Capítulo 68: Dilemas del Corazón

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Era una noche silenciosa en la Fortaleza Roja, y Lucenya, tras haber pasado el día atendiendo a Jaehaera, se encontró sola en sus aposentos. Aunque la reciente reconciliación con Aegon le había traído un alivio inesperado, su mente seguía inquieta, atrapada entre el pasado y el presente. El rostro de Jacaerys emergía en sus pensamientos como una sombra persistente, recordándole otra vida, otro amor, y otro futuro que nunca llegó a cumplirse.

Se levantó de la cama y caminó hacia la ventana, desde donde se veía el oscuro cielo salpicado de estrellas. Su corazón se apretó al pensar en Jacaerys. ¿Cómo habría reaccionado él al enterarse de la muerte de Baelor? Su hijo, aunque nunca reconocido abiertamente como tal, había sido un vínculo eterno entre ambos. Ahora, ese vínculo estaba roto.

Lucenya dejó escapar un suspiro largo, su mirada perdida en la lejanía. Por más que intentara concentrarse en el presente, las memorias de Jacaerys seguían siendo un refugio doloroso, pero inevitable. Recordaba su risa, la intensidad de sus ojos, la pasión con la que defendía sus ideales. En algún rincón de su corazón, Lucenya sabía que Jacaerys habría luchado hasta la última gota de sangre por proteger a Baelor, tal como ella misma había querido hacerlo aquella noche fatídica.

Se culpaba a sí misma, en parte, por la distancia que había crecido entre ella y su madre, Rhaenyra. Si hubiese vuelto a Rocadragón, si hubiese permitido que Jacaerys conociera a Baelor, tal vez todo habría sido diferente. Pero ahora esas posibilidades no eran más que cenizas, llevadas por el viento.

Un golpe suave en la puerta la sacó de sus pensamientos. Era Aemond.

-¿No puedes dormir?- preguntó él, entrando con esa calma inquietante que siempre lo caracterizaba.

Lucenya negó con la cabeza.- A veces, el pasado no me deja en paz.

Aemond cruzó la habitación y se detuvo a su lado, mirando por la misma ventana.- ¿Estás pensando en Jacaerys?- preguntó con franqueza, como si leyera su mente.

Lucenya no respondió de inmediato. Después de un momento, simplemente asintió.- No puedo evitarlo. Todo lo que ha pasado... no puedo dejar de pensar en cómo habría sido todo si...- Se detuvo, incapaz de terminar la frase.

Aemond la observó de reojo, con una mezcla de comprensión y resentimiento. Aunque nunca lo decía abiertamente, Lucenya sabía que Aemond despreciaba a Jacaerys, por ser su enemigo en la guerra y resentimientos pasados.

-Jacaerys eligió su lado en esta guerra, Lucenya. Tú elegiste el tuyo. Pero lo que importa ahora es que estás aquí, viva, y que Jaehaera te tiene a ti. No te atormentes con lo que no puedes cambiar.

Lucenya se giró hacia él, sus ojos llenos de emociones encontradas.- ¿Y si pudiera cambiar algo? ¿Y si pudiera hablar con Jacaerys? ¿Explicarle lo que pasó con Baelor? Él tenía derecho a saber que su hijo estaba aquí... y ahora está muerto.

Aemond tensó la mandíbula, sus ojos destellando con una mezcla de celos y protección.- Jacaerys es tu pasado, Lucenya. No dejes que su fantasma controle tu futuro. Si vas a luchar, lucha por lo que tienes ahora. No por lo que perdiste.

Aunque sus palabras eran duras, Lucenya sabía que tenía razón. Había elegido su camino, y aunque las decisiones que había tomado la perseguirían para siempre, no podía permitir que la guerra la consumiera más de lo que ya lo había hecho.

Esa noche, mientras trataba de conciliar el sueño, Lucenya volvió a pensar en Jacaerys, pero esta vez de una forma distinta. No como una herida abierta, sino como un recuerdo que, aunque doloroso, la había moldeado. Su amor por él había sido real, y siempre lo sería. Pero ahora, su corazón estaba dividido entre el pasado y el presente, entre el hijo que había perdido y la hija que aún tenía.

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