Capítulo 52: Nuevo juguete

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Caju estuvo mirando aquellos extraños ojos durante un buen rato, digiriendo lo que Sosara acababa de decirle.
-Ya lo ves, tus ojos no son los raros-dijo la aventurera con gracia, intentando romper la tensión.
-Entonces... ¿Puedes decirme mi futuro?-preguntó finalmente el ladrón.
-Podría, pero no voy a hacerlo ¿En serio te gustaría saberlo?
El ladrón no contestó. En su rostro se podía observar la duda.
-Todas las personas piensan que su futuro no está escrito, que cambia continuamente-empezó a decir Sosara-Eso es una verdad a medias.
El ladrón empezó a escucharla con curiosidad.
-El futuro de las personas no cambia constantemente. Normalmente, este siempre lleva a unos hechos definidos. Sin embargo, en la vida de todos los seres vivos existen lo que a mí me gusta llamar "instantes de incertidumbre". Un momento, un segundo en el que, depende la decisión que tomes o las acciones que lleves a cabo, tu futuro permanecerá inalterado o será destruido y sustituido por otro nuevo.
A Caju no le gustaba en absoluto lo que oía.
-¿Quieres decir que todo lo que hacemos y nos ocurre está ya escrito?
-No exactamente... Se me da fatal explicar estas cosas. Puede que esos momentos de incertidumbre hayan sonado muy raros, pero son bastante comunes.
Sosara estuvo pensando algún ejemplo con el que poder explicarse.
-Mira, supongamos que quieres ir al mercado a comprar pan, pero el panadero está a punto de cerrar su negocio por hoy. Tú conoces un camino que te llevará con seguridad hacia el pan, pero seguramente no a tiempo y sospechas de un posible atajo que te ayudaría a llegar antes, pero no estás seguro de que vaya a la panadería. El instante de elegir un camino u otro sería un momento de incertidumbre.
-Pero entonces tu capacidad para ver el futuro estaría cambiando todo el rato-argumentó Caju.
-Esos momentos tan triviales apenas afectan al futuro a largo plazo. Hay distintos niveles de incertidumbre. Un buen ejemplo de un momento de mayor relevancia sería cuando robaste el enlazador en Nilven. Tu vida cambió por completo en cuanto lo hiciste.
-¿Cómo sabes...?
El ladrón cesó de hablar cuando recordó que Sosara podía ver también el pasado.
-Puedo ver que no te hace mucha gracia lo que te cuento-dijo la aventurera.
-No me gusta la idea de no controlar mis actos.
-¿Alguna vez has pensado que una fuerza superior te obligaba a hacer cosas que tu no quisieras?
El ladrón negó con la cabeza.
-Pues ya está, en este sentido es mejor dejarse llevar sin pensar demasiado en ello.
A Caju, aquel razonamiento le parecía demasiado endeble y frágil como para satisfacerle. Al mirar hacia el cielo, pudo ver el sol ya alto.
-Debería volver a..., no sé a dónde volver-dijo el ladrón con tono de hastío.
-Si te vas a ir ahora mismo, te recomiendo salir por el callejón de dos casas más a la izquierda.
-¿Qué has visto?-preguntó el ladrón, escéptico.
-Algo que te pondrá de buen humor, créeme.
Dicho esto, Sosara volvió a ponerse su venda sobre los ojos y se dirigió a la taberna con paso rápido mientras se despedía con la mano. Tras unos instantes, Caju se dirigió hacia la salida que le había indicado.
-¿Algo que me ponga de buen humor?-pensaba el ladrón-¿Qué podría...?
Nada más salir, su cabeza chocó contra la de otra persona con fuerza. Caju se apartó mientras se sujetaba la dolorida sien.
-¡¿Por qué no miras por dónde vas?!
Caju reconoció aquel tono de voz en el acto. Al levantar la vista pudo ver que, efectivamente, se trataba de Tsuki. La sacerdotisa se lamentaba mientras se llevaba las manos a su frente.
-¡Debería...!
Dejó de gritar cuando comprobó que se trataba del ladrón.
-Jope Caju, ya podrías mirar por dónde vas.
-¿Yo? Eres tú la que tiene la cabeza más dura que una piedra, temo que me hayas partido la mía.
-Pero si tu eres el más cabezón de todo el grupo.
Caju se esperaba un gran despliegue de gritos hasta terminar ambos enfadados. Al contrario de su sospecha, Tsuki empezó a reír disimuladamente.
