-Perdona, creo no haber escuchado bien-dijo Elh.
-Lo has oído perfectamente, necesito vuestra ayuda-respondió el lider Fauces.
-¿Y qué lleva a los Fauces Negras a reclamar el apoyo de aquellos a los que persigue?-interrumpió Voldafir.
Aquel hombre miró a los lados antes de acercarse al grupo.
-Aqui no. Hablemos en la herrería, hace las veces de centro de mando.
La semi-dríada no se fiaba mucho, pero la curiosidad la podía, lo mismo que pasaba con Caju.
-Vosotros podeis hacer lo que os de la gana-empezó a decir Estrik-Pero yo no voy a escuchar nada de lo que tengan que decir.
A pesar de aquellas palabras, el espadachín no atacó. Envainó su arma y empezó a caminar hacia el pueblo.
-¿A dónde vas?-preguntó Tsuki.
-A la taberna, o a cualquier sitio donde pueda alejarme de esta chusma.
Elh no dijo nada mientras el joven se alejaba, rumbo a ninguna parte.
-¿No le dices nada?-preguntó Caju.
-Nos ha dejado claro que ya es mayorcito para tomar sus decisiones.
Dicho esto, se giró hacia el Fauces.
-Muy bien, escucharemos lo que tengas que decir.
-Muchas gracias. Seguidme.
Iban a empezar a seguirle cuando Tsuki notó que alguien tiraba de su manga. Al mirar pudo ver que se trataba de una mujer que rondaría los 45 años, vestida con una falda color madera, un jersey de punto color bermellón, un delantal blanco manchado de tierra y un pañuelo, también blanco, en su cabeza.
-Disculpa jovencita. Eres una sacerdotisa de Siranne ¿Verdad?
-Si...-contestó Tsuki con algo de precaución.
-Por favor-empezó a suplicar la pueblerina-Mi hija tiene fiebre desde hace varios días y nada de lo que intento logra bajársela. Necesito ayuda.
La sacerdotisa se giró hacia el grupo, como si buscase consejo.
-La gente lo está pasando mal-dijo el Fauces-Empezamos a estar escasos de todo.
Tsuki volvió a mirar a aquella aldeana. La suplicante mirada que le dedicaba era más que suficiente para preocuparla a ella también.
-Muy bien, lléveme con ella.
Tsuki apenas tuvo tiempo de despedirse antes de que la señora se la llevase casi a rastras.
-Después la llevará a la herrería. Démonos prisa-dijo el Fauces.
De camino, Caju podía ver como había bastantes otros Fauces en aquel pueblo, pero estos eran distintos. Toda su vida, los pocos Fauces con los que se había cruzado miraban solamente por ellos mismos. Estos estaban ayudando a los pueblerinos en lo que podían, incluso se les podía ver bromeando con ellos.
-Pronto regresará una partida que enviamos-comentó el jefe Fauces.
-Perdona ¿Por casualidad conoces a un tal Mergo?-se atrevió a preguntar finalmente Caju.
Los esbirros que lo acompañaban intercambiaron miradas entre ellos.
-¿Por qué lo preguntas?-contestó el hombre.
Se acercó al ladrón. Caju se sintió todavía más pequeño. A pesar de ser alto, el Fauces le sacaba casi dos cabezas de altura y varios brazos de anchura.
-Es que... Eres su vivo retrato.
-Como para no serlo. Mergo es mi hermano pequeño, o debería decir "era"
Caju tragó saliva.
-¿Cómo que "era"? ¿Qué le pasó?
-Confiaba en que me lo dijeses, ya que murió después de toparse con vuestro grupo.
El ladrón empezó a deslizar sus manos hacia las dagas, buscando ya alguna ruta de escape.
-Pero no os culpo por su muerte.
Caju tardó unos segundos en reaccionar ante aquello.
-¿Que no nos culpas?
-Desde siempre supe que, si mi hermano moría, sería por su temperamento y falta de sangre fría. Vosotros solo luchabais por vuestra supervivencia, no puedo reprocharos nada.
-Un momento-interrumpió Elh-Recuerdo perfectamente los alaridos de ese tipo cuando escapábamos. Perdió un brazo, si, pero había médicos que podrían tratar la herida. Cuando nos fuimos de Katorá seguía vivo.
-No fuísteis sus verdugos directos. El general Gueist lo mató poco después de vuestra huída, en el mismo sitio donde lo dejasteis. Al ser familiar me han informado de su final con todo lujo de detalles.
Caju y Elh palidecieron.
-¿Había un general en Katorá?-murmuró la semi-dríada-¿Por qué nos dejó huir?
-Tendría sus motivos-dijo Voldafir
Dicho todo, reanudaron su marcha en el más estricto silencio. Solamente tardaron unos diez minutos más en llegar a la herrería.
