Deseo Enfermizo[✓]

LXVII. Mudanza

Aunque tardamos en encontrar un lugar donde vivir, hoy al fin nos mudaremos y empezaremos una nueva etapa. La casa era pequeña a comparación de otras que vimos, pero tenía dos habitaciones que era lo que buscábamos, además de que siendo solo Sheyla y yo, el espacio era más que perfecto.

No era mucho lo que íbamos a mudar de la casa de Nick, puesto que aún no terminábamos de comprar todo lo que necesitábamos, pero él se ofreció a ayudarnos con nuestras cosas y ahora nos encontrábamos subiendo todo a su auto, con una emoción que hacía latir a mi corazón con demasiada fuerza.

—Siempre es duro ver partir a un hijo —dijo la Sra. Suzanne y me acerqué a abrazarla, sonriendo por sus palabras—. Espero que no olvides cuál es el camino a esta casa. Esta vieja te extrañará mucho.

—Yo también los voy a extrañar a todos, pero no estaremos muy lejos, solo a unos cuantos minutos. Además de que nos vamos a ver todos los días, porque de mi presencia no se salvarán nunca, menos cuando hace esos bocadillos tan deliciosos y adictivos. El éxito de esa cafetería es toda tuya —mis palabras la hicieron reír—. Gracias por abrirme las puertas de tu hogar y ser parte de tu familia.

—Bienvenida siempre serás, porque eres parte de esta pequeña pero amorosa familia. No eres mi hija y tampoco llevas mi sangre, pero te considero como una. Es como si hubieras estado entre mis brazos desde que naciste —me abrazó con mucha más fuerza—. Y me siento feliz y orgullosa de ti, de que lo estés logrando poco a poco. Te deseo lo mejor, aunque yo sé que grandes y maravillosas cosas van a sucederte.

—Gracias por todo —mis ojos se llenaron de lágrimas y las aparté de mi rostro—. Eres bienvenida a nuestra casa cuando gustes, ¿de acuerdo?

—Allá estaré.

—Ya no falta nada más. ¿Lista para irnos? —inquirió Nick y asentí, dándole un último abrazo a su madre.

Mi amiga se despidió de ella y le agradeció toda la hospitalidad y las atenciones que tuvo, ganándose un abrazo igual de arrollador que me había dado a mí. Ella había sido un amor de persona con nosotras que éramos unas desconocidas y estábamos muy agradecidas por acogernos en su familia y ayudarnos y apoyarnos en todo lo que necesitábamos.

Ahora entendía de dónde había sacado Nick ese inmenso corazón que poseía, si es que era igualito a su madre en todo el sentido de la palabra, siempre dispuestos a ayudar a todo aquel que lo necesitara.

Un último abrazo y nos marchamos de la casa, con sentimientos encontrados, pero emocionada a más no poder. Sentía que poco a poco la vida se apoderaba de mí y hacía que cualquier cosa, por más mínima que fuese, me hiciera feliz.

Diez minutos después llegamos a nuestra nueva casa y Nick se encargó de bajar todo mientras nosotras acomodábamos nuestras pertenencias en cada habitación. Todo lo referente a la cocina estaba listo para ser usado y ese día en particular me apetecía mucho cocinar y hacer una gran cena aunque solo fuésemos las dos.

—Esta es la última caja —Nick entró a mi habitación y dejó la caja mediana sobre la cama, dándole una mirada breve a las pocas cosas que había sacado y estaba colgando en la pared—. ¿Necesitas ayuda con algo más?

—Ya hiciste demasiado por nosotras.

—No me molesta y lo sabes —sacó de la caja una fotografía de mis padres donde estaba con ellos el día de mi graduación y sonrió—. Eres idéntica a tu madre.

Sonreí, viendo la fotografía y recordando el día de mi graduación, no solo había dado un paso en la adultez, también me había enamorado un poco más de ser posible de Will.

De no haber sido por Sheyla, no hubiese podido tener muchas fotografías y recuerdos de mis padres y mi esposo.

—Los extraño mucho. Quisiera que estuvieran aquí conmigo, abrazándome de esa manera y dándome todo el apoyo y el amor que tenían para mí —confesé, hablando por primera vez de ellos sin soltarme a llorar y culparme por lo que había pasado—. Ellos eran los mejores padres, los más amorosos y comprensivos.