Capítulo 66: La tumba de los druidas (parte 1)

34 6 9
                                    

Dado que Aprendiz no necesitaba dormir demasiado, acordaron que se encargase de hacer guardia la mayor parte de la noche mientras Estrik y Tsuki se recuperaban de aquel día lleno de emociones. El espadachín casi le retuerce el cuello a la inocente criatura cuando esta los despertó de improviso, alegando una extraña luz azulada en el cielo. Ambos lo tomaron como alguna especie de bengala perteneciente a un grupo de Rangers que les estuviese rastreando, pero entonces Aprendiz les dijo como había captado algo del olor de Caju.
Apagaron el minúsculo fuego a toda velocidad, tiraron sus restos al río y se apresuraron a seguir al Busgosu, quien saltaba y se movía de forma hiperactiva. Los dos jóvenes tropezaron en más de una ocasión con las innumerables raíces de los árboles y se raspaban con las ramas y corteza de estos por ir a toda velocidad en la oscuridad.
Por fin, tras 45 minutos de una muy accidentada carrera, llegaron al diminuto claro donde reposaba el ladrón. Se lo encontraron tumbado boca arriba, con las manos entrelazadas y mirando al cielo pensativamente. Aprendiz dio un estridente grito de alegría mientras que Tsuki daba gracias a Siranne en tono bajo. Estrik, sin embargo, se acercó a él con el semblante muy serio.
-Lo primero que se me ha pasado por la cabeza al verte ha sido "es el tipo con más suerte del mundo", pero esta va más allá de la simple suerte.
Mientras hablaba, comenzó a desenvainar su espada y a dirigirla hacia el cuello de su amigo.
-Todo lo que te rodea es demasiado raro Caju, y a mí no me gustan las cosas raras.
Tsuki le obligó a apartar el arma golpeando la mano del espadachín.
-¿Es que estás loco?-preguntó furiosa.
-Tienes razón-dijo el ladrón.
Caju se levantó la camisa para que los dos pudieran ver sus heridas ya cauterizadas.
-No es solo que ese elfo me diera la mayor paliza de mi vida. Me apuñaló tres veces, tres malditas veces. Una por el abdomen hasta el estómago y las otras dos hacia mi pulmón. Perdí el conocimiento cuando me tiró al río. Yo sé que no podría salir de esa, y unas horas después me despierto así.
El joven centró su mirada en ellos, quienes escuchaban su historia, habidos de más detalles.
-Cuando Sosara me dijo que el futuro estaba mayormente ya establecido no quise creerla, porque me asustaba la idea de que yo no tuviera control sobre mi vida, pero ahora veo esto y... Me asusta, no quiero dirigirme a un futuro fijo sin remedio ni sentirme como la marioneta de alguien o algo lo bastante poderoso y desalmado como para jugar con las vidas ajenas de esta forma...
-Bueno Caju-le interrumpió Estrik-Has estado al borde de la muerte y es normal que tengas esos brotes filosóficos. No pienses lo contrario, me alegro que hayas sobrevivido, pero ya van demasiadas veces que te libras milagrosamente...
-Y luego está el hecho de que te curas demasiado rápido de tus heridas-comentó Tsuki-Aquel súcubo te rompió dos costillas y te recuperaste en casi tres días, eso sin mencionar como luchaste contra ella.
Caju hundió su cara entre las manos.
-Estoy harto de no saber nada, ni de esas inútiles llamas azules, por qué uno de mis ojos es rojo o toda esa mierda de los guardianes que mencionaba Shuren. Todo se puso patas arriba en el mismo momento que robe ese puñetero enlazador.
-¿Y donde lo tienes ahora?-preguntó Estrik.
-Me lo quitó esa mole de músculo con orejas puntiagudas.
Estrik bufó mientras se revolvía su blanca melena.
-Pues recuperémoslo entonces-dijo Tsuki.
La sacerdotisa se inclinó hacia Aprendiz, quien se había mantenido apartado al ver que el Marashi acababa de desenvainar.
-¿Tú sabes dónde se viven los elfos malos?-le preguntó amablemente.
-¡No, no ir! Ser muchos en lugar sagrado... Molestar a maestros de maestro que dormir gran sueño.
-Gran sueño...-murmuró Tsuki-¿Te refieres a una tumba?
-Uno dice gran bulto en el suelo, con muchos pasillos.
La sacerdotisa se incorporó pensativa.
-Una vez leí que los norteños construyen sus mausoleos hacia el interior de la tierra, en criptas. Tal vez los elfos tengan la misma costumbre.
Tsuki volvió a inclinarse frente al Busgosu.
-¿Podrías llevarnos al gran bulto? Esos elfos malos nos han quitado algo.
Aprendiz dudó en un principio, pero acabó aceptando, no sin antes advertirles repetidamente lo peligroso que era. Cuando Caju se incorporó, la sacerdotisa se acercó a él.
-Tu sudadera, creo que te queda mejor a ti-dijo en broma, tratando de animarle de alguna forma.
####
Lejos del lugar, Elh se movía a toda velocidad entre la floresta como una criatura más, apenas produciendo ruido. Aquello, unido a portar de nuevo un uniforme de los Rangers, la hacía recordar los viejos tiempos.
A pesar de llevar más de cuatro horas casi corriendo entre la maleza no bajaba el ritmo ni parecía cansada. Quería darse toda la prisa posible, pero no pudo evitar que se le hiciera de noche. Pudo escuchar unas fuertes pisadas que reconoció en el acto. Le bastaron unos segundos para trepar a la copa de un árbol. Desde allí, distinguió la silueta de un gran Noblús al que la noche camuflaba. El animal caminaba con fuerza, chocando contra los árboles para rascarse los costados. Una pata de cuervo sobresalía de entre sus dientes, seguramente porque el resto del animal se encontraba en la garganta del rey del bosque. Sus antenas se movían sin cesar, pendientes de cualquier movimiento. Elh se quedó quieta como una estatua, incluso contuvo la respiración hasta que el depredador se hubo alejado. Se descolgó con cuidado y avanzó con aún más precaución, ya que se encontraba muy cerca de su destino y, por consiguiente, del lugar donde los Nobluses parían a sus crías.
Durante el resto del trayecto tuvo que encaramarse de nuevo unas cuantas veces. En una ocasión una cría incluso la siguió. Elh le propinó una patada en el hocico para tirarla al suelo. El animal se levantó y dirigió su cabeza hacia ella mientras se lamía la zona golpeada. El animal bufó un par de veces antes de continuar con su camino.
Elh no tuvo mayores problemas tras ese. Finalmente, pudo discernir la tumba de los druidas. Cualquier persona podría distinguirla, el bosque se cortaba de pronto, formando un claro perfectamente circular de unos veinte metros de diámetro. En el centro de este, se podía ver como el terreno se deformaba como un bulto, cubierto de hierba en cuya base había una entrada franqueada por monolitos grabados con antiquísimas runas. La semi-dríada miró hacia la luna en cuarto creciente. Aguardó hasta que un grupo de nubes ocultaron su luz y salió a toda prisa hacia la tumba, aprovechando aquello. A pesar de todo, la falta de guardias despertaba sus sospechas.
Justo en la entrada habían peldaños que se internaban en las sombras. Las pisadas de Elh apenas producían sonido. La escalera descendía por un buen trecho hasta una gran estancia circular. Dentro de huecos en las negras paredes se podían ver nichos donde descansaban los difuntos druidas. Se encontraban en perfectas condiciones, pues los Nobluses mantenían alejados a Ghouls y otros necrófagos. El techo era abovedado y desprovisto de cualquier decoración. Era aguantado por anchos pilares que parecían troncos de árboles. A pesar de sus finos sentidos, Elh no escuchaba absolutamente nada. Todo el lugar estaba invadido por un sepulcral silencio. Pudo divisar tres pasillos, dos de ellos rectos mientras que el último, situado a la izquierda, era otra bajada. Elh sabía que aquel lugar era un gran laberinto, extendiéndose bajo el bosque de Teriesaelzen. La semi-dríada escogió el camino de bajada, así al menos sabría que para volver a la salida tendría que subir. Cuando se dirigía a ella, alguien habló.
-"El uniforme sigue quedándote genial Elhdrasil"
La voz provenía del camino de bajada. Elh sacó su arco junto a una flecha en un suspiro. Se escuchó un chasquido y, seguidamente, una antorcha se encendió.
-"No me has escuchado, ¿cierto? Todavía sigo siendo de los pocos que pueden darte un susto"
La luz era sostenida por un elfo de cabello color rojo oscuro como el magma, casi marrón. Sus azulados ojos la miraban casi sin pestañear. Sus puntiagudas orejas estaban repletas de pendientes de toda índole. Un tatuaje de color púrpura oscuro cruzaba su cara de lado a lado, pasando bajo los ojos y sobre la nariz. También iba vestido con el uniforme Ranger, pero muy distinto. A diferencia de Elh, aquel individuo sustituyó la protecciones de cuero por unas de acero saqueadas a los guardias reales que trataron de apresarle. Iba armado con dos ballestas que colgaban de su cintura y un machete de claro diseño humano.
-"Rasael..."
-"¿Qué tal te ha ido, vieja amiga?"
-"Tirando"
Los dos se quedaron en silencio. A pesar de haber destensado su arco, la semi-dríada se resistía a quitarle la flecha.
-"Supongo que Naali te habrá puesto al corriente de todo"-dijo Rasael.
-"Exacto, pero también querría escuchar tu versión"
-"No la hay, es tal y como te habrá dicho. Me dedico a matar inocentes hasta que esa perra me entregue su cabeza"
-"¿Y después qué? ¿Te pondrías tú mismo en el trono blanco?"
Rasael rio de forma perturbadora.
-"¿Cuántas familias como la mía han muerto a lo largo de la historia de Teriesaelzen en ridículas intrigas de palacio? Yo creo que no necesitamos un trono blanco ni a un potencial asesino que repose su trasero y dicte sobre nuestras vidas. Mira por ejemplo Shi Rothú, la ciudad es dirigida por un congreso y les va divinamente"
-"Eso que propones es una locura"-contestó Elh-"Es cierto que Shi Rothú no tiene reyes, pero eso les costó una larga y sangrienta guerra civil"
-"Lo se bien. Mi intención es hacer que prenda esa chispa"
Al escuchar eso, Elh volvió a tensar el arco rápidamente. Rasael reaccionó agachándose para que su antorcha iluminase el suelo. La zona alrededor de la escalera estaba cubierta con un fino polvo negro.
-"La mejor pólvora proveniente de los mares blancos del norte, prende incluso estando húmeda"-comentó Rasael mientras le indicaba a Elh con el dedo que bajase el arco-"No tengo que ser un lince para darme cuenta que no puedo vencer a un licántropo sin algún truco"
Viendo la amenaza, la semi-dríada guardó la flecha lentamente.
-"Cuando me enteré de que estabas de vuelta fui a reunirme contigo. Pensaba que tú, de entre todas las personas, entenderías mi causa, incluso le habría dado algún puesto a ese par de humanos. Pero en el momento que llegó a mis oídos como los Rangers de Naalen te habían encontrado primero... Bueno, sabía que esa puta te enviaría a ti, una verdadera Ranger"
Dando por terminada la conversación, el elfo arrojó la antorcha al mismo que salía corriendo escaleras abajo. Elh abrió los ojos al máximo antes de saltar en dirección contraria. Se hizo un ovillo en el suelo y se tapó la cabeza con los brazos, esperando que la tumba no colapsase. Pasaron unos segundos que a ella le parecieron una eternidad, pero no se producía ninguna explosión. Se atrevió a mirar, efectivamente, la antorcha había caído al suelo y aquel polvo había prendido. Lo raro se encontraba en que, en lugar de explotar, aquel material solo producía unas pequeñas llamas blancas que parecían bufar antes de consumirse casi de inmediato. Elh podía notar como sus orejas se sonrojaban y su mal humor crecía al ver que acababa de caer de bruces en un engaño. Se maldijo a si misma mientras salía corriendo por las escaleras antes de que perdiera a Rasael en aquel laberinto.
Casi tropezó por las prisas, pero consiguió llegar sana y salva. Las salas de aquel lugar eran muy parecidas entre ellas, lo que dificultaba todavía más el orientarse. Por más que mirase, no veía al elfo por ninguna parte. Dio un fuerte zapatazo en el suelo para desahogarse. Cerró los ojos y empezó a cambiar, solo lo justo para que las pupilas de sus ojos pasaran a ser dos finas líneas verticales y sus dientes se afilasen como colmillos. Tal y como esperaba, su olfato aumentó varias veces. En un primer momento, se vio aplastada por el olor a humedad y moho que allí reinaban. Una vez se acostumbró, pudo discernir nuevas esencias. Muy lejos, podía detectar un buen número de elfos, elfas y dríadas. Supuso que se trataban de los renegados a las órdenes de Rasael. Olisqueó aún más el aire hasta dar con el rastro de su objetivo. Afinando el oído, era capaz incluso de escuchar sus pisadas, que se alejaban de sus hombres.
###
Tuvieron que avanzar cuidando cada paso. No solo era difícil moverse por aquel terreno lleno de piedras y raíces, también estaba el tema de los Nobluses. Algunos se acercaban a investigarles cuando pasaban cerca, sin embargo, continuaban su camino al olfatear el olor a Bégimo de la ropa de Caju. Lo malo eran las crías, ellas sí se acercaban sin precaución. Estrik estuvo a punto de hundir su espada en una de ellas. Aprendiz le suplicó que no lo hiciera, ya que el olor de su sangre atraería a su respectiva madre. Tsuki se dedicaba a alegarlas con débiles proyectiles de su Aether que eran más humo que otra cosa, pero suficiente para mantenerlas alejadas.
A pesar de las crías y los numerosos rodeos, lograron alcanzar la tumba de los druidas.
-No veo guardias-comentó el Marashi.
La sacerdotisa se sentó apoyando la espalda en un tronco, lanzar un proyectil tras otro siempre la dejaba terriblemente cansada. Caju le ofreció un poco de agua de una de las cantimploras.
-Agachaos-ordenó Estrik.
Otro grupo entró al claro desde la punta opuesta a la suya. En un principio, la oscuridad no dejaba distinguirles, pero hablaban el élfico a voces, con un tono claramente furioso. Solo cuando estaban entrando a la tumba el espadachín pudo adivinar quienes eran.
-Su madre... Son los elfos del embarcadero.
-¿Estás seguro?-preguntó Caju acercándose a él.
-Sin duda, llevan las mismas ropas.
El ladrón sacó los cristales que robó al druida para mirar. No tardó en reconocer a la mole de músculo que lo había apuñalado casi hasta la muerte. Sus heridas comenzaron a dolerle al recordarlo.
-¿Cuál es el plan?-preguntó Caju.
-El plan es que tú te quedas aquí vigilando mientras Tsuki y yo recuperamos el enlazador.
El joven tardó unos segundos en reaccionar.
-¿Cómo dices?
-Lo que oyes. Tu has estado a punto de morir, no queremos seguir tentando a la suerte.
-¡Que te crees tú que me voy a quedar al margen!-dijo levantándose-¡Tengo una cuenta pendiente con esa mole y...
Estrik se levantó y le propinó un puñetazo en el costado. No era excesivamente fuerte, pero el dolor que causó en sus heridas bastó para devolver al ladrón al suelo.
-¿Cómo vas a ajustar nada con nadie si eso basta para tumbarte?
Caju se mordió el labio inferior. Aunque no le gustase reconocerlo, su amigo tenía razón.
-Exceptuando esas llamitas de pacotilla, eres solo un humano normal. Te curas rápido, si, pero eso no te ayuda en una pelea. Esos tipos de ahí dentro sin Rangers, elfos entrenados durante décadas para ser letales, algunos tendrán siglos de experiencia. Tú, sin embargo, lo único que te mantiene vivo son tus truquitos. Si lo miro fríamente, eres el más débil de nosotros. Ahora mismo solo serías una carga.
El ladrón no contestaba. Miró a Tsuki, esperando que ella le ayudase a rebatirlo. La sacerdotisa miró al suelo para evitar sus ojos y se mantuvo en silencio, ella pensaba igual que Estrik.
-Muy bien, esperaré fuera...-dijo al final, sin ganas.
El espadachín esperó a que la joven recuperase el aliento y ambos se dirigieron a la tumba.
-Humano bueno no poner triste-dijo Aprendiz-Uno pensar que él ser fuerte.
-Ya, gracias.
Nada más alcanzar la entrada, Estrik y Tsuki se apoyaron a un lado cada uno. Cuando se cercioraron de que no venía ningún ruido, entraron. Bajaron el primer tramo de escaleras rápidamente hasta llegar a la silenciosa estancia.
-No se oye nada-dijo Tsuki-Mejor no invoco mi Aether todavía, un brillo azul aquí nos delataría de inmediato.
El joven asintió mientras desenvainaba su arma. Se acercó a los restos de la "pólvora" que Rasael había usado antes. Se agachó y se llevó un poco a la nariz.
-Mierda, esto apesta-dijo asqueado.
Cogió un puñado de ese polvo negruzco y lo untó por la superficie de su espada para que no brillase con cualquier luz. Ambos se quedaron mirando entonces las tres entradas.
-¿Cuál habrán tomado ellos?-preguntó Estrik en alto.
-Por la derecha-declaró la sacerdotisa firmemente.
-¿Cómo demonios puedes estar tan segura?
Tsuki proyectó un pequeño círculo de Aether y señaló al suelo. La luz hacía brillar el contorno de muchas huellas, que se internaban por el pasillo señalado.
-La hierba que rodea la tumba estaba húmeda. Se les han mojado la suela de las botas.
-Bien visto...
La joven apagó el círculo y los dos entraron al pasillo derecho. La oscuridad les obligaba a tantear las paredes e ir cogidos de la mano para no separarse. La sala a la que desembocaba aquel pasillo solo se diferenciaba con la anterior en que era algo más grande y las paredes tenían una fila más de nichos. Tal como antes, había tres pasillos. Las huellas les decían que debían escoger de nuevo la derecha.
Antes de llegar a la tercera sala, comenzaron a escuchar el eco de varias voces hablando élfico. Estrik empuñó su espada con fuerza. Una antorcha iluminaba parte de la tercera sala. Un elfo discutía acaloradamente con una elfa. El hombre estaba de espaldas al pasillo mientras que la mujer podía verlo parcialmente sobre los hombros de su compañero. El espadachín se arrastró hasta el límite de la oscuridad, confiando en que su conversación les distrajera de todo lo demás.
Salió a la luz con un paso largo mientras también desenvainaba su katana y la pasaba a su mano derecha. La elfa abrió los ojos al verle e hizo ademán de desenvainar su espada. El elfo, sin embargo, no pudo reaccionar. Aprovechando el llevar dos armas, Estrik ensartó al elfo con la espada de su mano izquierda, atravesándolo de lado a lado por el pecho y perforando su corazón. La ligereza de la katana le ayudó a adelantarse a la mujer. Sin perder un segundo y aprovechando el impulso de su carrera, hundió su hoja en la boca de la elfa, no deteniéndose hasta que la punta sobresalió ampliamente por su nuca. Todo el cuerpo de la mujer sufría espasmos mientras la sangre se derramaba por las comisuras de sus labios y sus ojos se ponían en blanco. Antes de sacar la katana, la hizo girar para matarla definitivamente y, con un movimiento fluido, degolló al otro elfo.
-Esto ha sido fácil-murmuró el joven mientras limpiaba de sangre sus armas valiéndose de los pliegues de su abrigo.
Tsuki, sin embargo, no llevaba tan bien el tema de la muerte. No pudo evitar las arcadas al observar las grotescas posturas que habían adoptado los cadáveres.
-¿Cómo puedes matar sin más?
-Estamos en una tumba, no importan unos cuantos muertos más.
La sacerdotisa terminó por vomitar. Estrik se acercó a ella para calmarla un poco antes de continuar.
###
Caju se distraía abriendo y cerrando su candado de práctica con la ayuda de sus ganzúas mientras que Aprendiz se mordía las uñas a la vez que trataba de tararear una canción.
-Conque una carga...-pensó el ladrón.
Guardó el candado mientras emitía un bufido y miraba al cielo estrellado.
-Humano bueno no apenarse-dijo el Busgosu mientras escupía un montón de uñas.
Caju estiró los brazos para desentumecerlos y se levantó del suelo.
-Ese Estrik no tiene tacto para decir las cosas, igual que yo tengo problemas para obedecer.
Dicho esto, empezó a caminar hacia el túmulo.
-¡¿Qué hacer?!-exclamó Aprendiz.
-Voy a por mi enlazador ¿Vienes?
La criatura parecía dudar, como si tuviera miedo de salir al claro.
-Ser lugar muy sagrado para maestro, uno no poder acercarse sin permiso.
-Entonces espera por aquí, volveré en un rato.
Caju se dirigió a la tumba con largas zancadas y entró sin dudar. Sus ojos tardaron un rato en acostumbrarse a la oscuridad, justo cuando se terminaron las escaleras. Miró a todos lados, pero lo único que llamaba su atención eran las tres únicas opciones de camino que se le ofrecían. Al no tener ninguna referencia clara, se decidió por el camino central.
Al principio apenas podía ver por dónde iba, incluso palpaba las paredes para orientarse. Más adelante, surgían irregulares puntos de luz fantasmagórica. Al mirarlos de cerca, el ladrón comprobó que se trataba del mismo musgo del subsuelo de Teriesaelzen. A medida que se acercaba a la siguiente sala aquel peculiar mido de iluminación se volvía más común.

El pasillo desembocaba en una estancia especialmente maltratada por el paso del tiempo. Las paredes se caían por determinados puntos, revelando que solamente eran finos muros para tapar la tierra y embellecer el lugar. Tan solo había una salida, justo al otro lado. A diferencia de la anterior sala, esta no guardaba ni un solo cadáver. Los fragmentos de pared que aún aguantaban en su lugar correspondiente estaban decorados con antiguas pinturas de las que apenas quedaba color. Al entrar, Caju comenzó a toser.

-Tanto polvo y olor a moho no puede ser bueno-pensó para sí mismo.

Carraspeó mientras se acercaba a la pared con la intención de llevarse un puñado de ese musgo reluciente y así iluminar su camino. Lamentablemente, la planta perdía el brillo casi al momento de ser arrancada.

-Pues voy listo así-dijo mientras volvía a toser.

No pudo evitar fijarse en las pinturas. Mostraban vagas figuras ejecutando diversas tareas, como si fuera un registro histórico en imágenes. La primera mostraba una hilera de figuras humanoides caminando encorvadas mientras llevaban peso e iban unidas de los cuellos por líneas negras. Sobre esas filas, había representada una extraña criatura con colmillos y alas, pintada totalmente de negro

En la siguiente escena, se podían ver a un total de cuatro de esos monstruos alados quemando y descuartizando a las otras figuras. En esta ocasión, sus alas no estaban pintadas de negro, sino de oros colores. Caju sentía como un extraño calor surgía desde su pecho mientras las toses se volvían más frecuentes.

-No hay ninguna raza con alas ¿Qué son esas cosas?

La tercera escena le dejó sin aliento. Un grupo de esas criaturas aladas, con aspecto furioso, se abalanzaban sobre cuatro figuras humanoides, representadas formando un círculo. Cada una de las cuatro figuras se defendía de una manera distinta. La primera, algo encorvada, lanzaba grandes rocas a sus oponentes. La segunda, bastante alta, utilizaba las ráfagas de viento para cortar a sus adversarios y cubrirse al mismo tiempo. La tercera, con los brazos cruzados, manejaba cuerdas azules de agua y estacas de hielo, dirigiéndolas sin piedad hacia los monstruos.

-No puede ser...

Sus sospechas se confirmaron al ver la cuarta figura. Era más pequeña que el resto, de largas y extrañas melenas. A su alrededor se concentraban increíbles llamas de color azul, las cuales carbonizaban todo a su paso. El joven no podía explicar cómo, pero sabía que se trataba de una niña.

Los cuatro seres tenían sus ojos de color rojo, como rubíes.

Un violento ataque de tos le obligó a encorvarse. Al mirar la mano con la que se había tapado la boca, observó que estaba llena de sangre.

-¿Qué pasa?

Más sangre comenzó a gotear en el suelo, pero no provenía de su boca. Se palpó la cara para confirmar que, efectivamente, estaba saliendo de sus ojos. Estaba llorando sangre. Intentó ponerse en pie, pero sus piernas no respondían. Poco a poco, la sangre también comenzó a salir por sus oídos y nariz. El mareo que sentía era atroz, tanto que ni siquiera podía asegurar dónde estaba el pasillo por el que había entrado. Los vómitos no tardaron en llegar, los cuales estaban compuestos mayor mente por sangre. Caju intentaba comprender qué demonios le pasaba o con qué acababan de atacarle. Fue en ese momento que se hizo una aterradora pregunta a sí mismo.

-¿Cuándo fue la última vez que me curó Tsuki?

A causa de todo el problema con los elfos, aquel día no había recibido tratamiento contra el veneno de cobra de medianoche que aún residía en su organismo. Trató de arrastrarse por el suelo o pedir ayuda, pero no le era posible respirar. Su vista se encontraba cada vez más borrosa, hasta que se extinguió por completo a pesar de tener los ojos bien abiertos. El único estímulo que le llegaba era el dolor de todas sus articulaciones.

The Last GuardianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora