No era Melbourne el lugar al que quería ir, pero no iba a negar ni mucho menos a mentir al decirme que estaba feliz de estar fuera de esa isla desolada y rodeada de solo agua. Al menos desde aquella ciudad tenía una oportunidad, podría conseguir ayuda aunque sabía que debía irme con mucho cuidado, escapar de las garras de un lobo disfrazado de oveja, contactar a mis padres o saber algo de mi esposo. Esa esperanza de que Will estuviese sano y a salvo aun latía en pecho y no dejaba de rezar a un Dios que parecía haberme recordado porque él estuviera con bien.
No volví a hablarle al guardaespaldas, quizá por las advertencias que me había dejado bien claras o porque ya no me era tan necesario para salir de esa isla, pero algo me decía que aun podía ganármelo para escapar una vez estuviéramos en Melbourne, pese a que sabía lo difícil que sería. Allí Julen estaría todo el tiempo encima de mí y no sería cosa sencilla escaparme.
Los días antes de salir de la isla se me hicieron eternos. No veía la hora de estar en tierra firme, saber que no estaba tan excluida de la sociedad. Aunque aquella isla era muy hermosa, no podía admirar tanta belleza por el miedo constante que sentía en mi alma.
Cuando llegó el día de abandonar aquel bello lugar, una sonrisa sincera se dibujó en mi rostro, pero murió al instante en que varios de los hombres de Julen me hicieron subir a un jet muy lujoso y me cubrieron la cabeza con una capucha.
—¿Por qué tengo que ponerme esto en la cabeza? —me quejé, con la intensión de quitarme la capucha, pero una mano me lo impidió—. No me dijeron que debía ponerme esto.
—Son órdenes del jefe, así que coopere o me veré en la obligación de sedarla —dijo la misma voz del guardaespaldas con el que había hablado varias veces y guardé silencio.
—¿Y dónde se supone está tu jefe? Pensé que me llevaría de regreso él mismo.
—Él la recibirá en Melbourne, no se preocupe —fue todo lo que dijo, antes de decir que ya era hora de marcharnos.
Sentía miedo de que no fueran a llevarme a Melbourne sino a otro lugar, aún peor, pensaba que me matarían y tirarían mi cuerpo al mar. Estaba asustada al no poder ver hacia dónde nos dirigíamos, pero no tenía más opción que confiar en ellos y esperar con falsa calma a llegar a nuestro destino.
Hice todo el esfuerzo por no dormirme, puesto que debía estar alerta a cualquier cambio de planes, pero el cansancio me gobernó tiempo después. No supe ni cómo ni cuándo llegamos, solo sé que cuando desperté ya íbamos de camino en un auto y Julen me sujetaba entre sus brazos sin despegar la vista de la ventana.
Lo miré por un momento desde mi posición y fue inevitable no pensar que si él no fuera un demente sería muy fácil enamorarse de él. Era asquerosamente guapo y cuando lo quería era muy amable, suave y detallista con una mujer. Hacía todo lo posible por ganarse mi corazón, ya fuese con palabras u actos bonitos, pero nada valía todo lo que hiciera o fuera si su corazón estaba podrido. Un hombre normal, sin ningún tipo de problema, no recurriría a este tipo de "conquista" para ganarse el amor de una mujer.
Por más que me dijera mil palabras hermosas o me tratara como su joya más preciada, jamás podría verlo con otros ojos. Para mí era un monstruo que había destrozado toda mi vida y me estaba haciendo vivir un infierno en sus manos.
—Despertaste —susurró, posando sus ojos en mí y dándome una tierna sonrisa—. ¿Descansaste?
Me incorporé lentamente, pero no me dejó alejarme mucho de él. Me sostuvo entre sus brazos, haciéndome sentar en su regazo y hundió el rostro en mi cuello, aspirando mi aroma a toda vez que sus manos se perdían bajo mi blusa.
—Un poco, pero me duele el cuello y la espalda —me estremecí por completo al sentir sus suaves y húmedos labios directamente en mi piel—. Fue muy incomodo viajar en ese jet, sobre todo por esa capucha que me pusieron en la cabeza.
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Deseo Enfermizo[✓]
Mystery / ThrillerAmanda es feliz junto a su esposo, sin embargo, su perfecta y maravillosa vida se empieza a desmoronar a medida que su nuevo jefe; Julen Black, hace hasta lo indecible para poseerla y tenerla en sus manos, sin importar el tipo de trucos que use para...