Caju corría todo lo rápido que podía, tratando de ignorar el cansancio o cualquier otro pensamiento que no fuera el de seguir adelante. Miró al cielo, el sol casi se hallaba en la cúspide del firmamento.
-Se me acaba el tiempo-pensaba.
A pesar de decirse eso, estaba más preocupado por la sacerdotisa. Su idea había sido casi un suicidio, pero ya no podía darse la vuelta.
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Los espadazos se sucedían uno tras otro. Si Tsuki no había muerto todavía era gracias a que se mantenía a una distancia más que prudente de Estrik, más por miedo que por estrategia. En varias ocasiones el joven había estado apunto de cumplir parte del encargo del súcubo. Sin embargo, la sacerdotisa se escurría como una serpiente.
La hoja del espadachín siempre terminaba clavada en algún árbol. Aunque Tsuki sabía mantener las distancias, lo cierto era que el espadachín no tenía el mejor de los equilibrios en aquel momento. Aunque no quisiera darle importancia, lo cierto era que aquel brazo paralizado le ralentizaba e impedía moverse como quería. Tsuki terminó por darse cuenta de ese detalle.
Animada por ello, se centró en localizar el siguiente nudo al que atacar. El elegido fue uno pequeño, a la altura de la rodilla izquierda del espadachín. A pesar de su diminuto tamaño, si conseguía acertar paralizaría toda la pierna de su rival, lo que casi le daría la victoria. Respiró para tranquilizarse, esperó hasta que Estrik fallase otro golpe y se lanzó a por su objetivo.
-Puedo llegar-pensaba ella-Ahora tengo la ventaja.
Tsuki apenas sabía sobre peleas, pero si de anatomía. El espadachín había fallado una estocada, quedando ella por debajo del brazo, por lo que un ataque de espada era improbable. Aunque recibiera un codazo, nada podría impedir que la aguja acertase en el nudo.
-Nadie puede atacar dos veces tan rápido-se repetía a si misma-Por muy fuerte que sea alguien, no puede atacar varias veces instantáneamente. Debe terminar su ataque para comenzar el siguiente.
Pero ella no tenía experiencia alguna en batallas, esa era su mayor desventaja. Estrik giró hacia la derecha con un extraño juego de pies, esquivando la aguja de Tsuki. Instantes después, la sacerdotisa pudo sentir un dolor agudo y penetrante corriendo a lo largo de su espalda. La joven apenas pudo reprimir un grito de dolor mientras llevaba sus manos a la zona herida. Sintió una extraña y cálida humedad, una apertura en su piel que antes no estaba allí. Al mirar sus manos, estas estaban cubiertas de sangre. Su sangre.
Aquel giro le dio a Estrik la oportunidad perfecta de conectar un golpe, un largo tajo en la espalda de su objetivo. Tsuki cayó de rodillas al suelo. Aquella herida le confirmaba que su vida corría peligro. Se giró, solo para ver a Estrik muy cerca de ella, preparando el golpe mortal.
Sin mediar palabra, lanzó aquel ataque dirigido al cuello de la joven. En ese momento, al verse muerta, algo se rompió en la psique de Tsuki.
Estrik fue repelido y lanzado varios metros hacia atrás por una ingente cantidad de maná. Se estrelló contra un árbol, casi rompiéndose la espalda. Sobre la piel de Tsuki comenzaron a dibujarse aquellas líneas azul brillante. No quedaba rastro de sus pupilas en sus ojos, los cuales ahora brillaban con el color del maná y despedían un ligero vapor azulado por sus comisuras. Dos Aethers se formaron en sus manos mientras la herida de su espalda se cerraba y curaba a una velocidad sobrehumana.
Al verla, Estrik recordó que no era la primera vez que la veía así. La joven sufrió la misma transformación cuando aquellos campesinos y bandidos quisieron atraparles. Sin embargo, en esta ocasión había algo diferente.
Tsuki no parecía una máquina de matar. Estaba asustada, temblorosa, como si fuera un cervatillo al que un cazador sorprende mientras bebe. Ella extendió su mano. De su Aether brotó otro torrente de puro maná, brillante y azulado como las aguas del mar. El Marashi se protegió con los brazos, acto inútil. La energía traspasaba su cuerpo con toda facilidad, pero no sentía dolor físico, pues aquella ráfaga no buscaba herirle.
Su dolor era más psicológico. Sentía como si su cráneo se partiera en dos, como si alguien estuviese hurgando en sus recuerdos. Finalmente, aquel torrente se topó de bruces con el hechizo del súcubo, arraigado en lo más profundo de la mente del joven. Al verse en peligro, obligó a Estrik a actuar por mucho dolor que le llegase.
El joven palpó el suelo hasta encontrar una piedra de buen tamaño. Sin detenerse a apuntar, la lanzó con toda la fuerza que su brazo le permitía. La suerte estaba de su lado, pues el proyectil se estrelló contra la cabeza de Tsuki. La joven interrumpió su ataque mientras se llevaba las manos a la cabeza. Sus sollozos tenían un tono casi mágico, como si fuera alguna criatura del bosque.
La sangre empezó a deslizarse por su rostro. Su oscuro color contrastaba con las brillantes líneas de su piel, las cuales empezaban a desaparecer. Tsuki todavía tardó unos momentos en recuperar su aspecto normal. Estaba confundida, no sabía bien lo que acababa de suceder, solo sentía el ardiente dolor de su sien.
-Tu...
Tsuki se giró rápidamente. Estrik la miraba con una expresión desencajada y siniestra.
-¡Te voy a matar!
Sin decir nada más, se lanzó a por ella. La sacerdotisa empezó a retroceder, sin poder levantarse, arrastrándose por el suelo, llorando, sin saber lo que hacer.
-¡No Estrik, por favor!
El Marashi, loco de rabia, no escuchaba sus súplicas. Cuando estuvo cerca, lanzó un corte hacia la cabeza de la joven. Esta pudo esquivarlo rodando a un lado mientras gritaba de miedo. Observó con sumo terror como Estrik se dirigía hacia ella blandiendo su espada.
-¡¡Aléjate de mí!!
Inconscientemente, Tsuki invocó un nuevo Aether de símbolos menos complejos que antes. Aquel azulado círculo disparó un proyectil azulado y humeante que chocó contra el pecho del espadachín.
En un primer instante, no sucedió nada. Estrik comenzó a notar como le fallaban las fuerzas, su respiración fallaba y perdía la consciencia. En su mente, algo le chillaba que matase a su presa antes de caer. Se acercó tambaleándose a la sacerdotisa, a quien el miedo había paralizado.
Se agachó frente a ella. Puso su mano en el cuello de la joven y empezó a apretar, sabiendo donde hacer presión para dejarla sin aire.
-Estrik...-suplicó Tsuki-Para...
Ya no le quedaba aire, sus pulmones ardían, sus ojos continuaban llorando mientras las formas de todo comenzaban a difuminarse.
En la mente de Estrik, aquel ataque había logrado dañar el hechizo del súcubo lo suficiente para que una ínfima parte de la personalidad del Marashi emergiera y luchase por recuperar el control.
-No puedo...-susurró el espadachín.
Con un esfuerzo mental sobrehumano, Estrik logró recuperar el control un instante. El joven aprovechó aquel fugaz momento para darse un fuerte cabezazo contra un árbol próximo, haciendo que perdiera el sentido por completo.
Estrik cayó al suelo como un árbol recién talado, completamente noqueado. Tsuki todavía tardó unos momentos en reaccionar. Lo primero que hizo fue toser violentamente y vomitar gran parte de su desayuno. El miedo no la había abandonado aún, sus hombros temblaban mientras mirada de reojo al espadachín para asegurarse de que no se levantara.
Una vez se tranquilizó mínimamente, se movió lentamente hasta el pue de un árbol y apoyó su espalda sobre él. Los pájaros canturreaban y el viento mecía las copas de los árboles con una fresca brisa que desentonaba con el calor que ya empezaba a traer la nueva estación.
Todo estaba normal, como si no acabase de disputarse una rápida lucha a muerte allí mismo. Tsuki se hizo un ovillo al pie de ese árbol para seguir llorando un rato más.
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Elh sintió como si un martillo le golpease la cara. Los golpes del súcubo eran tan potentes que apenas podía defenderse de ellos. Aquel ser no solo era terriblemente fuerte, también gozaba de una velocidad y agilidad sin igual.
-Vamos Elhdrasil-se mofaba el súcubo-¿Dónde quedó toda esa confianza de hace un rato?
El siguiente puñetazo fue directo al ojo de la semi-dríada, quien ni siquiera pudo levantar los brazos para defenderse.
Notó como su cabeza se perdía. Sus sentidos se embotaban mientras comenzaba a escuchar un molesto y agudo pitido. Sin embargo, no llego a perder el conocimiento.
-Sabes encajar los golpes-dijo el súcubo-Supongo que es entrenamiento.
-Supones bien monstruo-contestó Elh mientras escupía sangre al suelo-A los Rangers nos entrenaban para aguantar, yo era especialmente buena en eso.
-Y por eso me estoy divirtiendo tanto contigo.
El manipulador ser se lanzó a por ella fintando. La semi-dríada sintió un potente rodillazo en sus costillas, seguido de un golpe seco a su cuello. Finalmente, el súcubo lanzó un nuevo puñetazo hacia su rostro, justo lo que la semi-dríada esperaba.
Al sentir aquel ataque rozando su piel, no se resistió. En su lugar, comenzó a girar sobre sí misma. El súcubo no previó una maniobra como esa, por lo que terminó perdiendo el equilibrio. Elh no se quedó ahí. Cuando la hubo evitado por completo, saltó y le propinó una fortísima patada en la zona baja de la espalda.
Por primera vez en toda la lucha, el súcubo sintió dolor, un dolor profundo que se extendía por su espalda como si de latidos se tratase. Elh no se detuvo ahí. Acto seguido, comenzó a golpear a aquel ser con una lluvia de puñetazos y patadas, sabiendo que aquella sería, muy posiblemente, su única oportunidad de derrotarla.
Terminó su secuencia de ataques con una devastador puñetazo en el estómago de su rival. Ella quería seguir, pero no podía arriesgarse a perder todas sus fuerzas ahí. Durante unos momentos, el súcubo se mantuvo encorvada sobre sí misma, casi cayendo de rodillas. Durante unos segundos, Elh tuvo esperanzas de haber ganado la contienda. Desgraciadamente, no fue así.
-Nada mal... Parece que te estabas guardando esos.
El súcubo se incorporó de nuevo. Apenas tenía unos pocos rasguños, los cuales estaban sanando tan rápido que se apreciaba a simple vista.
-Apuesto a que no sabías nada de mi regeneración.
Los estupefactos ojos de Elh le decían que había acertado.
-No te sientas mal por ello-dijo el súcubo mientras hacía estiramientos-Es una cualidad incluso poco común entre los de mi especie.
Elh perdió de vista al súcubo un instante, apenas unos segundos. Lo siguiente que sintió fue un fuerte dolor en su pecho. El súcubo había aumentado su velocidad y fuerza todavía más. Un parpadeo le bastó para acercarse a la semi-dríada y golpearla con la defensa baja, justo en el pecho.
Elh retrocedió un par de pasos, tambaleándose. El enorme dolor se extendía por toda su caja torácica. Apenas podía respirar o articular palabra alguna. Antes de poner recomponerse, el súcubo le propinó una fuerte patada en la cara que la tiró al suelo.
-Pero una cosa te reconoceré. Esa me ha dolido.
Sin ninguna muestra de piedad, el súcubo comenzó a propinarle una patada tras otra, siempre apuntando a sus costados. Elh empezaba a sentir el sabor a sangre en su boca cada vez más a menudo. Todo su cuerpo le dolía demasiado, tanto que ya no era capaz de sacar más de sí, estaba demasiado herida y débil como para intentar nada.
Al verla completamente derrotada, el súcubo se detuvo. Lejos de dejarla en paz, la agarró por la cabeza y la levantó. Un solo brazo le bastaba para mantener a la semi-dríada en el aire.
-Has osado menospreciarme, y eso no me ha gustado.
Con rabia, utilizó su mano libre para golpear los riñones de su presa. Cada nuevo golpe le arrancaba lamentos a una Elh completamente derrotada. El súcubo se ensañaba a conciencia con ella. Cuando se cansó de golpear, arrancó el peto de la armadura de cuero de Elh y seguidamente desgarró su ropa hasta dejar su espalda al descubierto.
-Que suave parece esta piel...
Elh pudo notar como el súcubo clavaba sus garras para perforar y rajar su espalda. Aquel dolor era más intenso que el ser simplemente golpeada.
-Creo que voy a despellejarte por completo-comentó el súcubo mientras hacía un corte a lo largo de su espalda-Planeaba desollarte y abandonarte para que las alimañas se pudieran dar un festín, pero me encanta hacerte daño, Elhdrasil.
Elh subió ambas manos a su cabeza, intentando liberarse. Al ver lo imposible que resultaba, se centró en otra acción. Cogió uno de los dedos del súcubo y, haciendo acopio de las pocas fuerzas que le quedaban, lo dobló hasta partirlo.
El súcubo soltó a Elh mientras se quejaba, sujetándose la mano herida. Elh cayó al suelo, sin ya energía para moverse.
-Tu...¡Puta!
El súcubo la obligó a ponerse boca arriba de una patada y terminó de arrancar su ropa, dejándola desnuda de cintura para arriba para acto seguido clavarle las garras en el estómago, lo que consiguió arrancarle un nuevo aullido de dolor a su víctima.
-Vas a desear estar muerta-le susurró el súcubo.
Se mordió el dedo roto e hizo fuerza para recolocarlo en su posición. Sus dotes de sanación hicieron el resto. En pocos segundos este estaba curado de nuevo.
-Quiero humillarte, quiero que sufras y que me ruegues por tu muerte.
-...olvídalo...
-¿Cómo?
El súcubo clavó la uña de su dedo recién sanado bajo los pechos de Elh, aproximándose a su corazón.
-¿En serio crees que no lo harás?
-Comparado con...aquella vez...esto no...es...nada...
El súcubo sacó la uña y la volvió a mirar.
-Podrías haber sido uno de mis juguetes favoritos. Eres hermosa y habríamos pasado noches muy entretenidas. Sin embargo, me has sacado de mis casillas Elhdrasil.
Apuntó con sus zarpas al corazón de la semi-dríada.
-¿Quién sabe? Quizás deje que mis embrujados se diviertan con tu cadáver a su antojo. Disfrutarían de lo lindo, te lo puedo asegurar.
Elh ya no tenía fuerzas para hablar. El súcubo se preparó para ejecutar el golpe de gracia.
En aquel momento, notó algo a su espalda. Un empujón, seguido de un dolor atroz, uno tan grande que le sacó un grito. El dolor aparecía en nuevos lugares, rasgándola y penetrándola. En un acto reflejo, saltó lejos de Elh. Al girarse, pudo ver al autor de la intromisión.
-Tu... ¿Quién eres?
Elh observó al recién llegado blandir un par de dagas que brillaban como el cristal. Su ojo sano se abrió ligeramente, algo esperanzada.
-Las once y cuarenta minutos. Perdona, pero soy de los que llegan en el último segundo-dijo Caju con una nerviosa sonrisa.
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En el pueblo, las cosas no iban mucho mejor. Tal y como planearon, los embrujados entraron en cuanto el romero fue retirado. Las calles se había convertido en el escenario de una batalla campal. Por todas partes, la sangre, los gritos y el caos eran los soberanos del lugar.
En medio de aquella locura, Prego se defendía como un león. Blandía su enorme claymore de tal manera que dejaba incapacitados a sus atacantes en lugar de matarlos. Todos los Fauces tenían la orden de evitar matar siempre que pudieran. Después de todo, esos embrujados eran los propios pueblerinos.
Algunos cadáveres ya podían ser vistos, tirados en el suelo, con las grotescas poses de sus muertes. La mayoría eran los voluntarios que se habían unido a los Fauces para defender su hogar.
Prego buscaba a Nersi con la mirada en aquel mar de locura. Pudo ver como uno de sus reclutas era empalado por múltiples espadas de embrujados. Avanzó rápidamente hacia él, repartiendo potentes puñetazos a cualquiera que se le acercase con intenciones hostiles. Nada pudo hacer por su subordinado, cuando consiguió llegar y repeler a los atacantes, el joven ya había muerto. Prego bramó de rabia mientras seguía luchando sin descanso.
Toda la batalla era observada por Sosara y Voldafir, ambos guarnecidos en el depósito de musgo.
-Tardan demasiado-dijo el poeta con preocupación-¿No deberían haber acabado ya con el súcubo?
-No sabría...
Sosara se detuvo. Empezó a sentir un repentino y fuerte dolor de cabeza. Sus ojos podían ver como el futuro que había predicho se rompía en mil pedazos y era sustituido por otro distinto. El dolor no remitió hasta que le fue posible vislumbrar las nuevas imágenes con claridad.
-Lo hicieron-dijo a aventurera, aún dolorida-Han conseguido salvar a Elh.
-¿En serio? ¿Y qué tal es el nuevo futuro?
Sosara le echó un vistazo. Al verlo, su rostro solo reflejó confusión.
-Es... igual.
-¿Qué?
-El súcubo no disparará esa flecha, sino uno de los embrujados. El depósito arderá hagamos lo que hagamos. Pero aún hay más...
-¿Cómo que más?
-Ese súcubo...
Las manos de Sosara sufrían pequeños espasmos y su frente se cubría de sudor, cono si le doliera mirar ese próximo futuro.
-Hay que sacar a la gente de aquí.
-¡Espera! ¡¿Me estás volviendo a ocultar cosas?!
-¡Escúchame Voldafir!-exclamó de repente la aventurera-¡Si quieres que te cuente todo el futuro lo haré, pero luego no me culpes cuando la preocupación y el miedo no te dejen ni dormir!
Sosara respiró profundamente para tranquilizarse.
-¿Tan malo es...?
Sosara se mantuvo en silencio unos segundos.
-Esto va más allá de los Fauces Negras o el resto de reinos. Miro al futuro, pero solo veo destrucción.
Sosara alzó su mano frente a la mirada de Voldafir, extendiendo sus dedos.
-Veo seis sombras, seis apóstoles de esta destrucción. Seis seres con un poder inimaginable que no le desean nada bueno a las siete razas de Reguian. Y frente a ellas, arrodillado, veo a ese buhonero.
El poeta no contestó en un principio, queriendo procesar aquello.
-¿Y cuando será eso?
-No lo se con exactitud, te lo prometo.
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Alejada del depósito, Nersi combatía a los embrujados junto a unos pocos Fauces supervivientes. No solo eran los pueblerinos, el súcubo había sometido a todos los viajeros que se aproximaban a sus dominios sin excepción. La oficial Fauces y sus hombres retrocedían cada vez más, incapaces de imponerse frente a la superioridad num3rica de sus enemigos.
Se mantuvo todo lo firme que pudo, pero Nersi no estaba acostumbrada a las batallas de ese tipo, pues solo había participado en pequeñas escaramuzas. Los Fauces caían uno tras otro bajo el ataque. Ella recordó su incursión al nido del súcubo. El miedo a morir que había experimentado por aquel entonces volvió a ella con más fuerza.
Salió corriendo, huyó. A sus espaldas solo podía oír los gritos de los gritos de los que morían. Corría sin ninguna dirección concreta, solo buscando algún sitio donde esconderse. Al final, pudo ver una casa con la puerta entreabierta. Sin dudarlo un instante, se metió dentro y cerró la puerta. El interior no estaba iluminado, por lo que la única parte visible de la casa era la entrada, ya que la luz del sol se filtraba por los lados de la puerta, revelando un suelo gastado y polvoriento.
Al sentirse a salvo, sus piernas comenzaron a temblar hasta que ya no pudieron sostenerla y cayó de rodillas.
-¿Qué he hecho...?-se dijo a si misma.
-Que mal-le contestó una voz siniestra.
Nersi se sobresaltó, no esperaba a nadie más allí.
-¿Quién anda ahí?-dijo la Fauces, intentando sonar autoritaria.
-Apesta a cobarde, un olor nauseabundo. El típico cobarde que abandona su puesto y hace caer al resto, como una ficha de dominó que estropea toda una hilera bien colocada.
De las sombras surgió el buhonero, luciendo sus habituales ropas llenas de bolsillos y su sombrero de media ala que ocultaba su rostro. Nersi se extrañó de ver a alguien allí, ya que todo el mundo debía estar o bien en el depósito o bien defendiendo el pueblo.
-Dime jovencita ¿Eres tú un cobarde?
Nersi sintió como un irracional miedo la invadía, impidiéndola moverse. Bajo el sombrero, se podían apreciar dos ojos brillantes cargados de peligro.
-No hace falta que contestes jovencita, lo se.
-Lo siento...-consiguió articular Nersi.
-Pequeña pequeña, lo se. Se que lo sientes-dijo el buhonero inclinándose frente a ella-Por eso ¿No te importará que coja el pago de tu cobardía, verdad?
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The Last Guardian
Fantasia¿Qué pasaría si alguien se saliera del papel que la sociedad le ha impuesto? En la monótona ciudad de Nilven, el joven ladrón Caju busca su gran golpe para poder vivir a cuerpo de rey sin tener que preocuparse por nada. Cuando se presenta en la ci...