LVI. Conexión

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—¿Realmente ese... monstruo murió? —escuché una voz suave y femenina a mi espalda y me aparté de mi hermana para darle cara a Amanda—. ¿Es... cierto?

—Sí, Julen Black, su madre y su tío están muertos —le aseguré y sus ojos, carentes de vida y brillo, se llenaron de lágrimas—. La pesadilla al fin acabó.

—Amanda, ¿qué haces fuera de la cama? Deberías estar en la habitación, descansando.

Mi madre se acercó a ella y la tomó de las manos con suavidad, luciendo genuinamente preocupada por ella y el estado en el que se encontraba, uno muy diferente al que vi la última vez.

Más delgada, con grandes ojeras, sin vida alguna y un vacío y dolor que podía entender a la perfección. Ella estaba destruida y me dolía el alma tener que rematarla con la noticia de la muerte de su esposo, quizá su única esperanza entre tanto sufrimiento.

—¿De qué sirve que haya muerto si acabó con nuestras vidas? —sus lágrimas cayeron sin más—. ¿Qué cambia que haya muerto?

—No cambia nada, tampoco se puede devolver todo lo que nos quitó, pero al menos ya no será más un verdugo en nuestras vidas.

Asintió, dejándose sostener por mi madre mientras me llenaba de fuerzas para decirle lo de su esposo. Se lo tenía que decir, pero verla en ese estado tan vulnerable y frágil me hizo perder toda la valentía que creía que tenía.

—Gracias por todo, Niklas —me dijo luego de un largo silencio—. Gracias por lo que hiciste por mí cuando me salvaste, arriesgando tu vida de paso. Yo... lo único que puedo decirte es eso, un gracias pese a todo.

—No tienes que agradecer nada. Lo habría hecho por cualquier persona que me necesitara y estuviera en peligro.

—No quiero interrumpir ni dañar el encuentro con tu familia, pero... Mi esposo estaba vivo, lo supimos hace poco. ¿Tú pudiste verlo? ¿Ese ser lo tenía secuestrado como a mí?

La urgencia en su voz, la esperanza en su mirada, una pequeña luz que la hacía sentir viva apareció y me golpeó justo en el centro del corazón. Sentí que el aire me faltaba y que mi estómago y todo mi ser se retorcía. Lo más difícil de todo era dar ese tipo de noticias tan dolorosas y malas, destrozando los corazones y las ilusiones de las personas.

—Lo tenía secuestrado —dije finalmente—, pero...

—No —su voz tembló y se tambaleó, sosteniéndose de mi madre con fuerza—. No me digas nada malo, por favor. Dime que mi esposo está vivo, malherido, pero vivo y que pronto estaremos juntos de nuevo, que todo esto quedará en el pasado y enterrado y podremos rehacer nuestras vidas muy lejos de aquí.

Tragué saliva, dándole una mirada fugaz a mi madre, quien me miró con sus ojos llorosos y apretó con más fuerza entre sus brazos a una mujer que estaba a punto de quebrarse en su totalidad.

—Lo siento mucho, Amanda —el nudo en mi garganta se hizo mucho más denso, quemando todo a su paso y haciendo que fuese doloroso hablar—. Hice todo lo posible para salvarlo, pero era muy tarde. Los daños eran severos y tu esposo no lo soportó...

Su desgarrador grito apagó mi voz. Su llanto salió desconsolado y se desvaneció sin más en los brazos de mi madre, ahogándose en lágrimas y en su dolor.

Me apresuré a ayudarle a mi madre a sostenerla, pero era tan doloroso ver a una persona sufrir de esa manera. Ahora sí había quedado sola, completamente destruida y desamparada y nadie podía entender ese sufrimiento que la estaba matando de una manera muy cruel y lenta. 

Yo tuve la fortuna de llegar a tiempo para salvar a mi hermana pese a todas las secuelas que quedaron en su piel y en su alma, pero Amanda perdió a sus padres, a su esposo, a toda su familia en manos de un ser enfermo. Lo había perdido todo y solo ella podía saber que habría sido mejor morir que haber quedado muerta en vida, lo dejaba en claro con sus gritos y su incontrolable y agónico llanto.

Deseo Enfermizo[✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora