Capítulo 66: La Fuerza de una Madre

21 6 1
                                    


Lucenya se encontraba en el salón de guerra de la Fortaleza Roja, rodeada de sus más cercanos leales. La guerra ya no era una cuestión de honor ni de ambiciones, sino de supervivencia. El futuro de su hija, Jaehaera, dependía de las decisiones que tomara en ese momento. El pensamiento de que su hija podría sufrir la misma suerte que Baelor, o que pudiera ser utilizada como una ficha en el tablero del poder, la llenaba de una furia implacable.

A medida que las discusiones sobre los movimientos estratégicos continuaban, Lucenya sentía que su mente estaba más enfocada en una sola cosa: Jaehaera. El sonido del caos que se preparaba fuera de las murallas de la Fortaleza era lejano, casi etéreo, mientras que dentro de ella se gestaba una guerra aún más grande. Una guerra donde ella debía asegurarse de que su hija estuviera protegida, segura, y, lo más importante, que viviera libre de las sombras que amenazaban a su familia.

Lucenya había reunido a los generales más leales a su causa y comenzaba a trazar los planes para lo que vendría. La situación era tensa, y el riesgo de que Rhaenyra, o las fuerzas leales a ella, pudieran aprovechar la debilidad del reino era inminente. Sin embargo, Lucenya no quería tomar decisiones precipitadas. Sabía que debía estar un paso adelante, no solo para su propio bienestar, sino para el futuro de su hija.

-No podemos permitirnos perder más terreno. Necesitamos reforzar nuestras alianzas con las casas más fuertes. Las casas que aún no se han comprometido no pueden vernos como una casa dividida. Si logramos que se unan a nuestra causa, tendremos el poder necesario para defendernos de cualquier ataque- dijo Lucenya con firmeza, mientras observaba el mapa que extendían sobre la mesa.

Aemond, que había permanecido callado durante gran parte de la reunión, finalmente habló.- ¿Y qué pasará con la guerra que Rhaenyra está librando? Ella también tiene seguidores, y no podemos subestimarla. Si nos enfrentamos, todo lo que hemos ganado podría desmoronarse.

Lucenya lo miró fijamente, su mirada fría como el acero.- No es una guerra de poder, Aemond. Es una guerra por la vida de mi hija. Y si tengo que enfrentarme a Rhaenyra y a todo lo que queda de su causa, lo haré. Pero siempre pondré a Jaehaera primero. Si eso significa tomar decisiones difíciles, entonces así será.

Aemond asintió, respetando la determinación que Lucenya mostraba, pero también consciente de las sombrías implicaciones de esas palabras. Aunque el futuro de los Targaryen estaba en juego, lo que más importaba para Lucenya ahora era proteger la vida de su hija.

Los días siguientes fueron frenéticos. Lucenya se aseguraba de que Jaehaera estuviera bien cuidada, alejada del bullicio de la corte. Se la llevaba a sus aposentos privados, donde la niña jugaba con muñecas de madera, ajena a los horrores que se desataban más allá de las paredes de la Fortaleza Roja. Lucenya la miraba con ternura, pero su mente no podía dejar de girar en torno a la guerra que se avecinaba. Había jurado que no permitiría que su hija creciera en un mundo marcado por la violencia y el dolor, pero las circunstancias la estaban llevando irremediablemente a un destino en el que la lucha era inevitable.

Esa misma noche, Lucenya decidió hablar con Aegon, pero no para discutir política o estrategia. Necesitaba comprender cómo seguir adelante mientras lidiaba con la angustia de perder a su hijo, con la presión de proteger a Jaehaera, y con la guerra que se cernía sobre todos ellos.

-¿Qué esperas de esta guerra, Aegon?+ preguntó Lucenya, mientras caminaba con él por los pasillos vacíos de la Fortaleza Roja, lejos de la multitud.- ¿Qué hacemos cuando las batallas no solo son por el trono, sino por las vidas de nuestros hijos?

Aegon la miró con cansancio, como si las palabras fueran demasiado pesadas para decirlas.- Es difícil, Lucenya. Nadie quiere que esto se convierta en una guerra sin fin. Pero los Targaryen luchan por lo que es suyo, incluso si eso significa perder a todo lo que han querido. Y tú... tú lo sabes mejor que nadie.

Lucenya asintió lentamente, comprendiendo el peso de esas palabras. Sin embargo, su mente no podía dejar de centrarse en Jaehaera. -Lo que más me duele, Aegon, es que no sé si nuestra hija tendrá la oportunidad de vivir en paz. Esta guerra está tomando un precio que no puedo pagar por ella. Todo lo que quiero es que Jaehaera crezca libre, sin las sombras de la guerra que nos rodean.

Aegon la miró, sus ojos llenos de una tristeza similar.- Lo sé. Nadie entiende el costo de la guerra mejor que nosotros. Pero lo que podemos hacer ahora es protegerla, y hacer todo lo posible para que el futuro de la Casa Targaryen no esté marcado por la muerte de nuestros hijos.

Al día siguiente, Lucenya convocó a sus leales para afinar los detalles finales de su estrategia. El plan de batalla no solo involucraba enfrentarse a las fuerzas de Rhaenyra, sino también asegurarse de que Jaehaera estuviera fuera de peligro, en un lugar seguro. Aunque la niña era solo una pequeña entre tantas guerras, Lucenya sabía que su vida era la única que realmente importaba en todo este caos.

-Mis leales- comenzó Lucenya, su voz resonando en la sala- no estamos aquí para ganar una guerra por poder. Estamos aquí para asegurar que el futuro de nuestra casa, y el de mi hija, siga adelante. Si eso significa enfrentarnos a nuestra propia sangre, lo haremos sin dudarlo. Pero no voy a sacrificar a mi hija, ni a nuestra gente, por un trono vacío.

Aemond se adelantó, su mirada fija y decidida.- Jaehaera será protegida. Y si debemos destruir todo lo que Rhaenyra ha construido para garantizar su seguridad, lo haremos. Lucharemos con todo lo que tenemos.

Lucenya miró a su alrededor, observando a aquellos que la seguían. Aunque el dolor y la ira ardían en su interior, la determinación por proteger a su hija se mantenía firme como una roca. Sabía que las decisiones que tomara a partir de ese momento serían las que definirían el futuro de la Casa Targaryen, pero también sabía que no podría dar un paso atrás. La guerra, aunque inevitable, no era solo una cuestión de poder, sino de supervivencia.

-Si la guerra viene-  dijo, con una mirada de fuego en sus ojos- que venga. Pero lo haré por mi hija. Por Jaehaera. Ella es el futuro.

Con esas palabras, Lucenya dio un paso hacia su destino. La lucha apenas comenzaba, pero en su corazón ya había decidido que no permitiría que su hija sufriera más. La Casa Targaryen lucharía, pero esta vez, con un propósito mucho más grande: proteger el futuro que aún quedaba.

Crowns Of Fire Donde viven las historias. Descúbrelo ahora