Capítulo 36: El pasado del mago

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"Tiránsis es el único reino que planta cara a los Fauces Negras. Todo el que no viva en una cueva sabrá eso. Cada año, se producen innumerables escaramuzas en la frontera tiranísia que da al territorio Fauce entre el ejército y estos malhechores. Pero la verdadera razón de que Tiránsis pueda plantarles cara se encuentra en sus comandantes, los cuales se dice que podrían luchar de igual a igual contra los generales de los Fauces"

"1001 datos curiosos de Reguian" por Sosara Hondour. Sección militar.

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Shuren subía por las escaleras en silencio, seguido por Caju. No se podía oír nada más que el ruido de sus pasos sobre los peldaños. Caju nunca había ido más arriba del piso donde Shuren tenía su despacho porque suponía que estaría lleno de habitaciones deshabitadas, y no se equivocaba.

A medida que subía las paredes parecían más desgastadas y había menos ventanas por las que entrara la luz. El polvo se amontonaba por todas partes, haciendo desagradable el respirar, tanto que Caju tuvo que taparse con el cuello de su camisa para no empezar a toser. Siguieron subiendo hasta el último piso de la torre. A diferencia de las otras plantas, que tenían un amplio espacio por el que acceder a las escaleras, este no lo tenía. La escalera de caracol terminaba en un oscuro pasillo por el que solo se podía ver una brillante luz al final de este. El mago se internó en él, seguido del joven ladrón.

No había puertas a los lados, solo frías y rugosas paredes. El sonido del bastón de Shuren producía un eco que no hacía sino poner más tenso a Caju. Finalmente, llegaron a aquella puerta. En su superficie estaba grabada la imagen de una doncella comiendo una manzana, sentada a los pies de un árbol repleto de pájaros. La luz venía de un hueco a la altura de los ojos. Shuren deslizó la mano al bolsillo y sacó una llave ricamente ornamentada con la que abrió la puerta.

-Entra conmigo-dijo el mago.

La habitación resultaría pequeña para cuatro personas. Todos los muebles estaban cubiertos por sábanas blancas. La luz provenía del centro de la sala, donde una especie de orbe iluminaba la estancia de la misma manera que si esta estuviera bajo el agua. Los haces de luz bailaban por las paredes, dando al lugar un aire místico y relajado. Shuren sacó unas lácrimas de sus bolsillos, las cuales se iluminaron cuando este les susurró unas palabras.

-¿No sería mejor abrir las cortinas?-preguntó Caju.

-Es mejor así.

El mago pasaba sus arrugadas manos por los muebles tapados, acariciándolos, como si recordara cosas. Finalmente llegó a lo que parecía un gigantesco espejo de cuerpo entero tapado. Pellizcó la sábana y esta cayó suavemente al suelo, revelando que se trataba de un gran cuadro, no un espejo. Shuren colocó las lácrimas en dos porta velas que tenía acoplados el marco para iluminar la pintura.

Esta mostraba a una hermosa mujer de negros cabellos, los cuales bajaban hasta su cintura y estaban adornados con flores. Sus ojos de color avellana mostraban un semblante amable y relajado. Estaba vestido con ropas humildes, lo que hacía que destacara el collar que lucía un zafiro de buen tamaño. La mujer estaba sentada junto a una fuente, con la naturaleza y el atardecer a sus espaldas.

-¿Quién es ella?-preguntó Caju.

Shuren tardó un rato en responder, no paraba de acariciar el lienzo, como si este pudiera sentir su tacto.

-Lesafire... Era mi esposa.

Caju tardó un segundo en reaccionar. Nunca se le hubiera ocurrido que el mago hubiera podido estar casado.

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