No sé por cuánto tiempo dormí, solo sentí un suave toque en mi mejilla antes de abrir los ojos lentamente, soñolienta y desorientada, pensando que me encontraba en casa con mi esposo y no de viaje con mi jefe.
Una mirada profunda y completamente azul me recibió de frente y el brillo en sus ojos me hizo sentir una ráfaga de frío. Un temblor se apoderó de mi cuerpo por milésimas de segundos, fue tan poco, apenas mientras salía del adormecimiento y todos mis sentidos despertaban de ese rico y reconfortante sueño.
Quedé sentada de golpe al ver al Sr. Black muy cerca de mí, mirándome con una fijeza abrumadora y aun con su mano en mi mejilla. Mi corazón se aceleró, advirtiendo que lo que estaba haciendo mi jefe se pasaba de todo limite.
Al igual que yo, salió de su estupor y se apartó un poco sonriendo apenas perceptible, pero aun podía sentir el calor de su mano en mi mejilla, algo que me horrorizó, más cuando los latidos de mi corazón no encontraban cómo estabilizarse en mi pecho.
—Ya hemos llegado —dijo—. No quise despertarte antes, te veías muy cómoda.
Carraspeé sin saber qué decir, avergonzada y muy afectada con su forma de despertarme.
—Te daré espacio para que puedas... acomodarte —deslizó su mirada por mi cuerpo, así que la seguí, encontrándome con las piernas descubiertas y mi falda subida más arriba de los muslos—. Permiso.
Me cubrí a la velocidad de un rayo, sintiendo el rostro caliente y viendo como mi jefe salía a paso tranquilo de la habitación mientras yo quería morirme y nunca más aparecer sobre la faz de la tierra.
Qué vergüenza con el Sr. Black, pero en mi defensa caí como una roca apenas toqué la cama.
Me levanté de la cama y acomodé mi falda, así como arreglé mi cabello y lavé mi rostro y mis dientes en el baño privado. Mis mejillas aun se encontraban sonrojadas y una parte de mí deseaba no darle cara a mi jefe, pero debía hacer de cuenta que nada había pasado, así como él, que tampoco me incomodó e importunó. Solo me despertó, pues ya habíamos llegado a nuestro destino.
Salí del baño tiempo después y me encontré a mi jefe hablando por teléfono, por lo que miré el mío y le envié un nuevo mensaje a mi esposo. Desde ayer que partió a Estados Unidos no he sabido nada de él, por lo que empieza a preocuparme que no se haya puesto en contacto conmigo ni siquiera con un mensaje.
Esperé unos minutos a ver si veía el mensaje o me respondía, pero no ocurrió ninguna de las dos, por lo que lo llamé enseguida, solo para que me rebotara al buzón de mensajes. Una punzada de temor y preocupación se implantó en mi pecho, haciéndome pensar cientos de cosas.
—¿Ocurre algo? —inquirió mi jefe.
—No... Bueno, es que no me he comunicado con mi esposo —expliqué.
—Oh, ya veo —asintió—. Pero te noto preocupada.
—Sí, algo —reí nerviosa—. Ya sabe, a veces uno se crea unas películas en la cabeza que no vienen al caso. Ayer viajó a Estados Unidos por cuestiones de trabajo, así que con todo el cambio de horario más las horas de vuelo, supongo que aun no ha tenido el tiempo para comunicarse. Además de que pensaba ir a casa de sus padres para pasar unos días con ellos... Lo siento, estoy hablando de más, pero es que estoy algo preocupada por él.
—No te preocupes, quizá es lo que dices y aun no ha podido ponerse en contacto contigo —me sonrió con amabilidad y calma—. ¿No has escuchado decir que las malas noticias son las primeras en llegar? Pronto tu esposo se pondrá en contacto. No pienses en nada malo.
—Sí, tiene razón.
Una vez bajamos del avión, nos enfrascamos por completo en las responsabilidades que nos traía a la ciudad, pero en mi mente no dejaba de pensar en mi esposo. Veía mi teléfono cada cierto tiempo, pendiente de que llamara o enviara un mensaje. Así como me dijo el Sr. Black, no debía pensar en nada malo, pero era imposible tener calma cuando ya llevaba varias horas sin saber nada de Will.