-Cabezón y cegato, estas apañado-dijo la sacerdotisa.
El ladrón sitió ganas de seguirle el juego.
-Pues anda que tú, cabeza dura y voz de pito.
Los dos se rieron por la broma.
Tsuki se agachó para recoger una bolsa que se le había caído por el encontronazo y metió la mano dentro.
-¿Qué llevas ahí?
La sacerdotisa no contestó. Rápidamente, acercó su mano a la boca de Caju e introdujo algo en ella. El ladrón notó como ese objeto era dulce, crujiente y se quedaba pegado a sus dientes con cada mordisco.
-¿Galletas?-preguntó confuso.
-Dilo todo, galletas de miel-contestó Tsuki mientras se comía otra-El dulce viene bien en cualquier momento.
-Te encanta lo dulce por lo que veo.
-Es mi sabor favorito, cuanto más mejor. En el santuario llegué a colarme en las cocinas por la noche solo para comer pan con azúcar.
-Menuda ladrona estás hecha-dijo Caju con sarcasmo.
Tsuki se limitó a meter otra galleta en la boca del joven.
-¿Dónde las has conseguido?-preguntó con la boca llena.
-Me las ha dado aquella mujer. Su hija tenía fiebre, de modo que le preparé un remedio a base de jengibre y hojas de sauce. Estaba tan agradecida que me ha dado estas galletas. Quería rechazarlas, pero ha insistido tanto...
-¿Pero de dónde sacas todos esos remedios?
-Deberías ver mi bolsa de viaje. Está repleta de ingredientes para medicinas por si pasase cualquier cosa mientras estoy con vosotros.
Seguidamente, se comió otras dos galletas con cierto orgullo.
-También-añadió mientras masticaba-Me habló sobre no sé qué de un súcubo y que ese tal Prego os habría llevado a la herrería. Me dijo como llegar, pero he terminado perdida.
Antes de que Caju pudiera meterse con ella por eso, Tsuki cogió su mano y empezó a tirar de él.
-Venga, enséñame el camino. Seguro que unos dulces ponen a Elh de mejor humor.
-C, claro...
Caju quería decirle que parecía una cría por ser tan golosa. Quería increparle lo del cabezazo o, simplemente, separarse de ella, pero no podía. La sonrisa de Tsuki tenía un efecto casi hipnótico para él. Sabía que la sacerdotisa era infantil, se enfadaba con él por cualquier cosa o le encantaba hacerle más daño del necesario durante las curas de la mañana.
Aún así, cuando ella le hablaba amigablemente, cuando le dedicaba aquellas sinceras sonrisas llenas de optimismo y felicidad, el ladrón simplemente se quedaba paralizado, deseando pasar más tiempo junto a ella.
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Sosara se dejó caer pesadamente en la silla donde había estado jugando a las cartas anteriormente, a sabiendas de que estaría libre. La trifulca parecía haber terminado con alguna mesa rota y un quinqué en el suelo, cuyo aceite formaba una mancha negra que se extendía lentamente sobre el suelo de madera.
Sosara sintió una mano sobre su hombro, pero no se sobresaltó en absoluto. Ella ya sabía de quién se trataba.
-Te preguntaría quién soy mientras te tapo los ojos, pero sería inútil contigo.
El hombre se sentó frente a ella mientras le acercaba una jarra de bebida.
-Debo decir que me sorprende una taberna en la que se sigue vendiendo alcohol incluso bajo asedio.
Sosara sonrió mientras disfrutaba del primer sorbo.
-Voldafir Serkun. Tú sí que sabes hablarle a una mujer.
El poeta mostró una sonrisa de truhán.
-¿Qué puedo decir? Me sale natural cuando eres tú.
-No sé si sentirme alagada o en peligro...
Ambos rieron sonoramente.
-Me alegra verte bien Sosara.
-Me lo has quitado de la boca.
Voldafir se recostó sobre la silla mientras echaba un vistazo a su alrededor.
-Se buena y dime Sosara ¿Tendría suerte esta noche con las damiselas?
-Tú te llevarías a la que quisieras a la cama. Por otro lado, las consecuencias...
Voldafir emitió un suspiro con aspecto cansado.
-Será una noche de soledad entonces.
Dicho esto, se quedó mirando a la aventurera.
-¿Por qué estás aquí Sosara? Deberías haber visto esta situación mucho antes de que sucediera.
-Voldafir, creo que tengo una pista.
El poeta se encorvó hacia delante, buscando acercarse más a su compañera.
-¿Está aquí?
-No lo sé con seguridad, y eso es lo que más me preocupa.
Voldafir bufó mientras miraba a su alrededor. Cerró los ojos mientras entrelazaba sus dedos de forma extraña y se concentraba.
-¿Le encuentras?
Tras unos segundos, el poeta deshizo el gesto.
-Nada, demasiados manás juntos y muy agitados como para distinguir uno en concreto.
Se limpió el sudor de su frente con ayuda de su ya manchada manga.
-Esto es preocupante-empezó a decir Sosara-Tú no puedes rastrearle aquí, y yo no puedo ver su futuro para averiguar qué hará.
-Es normal en los de su calaña, sabe ocultar muy bien sus huellas...
Voldafir dio un largo trago de cerveza.
-¿No sabías que estaba aquí?-preguntó Sosara, confundida.
-No, la verdad es que me has sorprendido.
-¿Entonces por qué has traído a esa gente?
Voldafir se rió ante el comentario.
-A esos tres me los encontré por casualidad mientras buscaba a esa Fauces de la que me hablaste.
-¿Llamas buscar a tirarte a una novia el mismo día de su boda?-preguntó Sosara.
-Cada uno busca a su manera.
-Y la tuya es la más peculiar que he visto ¿Te ha dado frutos?
-No los que buscaba, pero tampoco me quejo.
Voldafir dio un nuevo trago, uno más largo de lo normal.
-Detectar maná no es algo que pueda hacer cualquiera-empezó a decir el poeta-En todos mis años de vida, nunca he conocido a nadie capaz de hacerlo. Y un día llegas tú, para decirme que has visto a una Fauces en mi futuro que tiene mi misma habilidad. No me gusta la idea de que los Fauces tengan un radar humano... Pero ahora eso no nos concierne.
Voldafir se inclinó hacia Sosara.
-Si no puedes ver su futuro... ¿Has probado a buscarle con los ojitos?
-¿E ir luciéndolos ante todos? No gracias.
Algo llamó la atención de Voldafir. Un Estrik tambaleante se disponía a salir ya de la taberna. Su tembloroso paso daba fe de las jarras de más que había bebido.
-Ese es uno de los que vinieron contigo-dijo Sosara.
-Sí. Parece como si quisiera dejar algo atrás.
Sosara suspiró tristemente.
-Y así empiezan a girar los engranajes del destino-murmuró para sí misma.
-¿Has visto algo?
-Sí. Algo que debe suceder, muy a pesar de muchos.
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Caju y Tsuki llegaron a la herrería cuando el sol estaba poniéndose. Por el camino, el ladrón había puesto al día a la sacerdotisa sobre lo que sucedía en el pueblo. El ambiente no era muy distinto a cuando se marchó Caju, la única diferencia radicaba en que ahora había una mesa en el centro de la estancia.
Elh, Prego y Nersi, rodeados de otros Fauces, miraban un mapa de la zona que rodeaba el pueblo. El capitán Fauce le hacía un rápido resumen a la semi-dríada sobre cómo estaban distribuidos los embrujados, formando un cordón para que nadie saliera.
-Así que lo del súcubo era cierto...-murmuró Tsuki.
-Pues claro, ya te lo he contado-contestó Caju.
-Ya, pero creí que estabas de broma o exagerando las cosas.
-Me gusta bromear de vez en cuando, pero de ahí a mentir hay un trecho largo.
-No intentes hacerte el digno-dijo Tsuki en tono de broma.
La sacerdotisa buscó asiento para esperar a que terminase la reunión. Caju se sentó en el suelo, a su lado. Rebuscó en sus bolsillos hasta encontrar su candado y empezó a forzarlo con sus ganzúas. El joven ni siquiera necesitaba mirarlo ya, estaba tan acostumbrado que lo abría y cerraba casi mecánicamente, como si fuera un pasatiempo.
-¿Cómo haces eso?-preguntó Tsuki con curiosidad.
-Es más fácil de lo que parece ¿Quieres que te enseñe?
Sin esperar la respuesta, Caju se levantó. Puso las ganzúas junto al candado en las manos de Tsuki y empezó su lección.
-Mira, primero de todo. Esta pieza en ángulo recto se la llama palanca, debes sujetarla con tu mano mala de forma que entre en la cerradura.
La joven le hizo caso.
-Ahora metes la pieza larga, la ganzúa en sí, dentro de la cerradura, por encima de la palanca usando tu mano dominante. Llévala hasta el fondo y luego sácala.
-Vale...-dijo Tsuki mientras le hacía caso.
-¿Has notado algo en la ganzúa mientras la sacabas?
-Si, algo parecido a pequeñas piezas que cedían a la presión.
-Eso eran los dientes de la cerradura ¿Has contado cuantos eran?
Tsuki repitió el proceso, esta vez poniendo más atención.
-Unos cinco...
-Este en concreto tiene siete-la corrigió Caju-Ahora viene la parte importante. Con ayuda de la ganzúa debes ir bajando esos dientes, pero no del todo.
-¿Y cómo se cuando lo he hecho bien?
-No sabría explicarlo, lo sientes en la ganzúa. Cuando tengas uno listo, gira la palanca en el sentido de apertura todo lo que puedas y pasa al siguiente. Cuando todos los dientes estén en posición, el giro de la palanca abrirá el candado.
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Estrik caminaba casi tropezando por la casi solitaria calle. La noche teñía de oscuridad todo el pueblo, una oscuridad que solo se mantenía alejada gracias a los farolillos que la gente encendía y colgaba por los arcos.
El espadachín murmuraba mientras se sujetaba la cabeza. Lo maldecía todo y a todos, lo único que quería era matar Fauces Negras, destrozarlos uno a uno hasta llegar frente a Makenshi y aquellos que habían matado a Shuren.
-Mierda Elh, creí que me entenderías..., ¿y te alías con ellos?
La actuación de la semi-dríada con los Fauces del camino y los del pueblo no había dejado indiferente a Estrik, quien no comprendía por qué ella no lo apoyaba en su venganza. Hasta aquel momento, el espadachín la tenía como apoyo moral para sobrellevar la pérdida de su hogar, pero ahora no era así.
Desde que la torre cayese, aquella era la primera vez que Estrik se sentía completamente solo, y eso lo estaba consumiendo.
Lentamente, fue alejándose cada vez más del centro del pueblo. Cada vez se cruzaba con menos personas, hasta que llegó un momento en el cual estaba solo. Estrik continuó caminando hasta el límite del pueblo, lugar donde la única luz era la que podía proporcionar la luna, la cual se encontraba totalmente llena. El joven notaba como aparecían las primeras nauseas, pero se obligó a no ceder ante ellas, inclinándose sobre sus rodillas.
En ese momento, al levantar la vista, vio a una chica. La joven debía tener más o menos unos dieciocho años. Su pelo era largo y de un suave color oscuro, la suave brisa nocturna lo mecía con delicadeza. Iba vestida con un camisón blanco de cama. No llevaba ningún tipo de calzado. La chica miraba hacia el bosque, con unos ojos llenos de preocupación, mientras apretaba sus manos. Estrik se quedó mirándola, no podía negar la belleza de aquella chica.
Al sentir su mirada, ella se giró. El Marashi pudo ver entonces sus ojos, del mismo color de la miel recién recogida. Lejos de asustarse, la joven le hizo señas para que se acercase, cosa que Estrik hizo sin rechistar.
-Gracias a los dioses que ha venido alguien ¿Puedes ayudarme?
La expresión de súplica no hacía más que aumentar su encanto.
-Claro...
Estrik intentaba que su borrachera pasase desapercibida, junto a su evidente sonrojo.
-Es mi hermano...
La chica señaló hacia el bosque.
-Estábamos cenando cuando de pronto se levantó y salió. Le pregunté a dónde iba pero me ignoró completamente. Ya hace horas que se fue... Estoy preocupada.
-¿Y vuestros padres?
La joven desvió su mirada al suelo.
-No tenemos...
En cuanto el espadachín se acercó, ella casi se lanzó a su cuello.
-Por favor-dijo mientras le miraba a los ojos, a punto de llorar-Mi hermano es todo lo que tengo. No sé lo que hay en el bosque durante la noche, pero tú estás armado. Te lo suplico...
-Esta bien, lo buscaremos.
La joven sonrió ante aquella respuesta. Sin perder un segundo, tomó la mano de Estrik con delicadeza y ambos se adentraron en el bosque.
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En la herrería, Elh miraba de reojo de vez en cuando a Caju y a Tsuki. La sacerdotisa parecía intentar abrir el candado, sin demasiado éxito. El ladrón la miraba con expresión divertida, pero ayudándola a comprender las herramientas. La semi-dríada estaba preocupada por no ver a Estrik allí.
