Capítulo 59: Un doloroso pasado

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El sol ya se empezaba a ocultar por el horizonte. Sin embargo, el grupo no parecía tener intenciones de bajar el ritmo o detenerse. Hacía tres semanas que salieron del pueblo. Desde entonces, Elh había llevado la voz cantante en lo referente a las rutas y horarios. De un día para otro, el humor de la semi-dríada se había vuelto mucho más irascible y sombrío, y empeoraba cuanto más se acercaban a Teriesaelzen.
Apenas se detenían para descansar más de lo mínimo necesario, como si Elh quisiera quitarse aquella parte del viaje lo más rápidamente posible. Como de costumbre, ella caminaba por delante de todos, pero en esta ocasión a una distancia mayor. Caju y Estrik iban al final, charlando y lamentándose de lo cansados que se encontraban. Tsuki caminaba entre los dos grupos, próxima a este último, sin llegar a acercarse para hablar.
-Las piernas me están matando-se quejó el ladrón.
-Ya pronto nos detendremos. No creo que quiera seguir por la noche…-dijo Estrik.
Desde que se detuvieron a comer, no habían cesado la marcha. A cada paso que daban sus bolsas de viaje parecían pesar un poco más hasta convertirse en auténticos pesos muertos.
-Me esta empezando a entrar hambre y todo… ¿Tú cómo vas Tsuki?-preguntó Caju.
-Bien…
Al dar aquella escueta respuesta, la sacerdotisa se alejó de ellos. Desde que salieron del pueblo, Tsuki parecía querer guardar las distancias con Caju, acercándose a él únicamente para suministrarle su cura contra el veneno de cobra de medianoche , incluso cambió su turno de guardia para que no estuviera anexo al suyo. El joven no sabía lo que podía haber hecho para merecer ese distanciamiento. Aunque se lo preguntase a ella, lo único que obtenía eran rodeos y excusas para no responder. Podía asegurar que no estaba enfadada con él, pues de ser así ya le habría gritado. Parecía más avergonzada que furiosa.
De pronto, Elh levantó el brazo para que se detuvieran mientras miraba el anaranjado cielo del atardecer, con finas y ligeras nubes.
-Acamparemos por aquí-declaró en tono seco.
Dicho esto, se apartaron del camino. No tuvieron que andar mucho, pues Caju descubrió lo que parecían los restos de un puesto de descanso como el que usó para refugiarse del calor en su camino hacia Katorá. Este no tenía pozo de agua, pero estaba orientado a espaldas del camino, por lo que un pequeño fuego resultaría invisible desde este.
La estructura también era distinta. Junto a los maderos de las paredes se habían utilizado rocas en la base, a modo de primitivos cimientos. Del banco que debía usarse para reposar las posaderas solo quedaban restos carcomidos por las termitas, los cuales serían usados a modo de combustible para la hoguera. El tejado se mantenía en su sitio, pero los crujidos les hacían temer que se desplomase sobre sus cabezas durante la noche. Una vez dejaron las bolsas, la semi-dríada comenzó a asignar las tareas.
-Caju, ocúpate del fuego. Estrik, ve a buscar leña para la noche. Tsuki, tu mira por los alrededores a ver si encuentras alguna hierba que te pueda servir para reponer tu material. Yo iré a cazar la cena-dijo sacando su arco.
Sin ganas de contrariarla, todos la obedecieron. El espadachín se acercó a una arboleda cercana acompañado de la sacerdotisa, dejando al joven ladrón a solas con una Elh que se centraba en preparar su equipo.
-Bueno…-dijo Caju para intentar romper el hielo-Que tengas suerte…
Ella le respondió con un pequeño bufido, sin apartar la vista de su arco negro.
-Lo cierto es que no necesitas suerte, donde pones el ojo pones la flecha ¿No?
-Céntrate en el fuego-le contestó con rudeza.
Dicho esto, se levantó y se fue. El ladrón simplemente observó como se alejaba. Estrik todavía tardó un rato más en volver con la leña, tan solo un pequeño haz que no duraría toda la noche.
-Está un poco húmeda, será difícil que prenda-dijo el espadachín.
-Que va.
Añadiendo los restos del banco, Caju solo necesitó raspar una vez el pedernal con una de sus dagas para que la hoguera estuviese terminada.
-Vaya, tienes una gran afinidad con el fuego-comentó Estrik.
-Y que lo digas-dijo Caju envolviendo la punta de su dedo índice en débiles llamas azules-¿Dónde esta Tsuki?
-Sigue buscando hierbas en ese bosquecillo. Si te das prisa puedes hablar con ella a solas-respondió su amigo, adivinando sus intenciones.
Se incorporó de un salto y trotó hacia la arboleda. En el interior de esta, ya parecía de noche. Los pájaros hacían crujir las ramas cuando salían volando ante su presencia. La maleza resonaba cuando los pequeños animales que se arrastraban por el suelo. No tardó en encontrar a Tsuki, arrodillaba en el suelo buscando hierbas.
-¿Cómo lo llevas?-dijo a modo de saludo.
-¡Caju!-exclamó sorprendida-¿Qué haces aquí? Me has asustado.
-Perdona…
Ambos se quedaron callados.
-Y… ¿Encuentras lo que buscas?
-No exactamente, solo plantas comestibles…
De nuevo, la joven evitaba mirarle. Su tono de voz no era el jovial y alegre que solía tener cuando estaba de buen humor, tampoco el arisco y chillón que caracterizaba sus enfados. En esta ocasión era muy apagado.
-¿Qué te pasa Tsuki?-preguntó Caju, harto de esa situación.
-Nada.
-No, te pasa algo y además es conmigo. No se si he hecho algo que te pudiera molestar, pero lo siento de ser así.
-No es nada que hicieras-dijo la sacerdotisa poniéndose en pie-Es por aquello que dijiste…
-¿El qué? No caigo en qué puede haber sido.
-Aquel día… Cuando te enfrentabas al súcubo…
Parecía como si a Tsuki le costase pronunciar las palabras. Su rostro se enrojecía con cada nueva sílaba que salía de sus labios.
-Me dijiste que… Te curase con mi Aether…
Caju apenas recordaba nada después del beso de aquel ser, pero si le sonaba vagamente haberle gritado algo.
-No era yo mismo en ese momento-dijo para excusarse-De todas maneras… ¿Es tan malo?
-¡¿Qué si es tan…?!
Tsuki respiró para serenarse.
-Es demasiado privado-continuó ella-Es como si… Como si…
Volvió a respirar, esta vez mucho más hondo.
-Como si me hubieras pedido que lo hiciéramos…-dijo poniéndose roja como un tomate.
Caju tardó unos segundos en reaccionar.
-¡¿Qué?!
-Usar el Aether directamente para curar es algo muy íntimo para las sacerdotisas de Siranne. Es como si nos entregásemos totalmente a la otra persona y fundiéramos nuestro espíritu con el suyo para curar su cuerpo y alma por completo. Además, solo podemos hacerlo con una persona en nuestra vida.
-¡Lo siento muchísimo, no era yo mismo pero lo siento!-dijo el ladrón para intentar disculparse-No me extraña que me tratases de esa forma.
-Tu no sabías nada, por eso no me enfadé contigo. Pero entiende que eso es un tema muy delicado para nosotras.
Caju maldijo una y otra vez a esa presencia dentro de su cabeza por hacerle decir esas cosas.
-Se me pasará, voy a poner de mi parte para ello, pero cuando te miro lo recuerdo y…
Tsuki se tapó la cara sonrojada con ambas manos.
-Si quieres…-dijo Caju-Podemos retomar las charlas nocturnas, para olvidarnos de esto…
Tsuki le miró a través de sus dedos.
-Me gustaría… La noche sigue siendo aterradora estando sola.
Tsuki se llevó una mano al cuello, el enlazador relucía colgado de este. Debido a que Elh todavía llevaba vendas y le dolían sus heridas, la sacerdotisa había entrado en la tarea de portar la valiosísima joya.
-¿Me ayudas a llevar estas plantas?-dijo ella.
Caju se acercó y Tsuki puso en sus manos un montón de raíces y plantas de color anaranjado de aspecto seco.
-¿Y para esto te tenía que ayudar?
-Pues si, porque de esta manera yo no tengo que llevar nada.
Ella se dirigió a la salida del bosquecillo tarareando, agradecida de haber compartido el problema y haberse quitado ese peso de encima.
-Aprovechada…-pensó el joven.
Ambos salieron de los árboles y se dirigieron al puesto donde se encontraba Estrik mirando el fuego y arrojando pequeños palitos a este. Tsuki le pidió las hierbas y se sentó con las piernas juntas.
-Me alegra ver que habéis solucionado el tema-dijo el espadachín.
-¿Lo sabías?-preguntó Caju.
-El me convenció para hablar contigo antes-contestó Tsuki deshojando las plantas.
-Es que macho… Mira que pedirle eso…-dijo Estrik con burla.
-¡Yo no tenía ni idea!-grito sonrojándose.
La sacerdotisa también se puso roja mientras le daba un puñetazo en el hombro al risueño espadachín.
-Sienta bien escuchar risas-dijo el Marashi-Estas semanas el humor ha brillado por su ausencia.
-Y que lo digas ¿Qué demonios le pasa a Elh? Esta más gruñona y mandona que nunca-comentó el ladrón.
Estrik suspiró cansadamente. Las ganas de reír se habían esfumado.
-Es comprensible, nos acercamos a Teriesaelzen, su antiguo hogar.
-Tiene que ver con el tatuaje en su cara, ¿verdad?-dijo Tsuki-Hace tiempo, una de las sacerdotisas tuvo que tratar a un elfo que llevaba esa marca, o estigma como lo llaman ellos y le habló de su significado. Sobra decir que no tardó en contárnoslo a todas cuando regresó.
Los dos se quedaron en silencio, dejando a Caju ávido por respuestas.
-¿Pero qué significa, no es un tatuaje como cualquier otro?
-Ya lleváis mucho con nosotros-empezó a decir Estrik-En especial tú, Caju, pero parece que eres el que menos sabe.
El espadachín miró a la joven.
-Es tal y como piensas, pero ninguno conocéis la historia completa, ni siquiera yo la se. El único al que Elh le contó todo fue a Shuren.
Estrik respiró profundamente, intentando poner en orden sus ideas.
-Veréis. En Teriesaelzen viven con los valores y la cultura tradicional élfica, ese estilo de vida desprecia el trato con otras especies y ve el hibridismo como un error de la naturaleza. Los que no son de sangre pura no lo tienen nada fácil, pero en el caso de Elh fue muchísimo peor…
Se podía notar que el espadachín intentaba contar los hechos de la manera más clara, pero ocultando detalles.
-Eres pésimo como narrador-dijo una voz.
Los tres miraron en la misma dirección. Elh les observaba con el arco en una mano y un par de pájaros en la otra. Parecían perdices, pero demasiado pequeñas para tratarse de ejemplares adultos.
-Perdóname Elh-se excusó el espadachín-No debería hablar de esto.
La semi-dríada se sentó cerca del fuego.
-Tenéis razón. Se que estoy un poco arisca. También se que merecéis conocer mis circunstancias.
Elh cerró los ojos, recordando toda si historia.
-Es como dice Estrik, los híbridos somos tratados como basura allí. Mis padres eran de las pocas excepciones que no tenían una forma de pensar tan retrógrada. Mi padre era muy respetado por ser el líder del cuerpo de Rangers. Mi madre era una dríada experta con el arco, también era Ranger, la mano derecha de mi padre. Os estaréis  preguntando cómo puedo ser mitad humana con esos padres.
Elh hizo una pequeña pausa antes de seguir.
-Las dríadas son muy cotizadas en el mercado de esclavos. Un día, la unidad de mi madre fue sorprendida y capturada por un grupo de esclavistas humanos. Mi padre las rescató esa misma noche, pero ya era tarde. Mi madre había sido violada por uno de los esclavistas, quedando embarazada de mi…
De nuevo, otra pausa.
-Las dríadas son la única especie que al quedar embarazadas no dan a luz a un híbrido, sino a una dríada o un elfo. Claro que existen excepciones como yo… Híbrida y fruto de un acto atroz como ese, quedé marcada por la sociedad desde que salí del útero de mi madre. Mi padre pudo haberlo perdido todo, pero aún así cuidó de mi con mucho amor como si fuera su propia hija, incluso cuando nació mi hermanito me siguieron tratando con amor. Estuvieron a punto de destituir a mi padre como líder de los Rangers, pero había hecho demasiado por Teriesaelzen y la opinión pública le apoyaba. Gracias a su posición pude ser el primer híbrido en ir a la academia. Me esforcé mucho y conseguí entrar a los Rangers. No me permitían ascender por mi sangre, pero que entrase en el cuerpo fue un gran logro…
La voz de Elh se quebró al recordar a su familia.
-Lo siento, pero no puedo…-dijo levantándose.
Se adentró en las sombras de la noche, dejándoles sin saber que decir.
-Elh… Es un licántropo-dijo Estrik con un tono triste.
Aquel dato cayó como una losa sobre Caju y Tsuki, quienes le miraron con los ojos abiertos como platos.
-¿Qué?-preguntó Tsuki sin creerlo.
-Aquel esclavista que forzó a su madre era otro licántropo. Al parecer esa condición también puede transmitirse de forma hereditaria. Imaginadlo, semi-dríada y licantropía, de haber sabido esto último en su nacimiento la habrían matado en el acto.
-Pero hoy es luna llena-insistió la sacerdotisa mirando al cielo-¿No debería cambiar si fuera uno?
-No conozco todos los detalles, pero al parecer Shuren la ayudó a controlar sus cambios. Ahora es capaz de transformarse a voluntad sin depender de la luna. También mantiene su mente racional durante el cambio.
-Entonces-dijo Caju-Aquel lobo gigantesco de dos patas que vi en la torre esa noche… ¿Era ella?
Estrik solamente asintió.
-Si me llevaste a su habitación, estaba dormida.
-Caju, estabas tan asustado que no te diste cuenta como te llevaba por un camino más largo, dando un rodeo. Elh tuvo tiempo de sobra para escalar la fachada, entrar por su ventana y deshacer la transformación antes de que llegásemos. Solamente se hacía la dormida.
-¿Por eso el estigma, para diferenciarla?-preguntó Tsuki.
-No solo eso-añadió el espadachín-Un estigma en la cara, a la vista de todo el mundo, de ese color que tanto contrasta con su piel es señal de delitos de sangre muy graves. Ella…
Estrik se quedó mirando el fuego.
-Cuando comenzó a transformarse, sus padres la drogaban para que estuviera dormida a pesar del cambio. Una noche, no se lo que pasó, pero no tomó los somníferos, llegó a su casa bajo su forma bestial… Mató a toda su familia. Solo era una niña cuando amaneció bañada en la sangre de sus seres queridos. La gente no tardó en averiguar lo que había hecho, lo que era ella. Decir que su juicio fue justo sería una broma de muy mal gusto. La marcaron y desterraron, y hasta ahí me dijo. No ha querido contarme que estuvo haciendo hasta encontrarse con Shuren, pero su estado en ese momento era desastroso. Se había rendido al lobo completamente y su cuerpo estaba destrozado.
Los tres se quedaron en silencio, mirando las crepitantes llamas.
-Ahora os imagináis lo que significa para ella volver y revivirlo todo. Si los Rangers o cualquier otro la ve dentro del bosque de Teriesaelzen, intentarán matarla en el acto. Pero tened esto claro, ella sigue siendo Elh. A pesar de lo que sabéis ahora, sigue siendo la misma que esta mañana cuando os despertasteis, no dudaría a la hora de sacrificarse por nosotros o de ayudarnos en lo que fuera. No la odiéis, porque ella ya se odia a sí misma, odia transformarse, pero en ocasiones tiene que hacerlo porque no puede renegar de su propia naturaleza.
-No hace falta que nos lo digas, ella sigue siendo la de siempre-dijo el ladrón.
-El súcubo estuvo a punto de matarla-recordó Tsuki-Y aún así no se transformó. Me da pena que piense eso de sí misma.
Cansados por la caminata, decidieron cenar y acostarse. Desplumaron las aves y las acercaron al fuego después de destriparlas. Tsuki machacó las hierbas en su mortero hasta formar con ellas una pasta de color pardo. Su sabor era horrible, pero la sacerdotisa aseguraba que ayudaba a recuperar las fuerzas y evitar las agujetas. Las perdices apenas tenían carne, por lo que tuvieron que echar mano de las provisiones que traían para poder llenar el buche. Decidieron el turno de guardias siendo Estrik el primero, luego Tsuki y por último Caju. Elh no volvió en toda la noche, queriendo estar a solas consigo misma.

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Muy lejos de allí, casi en la otra punta de Reguian, en un pequeño pueblo costero, el ritmo del puerto no se detenía aunque fuera de noche. Un diminuto barco pesquero había salido de los muelles. Una modesta embarcación que tan solo necesitaba a seis marineros para manejarla y tirar las redes. Los laterales del barco estaban equipados con farolillos que ayudaban a orientarse en las nocturnas aguas.
Desde el puente, el capitán observaba con orgullo su navío. Era un hombre de poblada barba y tripa cervecera, totalmente embutido en un abrigo largo, oscuro y muy sucio. Se ajustó su sombrero de paja para ordenar a sus marineros que comenzasen a largar las redes mientras se liaba un cigarro, pues los peces de luna salían a esa hora para comer los cebos. Sin un segundo de retraso, las redes comenzaron a volar hacia el agua. Todo el mundo en cubierta sabía lo que debía hacer.
Sin embargo, aquella era una ocasión especial, pues contaban con un pasajero. El capitán desvió la mirada hacia el joven, quien ocultaba la parte izquierda de su rostro con una máscara blanca y exhibía un curioso guantelete donde una baraja de cartas brillaba ligeramente. No sabía mucho de él, solo que le dio una bolsa llena de monedas de oro a cambio de permitirle subir cuando zarpasen.
-¡¿Qué le parece?!-bramó el capitán para hacerse oír por encima del viento-¡¿Se imaginó la pesca de esta manera?!
-¡No sabía que se pescara de noche!-le contestó.
Gueist necesitaba un barco discreto para llegar a su destino. Aquel pequeño pesquero era perfecto. Hacía ya casi dos meses que llegó a las costas del oeste sobre aquel grifo, pero necesitaba tiempo para ocultar sus huellas. Su próximo paso no debía poder ser rastreado por nadie. Se ajustó aún más su abrigo. Aquella noche el frío y la humedad calaban hasta los huesos.
Una extraña neblina empezó a hacerse presente en cubierta. El capitán hizo sonar una campana.
-¡Vamos chicos, una docena más y plegamos, yo invito a la primera ronda!
Gueist siguió el banco de niebla con los ojos. A lo lejos, a pesar de la oscuridad, se podía apreciar como esta se concentraba en un gigantesco cúmulo que se mantenía quieto a pesar del viento.
-¡Kunashiri, la isla de niebla!-dijo el capitán al verle mirarla-¡No me hace ninguna gracia navegar cerca de esa traidora niebla!
-¡¿Nos podríamos acercar un poco más?!-gritó el general Fauces.
-¡Ni por todo el oro del mundo, esa isla está rodeada de arrecifes imposibles de ver en la noche!
Un enorme crujido llamó la atención del capitán. Una de las redes se había enganchado en un ornamento de la baranda de estribor, arrancándola de cuajo.
-¡Malditos haraganes, ahora esa red está perdida! ¡La reparación y la compra de otra red saldrán de vuestros jornales!
El capitán chasqueó la lengua mientras refunfuñaba. Quiso retomar la charla con Gueist, pero este ya no se encontraba en cubierta. Miró a todos lados. Al no verle, se acercó a la baranda, temiendo que hubiera caído al agua. Efectivamente, estaba flotando al lado del barco.
-¡Aguante!-dijo el capitán mientras echaba mano de un salvavidas.
Cuando se disponía a arrojárselo, se quedó paralizado por la impresión. Gueist comenzó a salir del agua como si levitase. Al mirar los pies del general, pudo ver la sombra de una extraña criatura marina parecida a una tortuga.
-¡Capitán, yo me bajo aquí!-gritó Gueist.
Dicho esto, el animal comenzó a nadar con el general en su lomo. Nadaba notablemente rápido, pues salió del alcance de los farolillos en un suspiro, en dirección a Kunashiri.









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