De no ser por la guía de Prego seguramente se hubieran perdido, pues allí todos los edificios parecían iguales al estar recubiertos de musgo color verde esmeralda. Aquel tenía dos plantas y un ático. En su techo, se alzaba una protuberancia de la que salía humo, indicando que era la chimenea y que estaba encendida. Las ventanas, así como la puerta, habían sido liberadas del musgo, dejando una tonalidad ligeramente verdosa en la superficie de la madera.
-Adelante, tenemos mucho de lo que hablar-dijo Prego mientras habría la puerta.
El interior carecía no recordaba al de otras fraguas. Nada más entrar, lo que recibía a cualquiera era un mostrador en el que se atendía a los clientes. Detrás, se podía ver y sentir el calor de un gran horno de brasas, fabricado directamente en una de las paredes y rodeado de multitud de herramientas para trabajar el metal. Sus trozos de carbón seguían al rojo mientras el aire de alrededor se ondulaba debido a la temperatura. El ladrón se preguntó cómo era posible que un lugar así no saliera ardiendo. Por todas partes había Fauces que se lamentaban de sus heridas. Las luces estaban en un tono bajo. El matrimonio que llevaba la herrería estaba demasiado ocupado atendiendo a los heridos. Incluso había algunos cuerpos tapados con lo que se podía, para que nadie mirase a los muertos.
-Si que parece una guerra...-murmuró Voldafir.
-¿Qué demonios pasa en este pueblo? Cuéntanoslo de una vez-exigió Elh.
Prego dejó su espadón apoyado en una pared. Seguidamente, se dejó caer sobre una silla, dando evidentes signos de agotamiento, tanto físico como mental.
-En estos bosques siempre ha habido una criatura, más peligrosa que cualquier otra. Siempre había que andar con cuidado, pero desde hace unos meses ya no se limita a capturar gente, sino que nos ataca directamente.
-¿Pero de qué se trata?-preguntó Caju.
Prego le miró directamente.
-Un súcubo-dijo pesadamente.
Elh se cruzó de brazos al escuchar aquello. Prego se echó el pelo hacia atrás mientras se disponía a continuar.
-No conozco el por qué, no se si la molestamos de alguna forma, pero últimamente se ha estado dedicando a acosarnos más de lo normal. Se dedica a... engatusar a las personas del pueblo.
-No lo entiendo-dijo Caju-Se supone que los súcubos entran en los sueños de los hombres para absorber su energía vital.
Prego le dedicó una cansada risa como respuesta a su comentario.
-Tenemos suerte de que no sea tan poderosa como para entrar en nuestros sueños. Si fuera capaz de eso ya nos habría tomado a todos.
-¿A qué te referías con eso de que engatusa a la gente?-interrumpió Voldafir.
-Es muy extraño. Esa ramera tiene cierta influencia sobre todo el mundo, en especial los hombres. Puedes estar tan normal y al siguiente instante volverte completamente loco.
-Esos tipos que vi cuando nos acercabamos al pueblo...-empezó a decir Elh-¿Eran ellos?
-Muy seguramente. A aquel que seduce le arrebata su libre albedrío y solo vive para servirla. Las mujeres parecen ser algo más resistentes a su encanto, pero a la larga también caen a sus pies. Si no os atacaron fue debido a que estábais cayendo a la trampa de cabeza. Si uno va a pescar, no da un manotazo al agua cuando los peces se meten en la red por propia voluntad.
-Es tan peligroso, pero teneis a los niños ahí fuera, a su merced-le increpó la semi-dríada.
-No, con ellos es diferente. Los niños son completamente inmunes a su seducción, además...
Prego se llevó una mano a la caña de su bota y sacó un ramillete de romero.
-Al parecer, hay dos cosas que mantienen alejada a esa zorra y sus embrujados. Una es el romero, el cual colgamos por todo el pueblo. La segunda, y parece ser la más efectiva, es el llanto de un bebé.
Caju entendió entonces el porque aquel crío hacía llorar al bebé con tanta insistencia. Al ser inmunes, era labor de los niños el colgar la planta por los límites del pueblo.
-¿Cómo sabéis tanto sobre súcubos?-preguntó Voldafir.
-Nosotros no sabíamos nada. Por suerte llegó un buhonero al pueblo que parecía experto en el tema. Por esta razón os he pedido ayuda. Esa recompensa desmedida da fe de que Drosper tiene mucho interés en vosotros, y nunca se interesa en gente corriente.
Todos se quedaron en silencio, meditando sobre las palabras del Fauces.
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The Last Guardian
Fantasía¿Qué pasaría si alguien se saliera del papel que la sociedad le ha impuesto? En la monótona ciudad de Nilven, el joven ladrón Caju busca su gran golpe para poder vivir a cuerpo de rey sin tener que preocuparse por nada. Cuando se presenta en la ci...