LXIV. Protegida

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No quise pensar demasiado en la actitud extraña de Niklas, así que le pedí a Sheyla que me ayudara a elegir un vestido para presentarme a la entrevista, pero todo lo que me pusiera no me gustaba ni me quedaba bien. Aún me veía muy delgada pese a que empezaba a comer más. Todo lo que me ponía me quedaba grande o mal, no me hacía sentir nada cómoda.

Viendo mi frustración, la Sra. Suzanne me dio un vestido verde que pertenecía a Freya y me aseguró que ella se lo había puesto una sola vez en su vida y nunca más lo volvió a usar. Era muy hermoso, sensual y elegante, como si fuese de fiesta, pero también podría funcionar para una entrevista.

Me lo puse renuente y rendida, y fue el que más a medida me quedó, aunque aún me quedaba algo suelto. Ya no tenía la misma carne que antes y eso solo me hacía sentir mal.

—El vestido es hermoso, pero a mí no me queda bien —salí del baño, rozando la tela con la yema de mis dedos—. Estoy demasiado... Flaca.

—Eso con el tiempo se arregla, así que no te frustres. De momento puedo hacerle unos ajustes al vestido —la Sra. Suzanne se acercó a mí y sujetó el vestido de ambos lados de mi cadera—. Unos cinco o seis centímetros y queda perfecto. Te ves hermosa con este vestido, resalta tu piel y tus ojos.

—Sí, amiga, te ves preciosa.

Guardé silencio y esperé sentada en la cama para que ella hiciera los ajustes adecuados al vestido. Cuando regresó y me lo volví a probar, el vestido se ajustó a mi cuerpo y debía darles la razón, el color y en sí el estilo del vestido resaltaba mi piel lechosa y el claro de mis ojos avellanas, haciéndome lucir bonita.

Hacía mucho que no me sentía bien con mi aspecto, aunque no me gustaba que mis brazos se vieran tan delgados. En ese momento no me gustaba nada de mí y odié que ese monstruo hubiese tenido tanto poder en mí. Aún lo tenía, pero luchaba para tomar el control y erradicarlo para siempre incluso de mis sueños, aquel único lugar sagrado donde podía estar más cerca de mi familia y compartir con ellos.

Suspiré, nada borraría el dolor en mi corazón, pero haría el esfuerzo de vivir lo mejor posible lo que me quedase de vida. No podía simplemente quedarme esperando a que el tiempo pasara y me llevara a rastras.

Tanto Sheyla como la Sra. Suzanne me ayudaron a dejar todo listo para el día siguiente. Me sentía nerviosa, muy temerosa de que algo saliera mal, de que me volviera a topar con un loco, pero no podía pensar así de todas las personas. No todos eran malos y no todos se acercaban con una mala intención, prueba de eso estaban Niklas y su familia.

Pero ese era un pensamiento que me atormentaba y me hacía, muchas veces, vivir aislada del mundo. El miedo que había quedado en mi ser era difícil de soltar, aun así, era un paso muy grande que me motivara a salir, a trabajar.

La noche fue eterna y tortuosa con todos esos sueños revueltos, dolorosos y tristes que no me dejaron descansar. Sentía que me ahogaba y que no era buena idea trabajar tan pronto, pero muy en el fondo, una parte de mí, me decía que sí podía lograrlo, que no me diera por vencida.

Tomé un baño largo que me ayudó a mermar toda la tensión de mis hombros y el cansancio de mi cuerpo antes de salir y dejar que Sheyla me ayudara a arreglarme. Ella peinó mi cabello y me maquilló de una forma que hace mucho no hacía, dejándome completamente perfecta y linda para presentarme en la entrevista.

—Quedaste preciosa, toda una belleza —me sonrió una vez terminó y le devolví el gesto—. ¿A qué hora es la entrevista?

—La doctora no me lo dijo, solo que llegara a su casa y de ahí me llevaba hasta donde estaba ubicado el consultorio del odontólogo.

—Ya veo, entonces apúrate y desayuna antes de irte. ¿Crees que Niklas te lleve?

—No lo sé, le pediré el favor si puede hacerlo.

—¿Realmente no quieres que te acompañe? —preguntó por enésima vez.

—No, deberías descansar. Anoche no pegaste el ojo por mi culpa, así que aprovecha y duerme un rato más.

—De acuerdo, pero llámame si necesitas algo e iré por ti de inmediato —me entregó su teléfono y me abrazó.

—Lo haré, también necesito comprarme un teléfono, así que espero que me den el trabajo.

—Verás que lo vas a conseguir —me dio un beso en la mejilla y salí de la habitación.

Cuando bajé a la cocina, Niklas era el único que se encontraba en el comedor, desayunando tranquilamente sin apartar la vista de su teléfono.

—Buenos días —saludé, cruzando hacia la cocina para servir una taza de café—. ¿Vas a salir al pueblo?

—Buenos días. Sí, hoy me entregan el local, así que aprovecharé el día para llevar todo el mobiliario.

—Oh, eso es una buena noticia —cogí varias tostadas y me senté frente a él—. ¿De paso me podrías dejar en la casa de la Dra. Collins, por favor?

—Sí, claro —asintió, levantando el rostro y por fin mirándome a la cara, pero mi aspecto pareció sorprenderlp, porque guardó silencio por varios segundos—. ¿Tienes consulta hoy?

—No, voy a una entrevista de trabajo.

—¿Entrevista?

—Sí, la doctora me recomendó con un colega suyo que necesita una secretaria ahora que va a abrir un consultorio en el pueblo, así que tomé la oportunidad. Necesito el dinero para ayudar en algo aquí y comprarme mis propias cosas, ya no quiero seguir abusando de ti. Además de que ella me recomendó que me fuera incorporando poco a poco a mi rutina anterior —sonreí apenas un poco—. Antes era una adicta al trabajo, no podía quedarme quieta. Así que me dijo que trabajar me ayudaría a salir de esa oscuridad poco a poco.

—Sabes que no tengo problema en pagar lo que necesitas.

—Lo sé, pero... Ya siento que soy una carga.

—Nunca lo has sido y nunca lo serás. Pero si tú estás lista para trabajar, no me voy a oponer, no soy quien para hacerlo. Por el contrario, me alegro mucho de que te motives a salir adelante —me sonrió—. Come, tienes que tener fuerzas para que brilles en esa entrevista. Toma, come fruta, porque café con tostadas no es suficiente. ¿Quieres huevos revueltos?

—No te tomes tantas molestias conmigo.

—Qué va, debes alimentarte bien —se puso de pie y fue hasta la cocina—. Mi madre dejó jugo de naranja hecho, ¿quieres un poco?

—Sí, gracias.

Poco después me trajo un desayuno rico y nutritivo, y se sentó a mi lado a seguir comiendo el suyo. En definitiva, yo era la que estaba viendo cosas donde no las había. Niklas seguía siendo el mismo, tratándome igual que siempre, preocupándose por mi bienestar, porque comiera bien y estuviera a gusto.

Tan pronto terminamos salimos en su auto rumbo al pueblo. Él iba tranquilizándome de camino mientras los nervios me consumían por dentro y me hacía pensar en cosas que no debía, pero que igual martillaban mi cabeza y mi corazón.

—Si te hace sentir más tranquila, no tengo problema en acompañarte.

—Pero tú tienes cosas que hacer. Lo menos que quiero es molestarte —susurré, aunque una voz en mi interior gritaba que sí sin pensarlo. Me sentiría más segura si él estuviera ahí conmigo.

—No eres ninguna molestia, Amanda —me miró de reojo y atrapó mi mano entre la suya, dándome un fuerte apretón y acariciando el dorso con suavidad—. Cada vez que me necesites estaré siempre para ti.

Su toque me dio la calma que necesitaba, además de que no permitió que siguiera pellizcando mis muslos más tiempo.

—Gracias, Nik —me aferré de su mano con fuerza, no quería soltarme de ella nunca—. A tu lado me siento protegida.

No dijo nada, solo se mantuvo conduciendo en silencio sin soltarme la mano hasta que llegamos a la casa de la doctora, dándome la seguridad y la protección que tanto necesitaba. Con él me sentía bien, porque confiaba en que nunca me soltaría y me dejaría a mi suerte, por eso me había sentido tan mal los días anteriores, cuando esa parte vulnerable de mí sintió que se alejaba, que me estaba haciendo a un lado.

Deseo Enfermizo[✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora