XLI. Incógnitas e incertidumbres

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—Iniciaré la investigación lo más pronto posible. Si tus padres salieron del país debe haber registros que lo demuestren, sea que lo hayan hecho vivos o… muertos.

—Julen es un maldito loco. Les dijo a toda mi familia que estábamos muertos, ¡incluso usó cuerpos de quién sabe quiénes para hacerlo más creíble!

—Es un hombre que lo calcula todo demasiado bien, supongo que no contaba con que fueras a escapar.

Suspiré hondo, recostando mi espalda en la cama. Hablar con Sheyla me puso feliz por una parte, pero por la otra surgió una preocupación incesante que no me permitía sentir paz. No podía estar tranquila sin saber nada de mis padres, mucho menos cuando cabía la posibilidad de que estuvieran en manos de ese loco psicópata.

—¿Y si los secuestró como a mí?

—Es una posibilidad que no podemos descartar —se acercó a la camilla y apoyó su mano en mi hombro, apretándolo tan solo un poco y con mucha suavidad—. Sé lo desesperante que resulta todo esto, pero confía en mí, Amanda. Te ayudaré a encontrar a tus padres y a tu esposo, porque si Julen mintió con tu muerte, es probable que ellos estén vivos y simplemente los tenga secuestrados.

Mi corazón aleteó con fuerza. Daría mi vida de ser necesario si con eso me dieran la plena seguridad de que Will, mis padres y mis suegros estaban vivos y no muertos como ellos me hicieron creerlo.

Ahora que muchas cosas habían sido reveladas, otras aún seguían en una incógnita que no descansaría hasta conocer toda la verdad.

Una parte de mí se sentía esperanzada, pero la otra se preparaba lo mejor que podía para recibir el peor de los golpes. No sabía cuál sería mi reacción y qué tan fuerte afrontaría la realidad, pero necesitaba saber que mi familia estaba fuera del control de ese enfermo, porque si él los tenía, no dudaría un segundo en usarlos para retenerme de nuevo.

El Agt. Stevenson se marchó con la intención de iniciar su trabajo lo más rápido que pudiera mientras yo me quedaba en una cama de hospital, desesperada, ansiosa, con el corazón hecho puño en la mano y la angustia por no saber lo que realmente había pasado con mi esposo y mis padres.

Me sentía tan impotente en ese momento, no podía quedarme simplemente de brazos cruzados, pero tampoco había mucho que pudiera hacer. Solo me quedaba confiar en el Agt. Stevenson y esperar a que me trajera buenas noticias.

⁠♡

Los siguientes días fueron un calvario, estaba al borde de la locura al no saber nada. El Agt. Stevenson no había vuelto y eso me tenía sumamente alterada y preocupada. Y no ayudaba en lo absoluto que llamara a casa todos los días durante varias horas, pero es que aún existía una pequeña esperanza en mi corazón que me hacía llamar a mis padres incesantemente, con la idea de que tomarían la llamada y me dirían que estaban bien.

Me estaba recuperando satisfactoriamente y empezaba a comer más, pero lo hacía más que todo para estar sana y fuerte para mi familia, porque si fuese por mí, hacia mucho que me hubiese dejado morir.

La psicóloga venía a diario, pero no tenía mucho que hablar con ella. Era como si el dolor hubiese sido enjaulado y solo podía pensar, sentir y vivir por mi familia. Me estaba haciendo daño yo misma, eso lo sabía de sobra, pero más daño del que me había hecho Julen no podría vivir una segunda vez.

Esa tarde llovía con demasiada fuerza, una tempestad que desataba una ola de malos pensamientos en mi cabeza y me hacía sentir gran dolor en el pecho, como un preludio de lo que venía en realidad.

Miraba por la ventana la lluvia caer, repiqueteando con fuerza contra el cristal. El cielo estaba cubierto de un manto gris, pronosticando que el mal tiempo se alargaría por varias horas, cuando la puerta de la habitación sonó y el Agt. Stevenson, algo empapado por la lluvia, entró.

Deseo Enfermizo[✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora