Capítulo 58: Una amarga victoria

31 5 14
                                    

Tsuki observó con resignación a un Caju totalmente desmayado, deseando que mantuviera la conciencia para que escuchase sus insultos o sentir la más que probable bofetada que le dedicaría. Estrik se adelantó para buscar a Elh. No le costó nada encontrarla, su querida amiga no se había podido mover de donde la dejó.
-¡Elh!
Cuando se acercó a ella, le preocupó que no hubiera despertado todavía. Por experiencia, sabía que la semi-dríada no duraba mucho inconsciente.
--¡Despierta Elh, ya se acabó todo!
Seguía sin reaccionar. Estrik sonrió maliciosamente mientras se humedecía los dedos pulgar e índice con la lengua.
-Te despertarás, vaya que si.
Sin pensárselo dos veces, llevó ambos dedos a la punta de la oreja derecha de Elh y la acarició lentamente. La semi-dríada se estremeció mientras abría los ojos a toda velocidad.
-Me cago en todo Estrik…
El espadachín sabía que, de haber estado en condiciones, Elh le habría dado un puñetazo en el cara por eso. La semi-dríada odiaba que cualquiera tocase la punta de sus sensibles orejas, y odiaba todavía más que lo hicieran con los dedos mojados.
-Perdona, pero tenía que hacerte despertar.
-Claro… No me incordiabas así desde que eras un mocoso.
Estrik sonrió mientras la levantaba, feliz de que se encontrara bien. Lentamente, la ayudó a llegar al claro donde todavía se encontraban Tsuki y Caju.
-¿Tu también aquí Tsuki?-preguntó la semi-dríada al verla.
-Alguien tiene que cuidar del incordio este-dijo señalando al ladrón-Solo me da más trabajo.
-¿Y qué demonios le ha pasado?-preguntó Elh.
-Te lo explicaré de camino al pueblo-respondió Estrik.
                                                                                          ###
En el pueblo, la situación no era tan buena. Aunque el grupo hubiera conseguido repeler al súcubo, esta seguía con vida, por lo que su control aún seguía vigente.
Desde una azotea, un joven embrujado que empuñaba un arco observaba la contienda. Su bando ya se había cobrado numerosas víctimas en nombre de su señora.
Por su parte, los defensores del lugar también se habían visto obligados a matar para salvar sus vidas.
La atención del arquero se centraba en Prego, uno de los poco que todavía luchaba pensando en la victoria. En numerosas ocasiones intentó alcanzarle con una de sus saetas, pero el capitán Fauces era plenamente consciente de cuanto le rodeaba, por lo que no le era difícil anticipar y reaccionar apropiadamente ante un proyectil.
El arquero le miraba y pensaba. Pensaba en como neutralizarle para dar un gran paso hacia la victoria. El gran tamaño de Prego le recordaba vagamente a un oso, solo que este portaba una claymore y se defendía como un león. No era la primera vez que el arquero cazaba osos. Intentar abatir una de aquellas fieras de frente a base de golpes y flechas era de idiotas y locos. Su técnica consistía en esperar a que la bestia volviera a su madriguera y entonces encender un fuego justo en el entrada con hojas húmedas. El humo que se formaba era el encargado de asfixiar al animal, quien no se atrevía a salir por la presencia de la hoguera.
Le echó otro vistazo a Prego, sabiendo que ese oso no pensaba volver a su madriguera tan pronto. Pero ahora no cazaba un oso, sino un humano, un hombre que protegía algo.
Desvió su mirada al depósito de musgo, sabiendo que allí se refugiaban todos los que no se habían presentado para luchar. Con lentitud y paciencia, sacó un pequeño frasco de uno de sus bolsillos. Lo destapó y mojó la punta de una flecha en su contenido, el cual era negro y muy viscoso. Con ayuda de un pedernal, logró prender la punta. Esa sustancia ayudaba a que esa pequeña llama se mantuviera sin extinguirse. Con decisión, tensó el arco, apuntando al depósito.
                                                                               ###
Dentro del refugio, Sosara y Voldafir buscaban la manera de convencer a la gente para salir al exterior. Sobraba decir que los refugiados no estaban por la labor de abandonar la seguridad que les ofrecía el depósito.
La aventurera buscaba la manera de convencerles para obedecer aquella petición, que a primera vista parecía cuanto menos suicida. Hablaba a la aterrorizada muchedumbre desde el piso superior para que su voz le llegase a todos, aunque su principal motivo era evitar que la linchasen cuando comenzase a hablar.
-¡Ya se que parece una locura, pero escuchadme…!-decía Sosara.
-¡Cierra la boca!-le contestaron desde la multitud.
-¡Si tantas ganas tienes de salir hazlo tu sola!-gritó otro.
-¡Perra del súcubo!-chilló una mujer.
Mientras que la aventurera intentaba apaciguar los ánimos, Voldafir miraba el panorama del exterior a través de uno de los ventanales.
-No me extraña que nadie quiera salir, esto es peor que la guerra-pensaba para si mismo.
Durante sus viajes, había podido degustar de primera mano las brutalidades de las que eran capaces las personas por un puñado de oro. Una cosa que aprendió es que vivir sin la protección de un pueblo o ciudad era un suicidio. También, le parecía surrealista la idea de que unos Fauces Negras estuvieran defendiendo a aquellos pueblerinos.
Un pequeño destello le sacó de sus pensamientos. Apenas tuvo unos segundos para reaccionar y apartarse de aquella flamígera saeta que pasó abriéndole un corte a lo largo de la mejilla. La flecha continuó su trayectoria hasta llegar a un montón de musgo apilado. Voldafir se apretaba la herida, sintiendo como pequeños hilos de sangre se filtraban entre sus dedos. De pronto, le llegó el olor a humo y a quemado.
Antes de comprender lo que pasaba, el fuego consumió aquel montón de musgo con rapidez. En las paredes, la humedad y el tiempo habían influido a la aparición de más musgo, el cual había sido retocado por los ciudadanos para que formase irregulares hileras y sirviese de adorno. Aquel gesto desinteresado ahora se había convertido en una sentencia a muerte. El fuego usaba esas hileras para extenderse. El poeta reaccionó como cualquier persona normal haría en su situación.
-¡¡Fuego!!-gritó a pleno pulmón.
En un principio, los pueblerinos no le entendieron o no quisieron entenderle. Sin embargo, cuando las llamas comenzaron a ser visibles desde el piso donde se encontraban, reinó el caos. Todos se agolpaban buscando una salida, como un rebaño de asustadas ovejas. Las llamas continuaron avanzando hacia todas direcciones, cerrando su trampa mortal.
Al llegar arriba del todo, las vigas que aguantaban el tejado, tan abarrotadas de musgo seco, fueron las primeras en ceder.
El interior ya era como un infierno. El cualquier dirección que se mirase, solo se podía ver el anaranjado resplandor de las llamas. Un enorme crujido atrajo la atención de Voldafir, que levantó la cabeza. Una de las vigas estaba a punto de romperse, justo sobre la cabeza de su amiga.
-¡Sosara!
Se lanzó a por ella, cogiéndola de la cintura y apartándola justo antes de que la gran estructura cayese donde había estado segundos antes la aventurera, quien parecía confusa.
-¿Qué pasa? Hace calor…
-¡Quítate esa puta venda de los ojos!
-Pero si me ven…
-¡¿En serio crees que este es el momento de preocuparse por eso?!
Voldafir le arrancó la venda que ocultaba su mirada. Sosara quedó cegada por las llamas. Cuando sus ojos se acostumbraron a la ardiente luz, apenas podía creer lo que veía.
-¡Aún es muy pronto!-exclamó ella.
Voldafir ignoró sus quejas y la forzó a levantarse, abriéndose paso entre el humo e intentando ignorar los gritos de desesperación provenientes del piso de abajo. No tardó en localizar la ventana por la que había estado mirando escasos momentos. El fuego ya había debilitado lo suficiente las paredes como para que cedieran ante algún golpe fuerte, por lo que a Voldafir le bastaron un par de patadas para abrir un boquete.
-¡Prepárate!-le gritó a su amiga casi al oído.
Temiendo el plan del poeta, Sosara intentó resistirse. Sin embargo, él la obligó a saltar de un empujón para acto seguido tirarse también. Cayeron en mitad de la batalla, entre los ocupados Fauces. Voldafir se incorporó rápidamente y lanzó un puñetazo contra un embrujado que les había visto caer y se dirigía a por ellos. Quejándose por el dolor de sus nudillos, el poeta recogió la espada del embrujado del suelo y comenzó a blandirla torpemente para defenderse.
-¡Hay que sacar a esa gente!-chilló.
Sosara, que ya se encontraba menos confusa, asintió mientras se levantaba y se dirigía a las puertas del depósito. Nada más empezar a correr, supo que se había torcido un tobillo en aquella caída. Se obligó a si misma a seguir, siempre por detrás de los combatientes quienes estaban demasiado ocupados luchando como para fijarse en ella.
-¡Prego!-gritaba ella a pleno pulmón una y otra vez
El capitán Fauces se encontraba en pleno centro de la locura. Su cuerpo ya presentaba múltiples heridas, pero se las había arreglado para aguantar sin tener que matar a nadie, a pesar de ya haber roto más de una extremidad. Entre todo el ruido, le pareció oír como alguien le llamaba. Buscó con la mirada a quien requería de su atención.
Solo miró el depósito por accidente, pero un breve vistazo bastó para hacer que se le encogiera el corazón. Por todos los ventanales salía un humo oscuro y los destellos del fuego ya eran visibles entre las maderas.
-Por los dioses… ¡¡Abrid el refugio!!
Se abrió paso a golpes entre sus enemigos. Nuevas señales de dolor le llegaban por todos puntos de su cuerpo, indicándole la aparición de nuevas heridas por bajar la guardia.
-¡Abrid eso o morirán!
Al ver el fuego, los Fauces se reagruparon formando una barrera en torno a la puerta. Prego se acercó a la puerta, donde Sosara ya estaba intentando quitar la madera que servía de cierre. Un espantoso crujido se pudo escuchar por toda la zona. El techo había comenzado a caer.
Ya sin tiempo, Prego descargó un potente golpe con su claymore sobre la puerta, partiendo el cierre por la mitad.
Lo primero que salió tras abrir las puertas fue una enorme nube de humo. Con ella, comenzaron a aparecer las personas, tosiendo y gritando. Los Fauces empujaron a los embrujados para darles espacio.
Sin esperar, el techo terminó de derrumbarse, atrapando dentro a más de una veintena de personas, incluyendo mujeres y niños. Sus desesperados gritos se elevaron por encima del estruendo y los rugidos del fuego. Prego tiró su espada y, sin pensárselo dos veces, cogió con las manos desnudas un tablón al rojo vivo para apartarlo. El dolor en sus palmas era indescriptible, pero su fuerza de voluntad lo ayudaba a seguir. Al final, Sosara, junto a otros dos Fauces tuvieron que apartarle por la fuerza para que no se acabara matando a si mismo también.
-¡Siguen vivos!-bramó el capitán de los Fauces Negras.
-No Prego-le contestó uno de sus hombres, poniendo una mano sobre su gran hombro-Solo son cadáveres que gritan…
El ruido fue cada vez a menos. Como por arte de magia, los embrujados empezaron a tirar las armas al suelo uno por uno, llevándose las manos a la cabeza y preguntándose que había ocurrido. Nadie sabía cómo, pero el influjo del súcubo había desaparecido por completo de un momento a otro.
La lucha terminó. En aquel pueblo ya solo se podía escuchar el crepitar de las llamas mientras el aire se llenaba con el olor a carne quemada.
                                                                              ####
Más tarde, Caju, Tsuki, Estrik y Elh volvieron al pueblo. El panorama que les recibió era desolador. La sacerdotisa tuvo mucho trabajo durante las siguientes semanas atendiendo a los heridos.
Cuando todo el mundo estuvo estable, se llevó a cabo un recuento de las víctimas. En el incendio del almacén murieron 28 personas, diez hombres, catorce mujeres y cuatro niños. Por el bando de los defensores del pueblo, los cadáveres llegaban hasta los 23, tres pueblerinos y veinte Fauces Negras. En la parte de los embrujados, 13 murieron en la batalla, siete pueblerinos y otros seis eran distintos viajeros que el súcubo había sometido.
Horas después de la contienda, los hombres de Prego requirieron la presencia del destrozado capitán, pues habían encontrado el cuerpo de Nersi en una casa.
La joven Fauces y mano derecha de Prego había sufrido una muerte brutal. Su tórax estaba abierto de par en par y todas sus entrañas se encontraban esparcidas por el suelo. Le habían arrancado brazos, piernas y la parte inferior de la mandíbula. En la cara de la joven, solo quedaron unos ojos vidriosos y sin vida junto a una extraña expresión de pánico.
El joven arquero que disparó la flecha ígnea, al recobrar su mente y ver lo que había provocado, se cortó las venas. Lo encontraron muerto en un callejón, junto a una nota en la que se disculpaba una y otra vez.
Sin contar los muertos a manos del propio súcubo, aquel ser fue causante de 66 muertes. Nadie estaba de ánimo para celebrar aquella victoria, pues apenas se le podía llamar eso.
                                                                               ####
La primera noche tras la batalla del pueblo, alguien se quejaba en mitad del bosque mientras maldecía entre dientes. El súcubo observaba bajo la luz de la luna como sus quemaduras iban curando muy lentamente.
Para poder curarse más deprisa y sobrevivir, se había visto obligada a liberar a todos sus embrujados.
-Ahora tener que comenzar de cero…
A excepción de algunas zonas, las quemaduras casi estaban desvanecidas. Lo primero que tenía planeado, sería infiltrarse en el pueblo sin que nadie la viera y mataría a Caju mientras dormía, para asegurarse de que esas molestas llamas no interfieran de nuevo. Seguidamente, volvería a tomar el control sobre Estrik y algunos más para que matasen al resto de personas. Por último, pensaba consumir al espadachín con ansias frente a Elh, antes de acercarse a ella y arrancarle los ojos.
Un crujido la sacó de sus pensamientos. El súcubo sintió un escalofrío en su magullada espalda, acompañado de una gélida brisa.
-¿Quién anda ahí?-preguntó, sorprendida del temblor presente en su voz.
Su única respuesta fue el silencio, solo traspasado por el sonido de pisadas acercándose. Finalmente, de la maleza apareció un peculiar felino más grande de lo normal y de aspecto salvaje, un Monuca. Seguidamente, un fénix de brillante plumaje se posó en una rama cercana.
-Mira quien está aquí, lamiéndose las heridas-dijo una voz desde las sombras.
Al súcubo no le salían las palabras, un temor casi ancestral se adueñó de ella. Con porte distinguido, el buhonero salió de las sombras, ajustándose su sombrero.
-Tu…-comenzó a decir el súcubo.
-¿Me puedes recordar cual fue mi orden?-la interrumpió él.
-Yo…
-Creo recordar que tu misión era la de recolectar almas para mi… No convertirte en el monstruo particular de un pueblucho de mala muerte.
-Lo hice-respondió ella, nerviosa-Tengo muchas almas…
-No. Te dejaste llevar por tu glotonería. No mantuviste un perfil bajo como te ordené, sino que te expusiste. Seguro que gozabas como la perra que eres…
El súcubo se puso de rodillas, suplicante.
-Deme otra oportunidad. Puedo conseguir muchas almas.
-Te di la oportunidad de servir a algo mayor-empezó a decir el buhonero, ignorándola-A pesar del asco extremo que siento por tu raza, te permití participar en el retorno de mis gloriosas señoras.
-Por favor, solo…
Se detuvo de repente. El buhonero se acercó a ella tan rápidamente que no pudo reaccionar. Para cuando quiso darse cuenta, la mano de ese ser atravesaba su pecho.
-No solo fallaste, perdiste una lucha contra esos tipos tan débiles.
-Había un guardián…-consiguió pronunciar ella-No uno… cualquiera. Uno de los cuatro…
-Excusas banales, súcubo. Yo mismo me he topado varias veces con él y podría matarlo de un golpe. Que te derrotara un ser incompleto solo demuestra tu inutilidad.
-¿Incompleto…?
-Miraste sus ojos ¿Por qué crees que solo uno es rojo?
Sin ninguna piedad, el buhonero sacó su mano del torso de su víctima. Cuando lo hizo, además extrajo una curiosa esfera muy brillante, de color azul pálido.
-Me quedaré estas almas. Ya no requiero de tus servicios.
El súcubo cayó al suelo, encorvándose sobre si misma, mirando como su negra sangre fluía por la herida. Intentó desesperadamente hacer presión para detener la hemorragia.
-No me importa si sobrevives o no-dijo el buhonero mientras guardaba la esfera en su bolsa de viaje-Si te vuelvo a ver o tengo noticias de ti, te mataré por tu incompetencia.
Con un silbido, llamó a sus mascotas, alejándose y desapareciendo de nuevo en el bosque. Por su parte, el súcubo apenas podía respirar ya.
-Yo solo quería sobrevivir…
Sus ojos se cerraron mientras exhalaba su último aliento, quedando muerta en ese bosque, sin nadie que llorase su marcha.
                                                                                    ####
Pasó una semana. El ánimo del lugar era oscuro, nadie se encontraba con optimismo. Pocos eran los que no habían perdido a algún miembro de su familia, esa minoría no podía evitar sentirse enormemente afortunados.
Durante esos siete días, se habían dedicado a enterrar a sus muertos y darles todos los respetos necesarios. La gran cantidad de cuerpos les obligaron a encender una pira funeraria para quemarlos y evitar posibles enfermedades. Nadie estaba contento por tener que encender un fuego semejante.
Hacia el final de la semana, Estrik se encontraba apartado de todo y todos. Elh se desmayó al llegar al pueblo, Tsuki pudo estabilizarla atendiéndola el máximo tiempo del que disponía. El joven se preguntaba qué debía decirle cuando despertase, se sentía demasiado mal por haber ayudado al súcubo, aunque fuese contra su voluntad.
-Conque aquí era donde te escondías.
Caju apareció frente a él. Estaba cubierto de vendas fabricadas con retales de ropa. Llevaba el brazo entablillado y en cabestrillo. Tampoco podía mover una de sus piernas, si podía caminar era gracias a una rudimentaria muleta.
-¿Te puedes mover?-preguntó el espadachín.
-Apenas-respondió dolorido el ladrón.
-¿Y cómo te a dejado salir Tsubame?
-Me he escapado. La pobre esta tan agotada que se ha quedado dormida.
Caju se sentó torpemente con ayuda de su compañero, fue entonces cuando Estrik se percató en la jarra y los dos vasos que sujetaba Caju. Una vez se acomodó, ambos se quedaron en silencio sin saber que decir. El espadachín sentía como el nudo de su estómago crecía cada vez más. Se humedeció los labios antes de empezar a hablar.
-No tengo ni idea de…
-Lo siento-le interrumpió Caju.
Estrik se detuvo en seco, algo confundido.
-Llevamos ya más tiempo del que me gustaría con esto-continuó Caju-Siento haberte dejado dormido en la torre. Te arrebaté los últimos momentos con tu padre porque… Porque yo ya pasé por eso, no lo podré olvidar nunca y quería ahorrártelo. De todos modos, yo no tenía ningún derecho a tomar esa decisión por ti.
-Vaya…-dijo Estrik-No esperaba que…
-¿Qué me disculpase? No suelo hacerlo casi nunca. Quería decírtelo desde que desperté en el santuario, pero entre mi maldito orgullo y que me rompieras en brazo me lo terminé callando.
Cuando terminó de hablar, dejó los vasos entre ambos y los llenó con lo que traía en la jarra.
-¿Eso es… cerveza?-preguntó Estrik, incrédulo.
-He tenido que comprar esta mierda ¡Comprarlo, yo! ¡¿Te lo imaginas, yo pagando dinero por algo?! De no estar tan mal se lo hubiera quitado a ese tabernero frente a su enorme y roja nariz.
Estrik aceptó el vaso con una sonrisa en sus rostro. Nada más dar el primer trago, su cara se arrugó de forma exagerada.
-Esto es peor que el veneno-dijo Caju.
-No esta muy bueno, no-respondió su amigo.
                                                                                   ###
Una vez terminaron la bebida, Estrik ayudó a Caju a volver a su cama antes de que Tsuki descubriese que se había fugado. El espadachín aprovechó para ver a Elh.
Encontró a la semi-dríada en una habitación, tendida en la cama y arropada con sábanas de aspecto áspero. Sus ojos seguían cerrados mientras su pecho subía y bajaba al ritmo de sus suaves ronquidos.
El joven se sentó a un lado de la cama. Con cuidado de no despertarla, apartó los verdes pelos del flequillo que cubrían su rostro.
-Elh… Yo…
A pesar de que seguía inconsciente, no le salían las palabras al pensar que la había atacado y revelado sus secretos al súcubo.
-Ni siquiera merezco tu perdón.
Se levantó. Estaba a punto de irse de la habitación cuando algo tiró de su brazo. Al girarse, pudo ver como la semi-dríada había alargado su mano hacia la suya y le miraba con unos ojos casi cerrados.
-Siempre ponías la misma cara cuando eras pequeño y venías a disculparte al romper alguna de mis flechas-dijo Elh casi en un susurro.
-Elh…
Ella le calló con un siseo. Se incorporó todo lo que pudo. Estrik volvió a sentarse en la cama para que no se levantase más.
-Estrik. Lo que quería decirte ese día es que… Es que Shuren estaría muy orgulloso de ti, tanto como lo estoy yo.
Aún cuando todo el cuerpo le dolía, ella le abrazó con ternura.
-Te quiero Estrik, y eso no cambiará nunca.
El espadachín le devolvió el abrazo con sus temblorosas manos.
-Yo también te quiero Elh, gracias.
Ambos se quedaron así un largo tiempo. En silencio.
                                                                               ####
Dos meses después, aquel pueblo se reponía de sus heridas. Tras una emotiva despedida, Sosara y Voldafir habían abandonado el lugar hacía dos semanas. La aventurera les había asegurado que sus caminos volverían a cruzarse.
Elh bebía una infusión en el porche de una casa, buscando refugiarse del abrasador sol de verano que ya quemaba la piel. Prego estaba sentado junto a ella bebiendo café. Desde el incendio de aquel día sus ojos eran mucho más tristes.
-¡Vuelve aquí!
Caju apareció corriendo por la calle. Tsuki le perseguía, evidentemente enfadada.
-¡Ya estoy bien, mírame!-se quejaba el joven.
-¡Es imposible que alguien se cure de esas heridas en tan poco tiempo!
A pesar de las palabras de la sacerdotisa, lo cierto era que el joven ya solo necesitaba vendas para heridas superficiales.
-¡Eres un payaso!-dijo Tsuki al alcanzarle.
-Gracias por el cumplido.
Al verles a los dos, Elh se fijó en Caju mientras recordaba las palabras de Prego.
“El beso de un súcubo será inútil en dos ocasiones. Cuando intente someter a un ser más poderoso que ella o… Si el que recibe el beso estaba verdaderamente enamorado de otra persona antes”
Una pequeña sonrisa se escapó de sus labios mientras los observaba.
-¿Es cierto que os vais dentro de tres días?-comentó Prego.
-Pues si. En un principio solo íbamos a estar un par de días aquí y ya llevamos dos meses y algo. Menudo rodeo nos hizo dar ese poeta.
-¿Estás segura? Ya sabéis que podéis quedaros el tiempo que necesitéis, este lugar os debe mucho.
-Lo agradezco, pero ya estamos en condiciones de viajar. Caju ya esta prácticamente curado y a mi solo me falta la pierna, que sanará por el camino. Fue una suerte que solo nosotros dos saliésemos heridos, somos los que antes nos curamos.
-Bueno. En ese caso mandaré mensajes falsos a los Fauces de la zona para cubriros. Intentaré que tengáis un camino despejado hasta Teriesaelzen.
-Será de gran ayuda. Me alegra comprobar que los Fauces honrados existen.
                                                                                    ### 
Tal y como prometió Elh, en tres días el grupo se encontraba listo para marchar. Fueron despedidos por todos los pueblerinos y Fauces, quienes agradecían su ayuda. Sin embargo, entre estos últimos, uno de los mercenarios tenía contactos con el famoso grupo que debía recuperar el enlazador.
A pesar de las indicaciones de Prego sobre no decir nada, este Fauces no podía dejar escapar la suculenta recompensa, de modo que se puso en contacto con alguien mediante un cristal de mensajería.
                                                                             ####
Muy lejos de allí, refugiados a la sombra de un gran sauce, el grupo de Sombra se guarecía del calor. Habían estado siguiendo rumores acerca de su objetivo, pero sin ninguna pista concreta. Finalmente, Gorshnag había sugerido que no gastasen fuerzas inútilmente a menos que dispusieran de una dirección clara. Sombra ordenó levantar un improvisado campamento. De eso hacía ya cinco días.
-Esto es una enorme mierda-se quejó Arc.
-La paciencia es una virtud que te convendría mejorar-dijo el orco al escucharle.
-Y a esa ramera le convendría aprender algo sobre liderazgo…
Paró de hablar al sentir algo muy frio en su nuca. Lilith le había acercado la fría y húmeda superficie metálica de una cantimplora.
-Gorshnag tiene razón, relájate un poco-dijo la melnix.
El joven aceptó el agua, dirigiéndole una disimulada sonrisa. Ella se sentó a su lado mientras emitía un suave ronroneo.
Apartada de todos, Sombra estaba tumbada apoyando su espalda en el tronco del sauce. Miraba detenidamente uno de los cuchillos que encontró en Katorá. Lo hacía bailar entre sus dedos con habilidad, casi por inercia.
De pronto, sintió como su cristal de mensajería vibraba. Al leer la información que le llegaba, no pudo evitar sonreír mientras guardaba ese cuchillo junto al resto.
-¡Atención todo el mundo, los tenemos!
Todos la miraron con ansias de completar aquel trabajo.
-¿Dónde están?-preguntó Gorshnag.
-Se dirigen a Teriesaelzen. Estamos a solo dos días del reino élfico, pero ellos tardarán mucho más. Los emboscaremos a la entrada ¡Levantad el campamento y vamos!

The Last GuardianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora