Capítulo 3:El cuento del bosque

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''Hay infinidad de cultos en nuestra tierra, es cierto. Pero me atrevería a decir que ningún dios tiene más seguidores que los que componen la tríada celeste, a saber: Siranne, diosa de la curación y la buena fortuna, representada con un árbol dorado. Balsilión, dios de la guerra y el honor, representado con una gran espada negra y Boreal, dios del maná, la sabiduría y los espíritus, representado por una estrella de ocho puntas.''

Sosara Hondour. 1001 datos curiosos sobre Reguian. Sección de divinidades.

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Ese día hacía un calor horroroso, que contrastaba en gran medida con el fresco que había hecho las semanas pasadas. La compañía de los Fauces Negras avanzaba con lentitud por aquel arenoso camino, sin ningún árbol u otro parapeto para refugiarse de aquel calor. Todos se quejaban del asfixiante bochorno, el polvo que levantaban los caballos se les metía en la boca y ojos y se les estaba acabando el agua.

-Vaya calor, me estoy recociendo

-Y que lo digas, si al menos hubiéramos tenido tiempo de prepararnos no estaríamos pasando sed, ese Mergo está como una cabra.

-¿Y qué esperabas? Está decidido a destrozar a ese chaval.

-¿Y por eso nos tiene que joder a todos?

Todo el grupo compartía este sentimiento, pero no importaba a Mergo, quien iba liderando la marcha. Aquel ladrón le había arrebatado su valiosa carga ante sus propias narices, dejándole en evidencia frente a sus propios hombres, no cabía duda de que la rabia guiaba ahora sus pasos. La rabia y el miedo. Miedo de que el que le había encargado la tarea de llevar el enlazador a la base central se enterara del contratiempo, no por nada había sido una orden directa de uno de los cuatro generales. Mergo no se lo podía sacar de la cabeza. Los Fauces eran temidos en todo Reguian, no por los mercenarios que se enrolaban en sus filas, sino por sus generales, los cuatro seres más poderosos que había. Se decía que su sola presencia era capaz de hacer que grandes ejércitos se rindieran al instante.

-¿Me escucha sargento?

Mergo salió de sus pensamientos. A su lado, Loric parecía estar diciéndole algo.

-Le decía que deberíamos parar para abrevar a los caballos y descansar.

-¡¿Acaso no he dejado claro que nada de descansos hasta Katorá?!

-Pero todos estamos agotados. Además, ya hemos mandado exploradores que nos deben llevar kilómetros de ventaja. Seguro que ya han dado con ese ladrón.

Mergo no podía discutir eso. Estaba convencido de que los exploradores le traerían a ese chaval de una pieza, tal y como se les había ordenado y un motín era lo que menos le convenía en ese momento.

-Está bien, pero será breve...

La orden fue transmitida y recibida con gran entusiasmo, llevaban dos días seguidos de marcha sin ni siquiera dormir. Todos se sentaron donde podían, pero Mergo continuaba ansioso por atrapar al ladrón.

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-Maldito calor. ¡Me estoy asando!

Con su zurrón a cuestas y su sudadera de capucha peluda colgando de él, Caju caminaba por ese camino arenoso. Hacía por lo menos dos días que había salido de Nilven a la carrera, aunque ahora casi no podía dar un paso. Quería llegar rápidamente a Katorá, pero no había contado con ese cambio de tiempo.

-Se acabó, si no paro ahora mismo me va a dar algo.

Sin embargo no había ninguna sombra a la que cobijarse, a eso había que añadir que iba vestido totalmente de colores oscuros, lo que ahora no le ayudaba demasiado. Justo cuando creía que no podía dar un solo paso más, pudo ver a lo lejos lo que parecía un pequeño tenderete a un lado del camino que lindaba con un bosque. Con sus últimas fuerzas, llegó en una carrera al puesto.

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