Cuando mi preocupación alcanzó su limite y ya no podía soportar no saber nada, me excusé con mi jefe y llamé a mi suegra, teniendo la esperanza de que ella supiera más que yo.
—¿Amanda?
—Sra. Marilyn, disculpe que la llame a esta hora, sé que allá es tarde, pero necesito saber si se ha comunicado con Will.
—No, cariño, aun no me ha llamado ni tampoco ha llegado a casa —respondió y mi corazón se llenó de más angustia—. ¿Pasó algo con mi hijo?
—No, esperemos que no sea el caso. Solo que me es extraño que no se haya comunicado todavía.
—Quizá es solo que no ha llegado su vuelo. Según lo que Will me dijo, tardaría varias horas en llegar —expresó—. No pienses en nada malo.
—Sí, así es —suspiré—. Disculpe que la llame únicamente para preocuparla.
—Haría lo mismo si estuviera en tu lugar, así que no tienes de qué disculparte. Por favor, si sabes algo de él, llámame a la hora que sea. De igual manera, si llega antes a casa o él me llama, te estaré avisando.
—Por favor —pedí y me despedí al ver a mi jefe salir de la sala de juntas e irnos enseguida a su siguiente compromiso.
Quise concentrarme en el trabajo para no pensar en nada malo, pero conforme pasaban las horas, no obtenía ninguna llamada ni mensaje de Will. Mil cosas pasaban por mi mente, que en todas las reuniones que tuvo el Sr. Black en algo me equivocaba o me encontraba distraída, abstraída de la realidad, solo teniendo cabeza para mi esposo y nada más. En ese momento el trabajo estaba lejos de ser mi prioridad.
Veía mi teléfono cada cinco minutos, pensando que le estaba dando demasiadas vueltas al asunto. Quizá se le presentó un inconveniente y por eso aun no se ha podido contactar conmigo.
Salí primero de la oficina seguida del Sr. Black, cuando sentí que me sujetaba del brazo con suavidad y me hacía caminar por el pasillo hasta que entramos a una oficina, donde me hizo sentar y él se sentó en el borde del escritorio, mirándome con fijeza y con el ceño fruncido.
—¿Qué sucede? Has estado completamente distraída en cada una de las reuniones —inquirió y no supe cómo decirle que estaba muriendo de angustia y preocupación—. ¿Aun no te has podido comunicar con tu esposo?
—No... —susurré—. Ahora sí me estoy empezando a preocupar, Sr. Black. No es normal que Will no me responda los mensajes. Sin importar el lugar que se encuentre, él siempre me llama o me escribe para hacerme saber que está bien y para preguntar cómo estoy...
—Amanda —se levantó y se acercó, apoyando sus manos sobre mis hombros con suavidad, dándome una mirada indescifrable y que no daba duda a sentir algún tipo de miedo—, debes tranquilizarte, dejar de suponer o pensar mal, ¿de acuerdo? Vamos a esperar un par de horas, si no logras hablar con él, llamarás a la empresa para la que trabaja o a la agencia por la que viajó para averiguar algo sobre su vuelo, ¿sí? Pero debes estar tranquila, no dejarte vencer por las preocupaciones o la misma mente te creará una mala pasada. Tu esposo está bien, solo confía en que así será.
—Es que ya son muchas horas sin saber de él. Su vuelo debió llegar hace mucho...
—Lo entiendo, pero debes pensar con cabeza fría. Te ayudaré a contactar la empresa para la que trabaja tu esposo para saber qué sucedió.
—¿De verdad va a ayudarme?
—Sí, pero tranquilízate, ¿de acuerdo?
Asentí y le agradecí en un susurro, dándole la razón a él. Debo calmarme para saber lo que sucedió, si llegó con bien a Estados Unidos y por qué no responde a mis llamadas. Pero es que cuando la preocupación se apodera del pecho, es difícil encontrar la calma.
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Deseo Enfermizo[✓]
Mystery / ThrillerAmanda es feliz junto a su esposo, sin embargo, su perfecta y maravillosa vida se empieza a desmoronar a medida que su nuevo jefe; Julen Black, hace hasta lo indecible para poseerla y tenerla en sus manos, sin importar el tipo de trucos que use para...