-¿Me escuchas Elh?
Prego la sacó de sus pensamientos.
-Perdona, tengo un millón de cosas en la cabeza...-se excusó torpemente.
-Pues atiende-le increpó Nersi.
La Fauces señaló una zona del mapa marcada en rojo.
-Su nido principal está aquí. No deja acercarse ni a sus embrujados.
-¿Por qué?
-Sospechamos que es allí donde se alimenta hasta saciarse.
Elh pensó detenidamente sus opciones.
-Si es un uno contra uno, puedo destrozarla sin problemas-dijo la semi-dríada.
-Ya claro...-dijo Nersi-Perdona mi escepticismo, pero he visto a esa zorra arrancarle la cabeza a la gente como si tomase una manzana madura del árbol.
-La debilitaré todo lo que pueda antes de enfrentarme mano a mano. La clave está en que mantengáis a esos embrujados a raya para que no la ayuden.
-Saldremos los hombres también-dijo Prego-Ya nos hemos escondido lo suficiente.
Se dispusieron entonces a discutir la estrategia de ataque. Elh seguía mirando la puerta, confiando en que, en cualquier momento, Estrik entrase por ella.
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No se escuchaba absolutamente nada en la espesura. Estrik se dejaba llevar por aquella muchacha. El olor que le llegaba desde ella resultaba casi embriagador y bajaba su ebriedad.
-Pareces triste...-dijo de pronto la joven.
Estrik se sorprendió.
-¿Te pasa algo?
-¿Como lo sabes?
La joven se detuvo y se giró hacia él. La luz de luna resultaba un excelente complemento a su rostro, que era incluso más hermoso que antes.
-Siempre sé cuando mi hermano está triste. Igual hablar te ayuda.
Por alguna razón, Estrik deseaba complacerla.
-Alguien muy importante para mí murió hace relativamente poco...
-Lo siento-se disculpó la joven.
-Tranquila, es solo que lo echo de menos.
-Tuvo que ser alguien muy importante.
-Si...
La muchacha se acercó más a él.
-Pero..., las lágrimas no favorecen a un chico tan apuesto como tú
Aquello tomó completamente por sorpresa a Estrik.
-¿Lo dices en serio?
-Si, me pareces muy atractivo.
Al espadachín le sorprendió aquel giro en la conversación, pero no podía negar que le gustaba.
-¿Sabes? Te puse el ojo encima desde que llegaste al pueblo-dijo la chica.
-Pues yo no te vi a ti.
Ambos se rieron, Estrik más nerviosamente. Ella se acercó todavía más. Extendió su mano y empezó a acariciar el rostro del Marashi.
-¿Y tú..., me encuentras atractiva a mi?
La voz de la joven había adoptado un tono mucho más sugerente.
-Si, eres preciosa...
Ella sonrió. Con su otra mano, abrió el cuello de su camisón hasta que Estrik pudo ver sus pechos con total claridad.
-¿Me deseas?-preguntó ella.
-Sí...
-¿Dejarías a tus amigos para estar conmigo?
-Lo haría.
Ella le animó a tocarla. Empezó a suspirar mientras las manos de Estrik exploraban todo su cuerpo con deseo.

Si Estrik hubiera sabido antes sobre el súcubo, tal vez hubiera desconfiado, tal vez hubiera reparado en que aquella muchacha había estado todo el rato fuera de la barrera de romero, pero no tenía forma de haberlo sabido, nadie le había advertido.

Lentamente, el tono de piel de la muchacha fue cambiando a uno ligeramente rosado. Sus ropas empezaron a disolverse en el aire, transformándose en un extraño humo negro que apenas cubría sus partes íntimas. De la parte baja de su espalda empezó a crecer una cola que jugueteaba con el pelo de Estrik. Sus brazos se recubrieron de un suave pelaje negro, hasta los codos. Sus uñas se sustituyeron por afiladas garras de color morado

-¿Harías cualquier cosa para complacerme?-preguntó aquel ser.
-Si, lo que sea-dijo Estrik mientras la abrazaba y comenzaba a besar sus pechos.
El súcubo sonrió, triunfante, mientras gemía
-Disfruta todo lo que gustes, vas a ser mi favorito a partir de ahora, joven Marashi-dijo mientras acariciaba la cabeza de su presa.

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