustaría que otros vieran lo que es mío, y el que se atreva a hacerlo, aunque sea por error, le arrancaré los ojos.
ESTÁS LEYENDO
Deseo Enfermizo[✓]
Misterio / SuspensoAmanda es feliz junto a su esposo, sin embargo, su perfecta y maravillosa vida se empieza a desmoronar a medida que su nuevo jefe; Julen Black, hace hasta lo indecible para poseerla y tenerla en sus manos, sin importar el tipo de trucos que use para...