Los pájaros canturreaban una sonora canción mientras revoloteaban entre las ramas de aquel pequeño jardín del santuario. Los árboles proyectaban sombras sobre el cuidado césped, que se mecía con el viento. Allí había reunidas cuatro chicas. Tres de ellas charlaban amigablemente mientras que una cuarta se concentraba en recoger unas hierbas que crecían en un agujero del tronco de un árbol y las depositaba en una cesta de mimbre.
-¿Estará ese chico practicando hoy también?-dijo una.
-Seguro, se pasa los días con su espada. Como me gustaría que nos prestara la misma atención a nosotras-dijo otra.
-Esos ojos tan fríos..., es como si pudiera mirar dentro de nuestra alma. Y esa melena blanca, parce sacado de alguna novela.
Las tres soltaron un pequeño chillido al unísono.
-¿No vino otro chico con él?-preguntó la tercera.
-Es cierto, pero estaba casi muerto, ¿no?
-Tsubame ¿No te habían encargado cuidarlo?
La chica que recogía hierbas las miró con sus azulados ojos. Tenía 19 años e iba vestida también con el hábito blanco de Siranne. Su pelo, corto y de color azul como el cielo despejado, se mecía ligeramente a causa el aire.
-Es cierto-respondió-Es más, hace una semana se despertó y me hizo esto.
Se levantó la manga de su hábito, mostrándoles a las demás un vendaje que iba desde su muñeca hasta el codo, cubriendo todo el antebrazo.
-La señora Pinkress dice que de haber sido más profundo, me habría cortado una vena de la muñeca.
Las otras se sorprendieron por el tono despreocupado de su amiga.
-¿Y no has pedido que se encargue otra? Después de esto yo lo haría.
-Parecía muy confundido. Además, no vale la pena preocuparse por algo que ya ha pasado.
Tsubame se levantó con la cesta mientras se sacudía briznas de hierba del hábito.
-Además-dijo encarándose a las otras tres-¿Cuántas veces tendré que deciros que me llaméis Tsuki? Desde luego me gusta más eso que Tsubame.
En ese momento, una quinta chica llegó corriendo. Estaba sin aliento después de la carrera, de modo que se apoyó sobre sus rodillas mientras resoplaba. Tenía el pelo castaño y sujeto con una corta coleta. Sus gafas ocultaban unos ojos color marrón claro. Era flacucha y algo baja. En la manga derecha de su hábito llevaba cosido un brazal verde.
-Petra ¿Qué te pasa que vienes tan sin aliento?-preguntó una del trío.
-Es que esto es importante-dijo Petra haciendo un gran esfuerzo por respirar, no estaba acostumbrada a correr-Tsuki, no te vas a creer esto.
-¿Qué pasa?-respondió Tsuki.
-Es el chico que te habían encargado cuidar, se ha despertado y está caminando por los tejados.
La cesta resbaló de entre las manos de Tsuki, quien abrió mucho los ojos al oír aquello.
-¡¿Cómo?! ¡Pero si esta mañana estaba profundamente dormido!
-Solo sé que mientras he ido a airear la habitación en lo que tú preparabas las medicinas ya no estaba en la cama. Luego he escuchado gritos en el patio, he bajado corriendo y le he visto ahí arriba, subido como si fuera lo más normal. Si se cae desde esa altura se mata seguro.
Tsuki no contestó, salió corriendo en dirección al edificio principal. Petra se ocupó de recoger la cesta de hierbas.
-Dese luego vamos a tener unos días muy entretenido con esos dos aquí-dijo una del trío.
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The Last Guardian
Fantasía¿Qué pasaría si alguien se saliera del papel que la sociedad le ha impuesto? En la monótona ciudad de Nilven, el joven ladrón Caju busca su gran golpe para poder vivir a cuerpo de rey sin tener que preocuparse por nada. Cuando se presenta en la ci...