Capítulo 63: Lobo

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El bosque que rodeaba la ciudad élfica era radicalmente distinto al que se encontraba fuera de los menhires. Los árboles de pálidos troncos dejaban espacio de sobra entre ellos para disfrutar de bucólicos paseos. El suelo estaba cubierto por las hojas que se precipitaban lentamente desde las copas de los árboles. Se podía ver el cielo con claridad, pero también era sencillo encontrar una acogedora sombra en la que descansar. Salpicando el terreno había bancos de piedra, fuentes y antiguas estatuas tan bien esculpidas que podrían cobrar vida en cualquier momento. Los pájaros tenían plumajes de todos los colores imaginables y eran de muchas razas distintas, pero el canto de todos componía una sinfonía única y digna de quedar registrada en todos los libros de música y verso.

Sin embargo, Caju no tenía tiempo para quedarse mirando a las musarañas. El ladrón se movía entre la arboleda aprovechando la piel de Bégimo, sin perder de vista el camino que llegaba a la ciudad. Aún no había visto ninguna patrulla, pero estaba la posibilidad de que hubieran llegado antes. Intentaba moverse lo más rápido posible, pero le asustaba la idea de que le descubrieran.

De pronto, los árboles se terminaron, dejándole sin su preciada cobertura. Se agazapó justo en la linde de estos para ver lo que le rodeaba. Fue entonces que vio movimiento por el rabillo del ojo. Desde donde se encontraba podía ver una de las puertas, la cual estaba abierta. Pudo ver un grupo armado que llevaba a tres prisioneros. Quiso correr hacia ellos al distinguir el azulado pelo de Tsuki, pero se contuvo. Prefirió mirar como la puerta se cerraba.

-Tengo que tomarme esto con calma-se dijo a si mismo al recordar las palabras del druida.

Por primera vez en mucho tiempo, sacó su cuaderno con su carboncillo y empezó a tomar apuntes sobre todo lo que veía.

-Murallas completamente lisas, sin recovecos para escalar. Puentes sin ningún detalle arquitectónico que me permitiera esconderme, completamente expuesto si voy por ahí. El foso es un precipicio mortal.

Escribía mientras murmuraba y sus ojos repasaban toda la estructura que veían sus ojos.

-Es casi inexpugnable. Solo se puede pasar por los puentes, eso anula la superioridad numérica de cualquier ejercito ¿Por qué ocultar la ciudad tan bien entonces? No creo que sea por posible asedio, los elfos le ganan en paciencia a cualquiera.

Soltó el cuaderno y se llevó la mano a la riñonera. Sacó dos cristales planos que había afanado de casa del elfo cuando se despertó en la mañana. Tal y como había sospechado, le era posible ver desde lejos con ellos.

-Venga hombre. Me juego el cuello a que los elfos también hacen contrabando, debe haber una entrada por alguna...

Apuntó von los cristales a la saluda donde el agua caía al barranco.

-No hay rastro de humedad en la piedra. Ni musgo o líquenes...

Una pequeña esperanza se encendió en su mente mientras guardaba sus utensilios y se dirigía al borde del precipicio. Se acercó todo lo que pudo al borde, intentando no miras al fondo.

Podía ver ya con claridad aquella salida de agua ya sin ayuda de los cristales. Sin embargo, no encontraba ninguna manera de llegar a ella.

-Si que esta limpia, demasiado...

Una vez más, trató de hallar alguna forma de acercarse, ya que la que se le había ocurrido en un primer momento era casi un suicidio.

-No veo nada, y no tengo tiempo tampoco.

Se descolgó la "garra" del cinturón y comenzó a enarbolarla mientras caminaba de un lado a otro, mentalizándose.

-Vamos venga-se decía a sí mismo-De algo hay que morirse. Además, papa siempre decía que mis ideas eran un poco de loco.

The Last GuardianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora