Capítulo 18: Murko

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"Con todo esto llegamos a la era actual, la Era de la Iluminación. Afortunadamente de esta era sí que hay información histórica registrada y bien documentada, tal vez para suplir los milenios de historia vacía que tenemos. Ya se llevan dos siglos de esta era y no ha sucedido ningún hecho trascendente que le ponga fin. Lo más notable que ha ocurrido es la gran cantidad de cultos que han surgido a los dioses, sin contar diversas sectas como la de los portalistas, que defienden que las razas conscientes no provienen de Reguian, sino del otro lado de los teleportes. Valiente tontería, como si los teleportes condujeran a otro mundo o algo así"

"1001 datos curiosos de Reguian" por Sosara Hondour, sección cronológica.

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El reloj volvió a sonar, marcando las cinco de la tarde. El estómago de Seska rugía con furia, pero ella seguía con su tarea de seguir a aquel chico. Tras un largo día de acecho habían llegado al distrito sur, aún había tenido que seguirle otro rato, siempre valiéndose de las sombras para pasar desapercibida, pero parecía que por fin habían alcanzado su destino. Seska se mantenía escondida tras una esquina mientras aquel chico llamaba a la puerta de una gran casa de dos pisos con la fachada amarilla. A Seska le extrañó que aquella casa tuviera las ventanas tapiadas y que la pintura estuviera en tal estado que incluso empezaba a pelarse por algunas zonas, dando a aquella morada la apariencia de un queso gruyer. Sabía que los escondites de Morrison debían pasar desapercibidos pero siempre se preocupaba porque tuvieran un aspecto cuidado, aquel debía estar en desuso desde hacía mucho. Aquel chico todavía estuvo llamando a la puerta el suficiente rato para que Seska aprendiera la señal convenida: dos golpes fuertes y uno arrastrando los nudillos. Finalmente la puerta se abrió y una gran sonrisa se dibujó en la cara del chico, quien entró sin pensárselo dos veces como quien entra a una tienda de dulces. Seska esperó unos minutos antes de aproximarse al edificio. Una vez en la puerta, llamó valiéndose de la señal. Tras un par de intentos la puerta se abrió, tras ella surgió un tipo corpulento con una gran barriga y barba que indicaba que habían pasado semanas desde su último afeitado, iba vestido con una camisa blanca que hacía aún más notables las manchas de color verde que llevaba.

-¿Qué quieres?-preguntó aquel tipo.

Su voz era muy grave, casi rota.

-T, traigo algo para Morrison-consiguió decir Seska.

El tipo se hizo a un lado y la invitó a pasar. Una vez dentro Seska pudo ver a otros tres que jugaban a las cartas bajo la luz de un pequeño candelabro. Había dos más sentados en un sillón de aspecto viejo. Seska pudo observar a un séptimo que destacaba del resto. No solo era altísimo, sino que no paraba de sacarle brilla a una espada larga cuya hoja tenía un ligero toque rojizo. Tenía el pelo canoso y se lo sujetaba e una coleta, vestía ropas de cuero y sobre ellas una ligera cota de malla. A Seska no le sonaba alguien de esa guisa entre los esbirros de Morrison. Aquel espadachín levantó los ojos para mirarla y a Seska le pareció ver la misma muerte en ellos.

-¡No te pares mocosa! Morrison está en la otra habitación.

El tipo que había abierto la puerta empujaba a Seska para que avanzara. El espadachín volvió a dar brillo a su herramienta de trabajo y bajó su mirada. Seska siguió caminando sin dejar de pensar en que esa mirada le recordaba a la de Estrik.

La habitación contigua estaba ricamente adornada con tapices que representaban escenas de caza y batallas y alfombras de piel de oso que resultaban suaves y mullidas al tacto. Estaba iluminada por un montón de velas y una lámpara de araña en el techo. Toda la habitación tenía una ligera neblina y olía fuertemente a incienso. En la pared del fondo, sentado en una gran silla que se asemejaba a un trono estaba Morrison.

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