A la mañana siguiente los pueblerinos de la aldea podían respirar tranquilos, ya que aquel mágico fuego se había ido por sí solo. La pérdida de los árboles de la cima de la colina no suponía mayores problemas en ese momento.
-Me encanta pasar las noches en vela si es con una cerveza en una mano y una sensual mujer en la otra, pero no de esta manera-se quejó Voldafir.
-No te quejes tanto, al menos el pueblo no se ha convertido en cenizas-respondió Sosara mientras se estiraba.
El cuentacuentos la miró con semblante serio.
-Tú viste esa enorme columna de fuego. Por un momento creí que era la espada del mismísimo Balsilión que traía el fin del mundo, y luego todo se apaga como por arte de magia.
-Ya... yo tampoco estoy muy segura de lo que ha pasado exactamente...
Una repentina conmoción llamó la atención de los dos. El incesante murmullo se concentraba junto a las personas que se reunían a la entrada del pueblo.
-¿Qué ocurre ahí?-preguntó Voldafir.
-No pienso mirar el futuro si esta ocurriendo a dos pasos de mi cara.
Dicho esto, ambos se acercaron.
-¡Es Simón, el pastor, dice que lo ha visto todo!-gritó alguien entre la multitud
Aquel detalle les animó a acercarse con más insistencia. Cuando por fin lograron abrirse camino entre la multitud pudieron ver a un joven de unos 16 años. Tenía el pelo del mismo color que la paja y su rostro cubierto de hollín. Sus ropas, de tela áspera y rígida, estaban quemadas por algunas zonas. El chico temblaba mientras alguien le ofrecía un poco de agua.
-Todo el rebaño... Las ovejas ardían...-decía mientras tartamudeaba.
-Eso no importa chico-le dijo un hombre.
-Había una especie de monstruo-continuó el pastor-Decía que era un sub-general de los Fauces Negras.
El murmullo se hizo mayor. Estaba claro que la gente temía la presencia de alguien que ocupaba un rango tan alto entre los Fauces.
-¿Ese incendio fue provocado por él?-preguntó una mujer.
-No, era otro.
-¡¿Otro Fauces?!
-No era un Fauces. Ese fuego azul me sorprendió, así que corrí hacia el claro de la cima esperando que el incendio no se extendiera por allí al no haber árboles. Entonces los vi luchando allá arriba. El fuego parecía obedecer a ese tipo, que acabó matando al monstruo.
-¿Quieres decir que alguien ajeno a los Fauces mató a un sub-general de estos?-preguntó Voldafir.
El joven se limitó a sentir. Todos los pueblerinos parecían enormemente asombrados de que se pudiera llegar a liquidar a un Fauces de ese nivel.
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Un viento frío sopló en aquella gélida y desierta playa. Aquella brisa despertó por completo a Gueist, que se ciñó todavía más su abrigo mientras contemplaba las últimas brasas de la hoguera que había encendido. Con un largo bostezo, el general sacó de su bolsa un trozo de pescado seco y desayunó.
Ya que ni siquiera había desplegado su saco de dormir pudo ponerse en marcha de inmediato. Llevaba ya bastante tiempo en aquella gran isla desierta, pero tenía que andar con sumo cuidado, podía sentir como alguien le vigilaba constantemente.
Convencido de que había dejado claras sus intenciones no hostiles, se internó en la isla. El bosque que cubría toda la isla era denso y húmedo. El suelo era casi de barro y una constante neblina permanecía entre los árboles. Todos esos factores hacían que un corto paseo se sintiera como una larga marcha. Finalmente, ya exhausto, llegó a una depresión en el terreno que formaba una cuenca. Los árboles habían sido talados y se había construido un pueblo deshabitado. El general derrapó guardando el equilibrio para llegar lo más rápido posible.
La niebla se hacía cada vez más espesa con cada paso que daba. Si uno se fijaba en aquellas casas, podía ver que se encontraban totalmente desprovistas de mobiliario o cualquier indicio de que allí hubiera vivido nadie. No fue hasta que llegó al centro del asentamiento que la niebla lo ocultó todo, le era imposible ver nada a más de un metro.-Me alegro que seas tu quien venga y no el viejo-dijo Gueist.
El entorno permanecía inmutable. Aquella niebla parecía viva, se arremolinaba sobre si misma e introducía la humedad dentro de sus ropas, haciéndole tiritar de frío.
-¿Qué quieres Gueist?-preguntó una voz femenina desde alguna parte.
-Lo de siempre, información.
-Dudo mucho que el maestro quiera hablar contigo ahora.
-Da igual eso, lo que preciso saber me lo puedes decir tú.
Gueist pudo distinguir entonces una silueta entre los jirones de niebla, justo en el límite de su zona visible.
-¿A dónde envió el viejo la otra mitad?-preguntó Gueist.
-Debes estar loco si crees que te lo diría. El maestro guarda todo lo referente a aquel día en un escrupuloso secreto.
-Pues debe saber que los secretos se terminan destapando tarde o temprano.
Gueist sonrió con malicia.
-Tengo una buena pista sobre la otra mitad.
-Mientes-contestó la voz.
-Al principio yo tampoco lo creía, pero luego me puse a atar cabos y sabes lo bien que se me da eso.
Los ojos de la figura brillaron ligeramente.
-Cuéntamelo todo.
-Empieza en una ciudad construida en una enorme grieta del suelo...
Gueist comenzó a hablar mientras observaba fijamente aquellos ojos.
Unos ojos rojos, como dos rubíes.
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The Last Guardian
Fantasy¿Qué pasaría si alguien se saliera del papel que la sociedad le ha impuesto? En la monótona ciudad de Nilven, el joven ladrón Caju busca su gran golpe para poder vivir a cuerpo de rey sin tener que preocuparse por nada. Cuando se presenta en la ci...