Voldafir no volvió a la herrería aquella noche. En su lugar, prefirió volver con Sosara a la taberna. En aquellos momentos, quería estar junto a una cara amiga.
Nada más entrar por la puerta, la encargada del establecimiento se llevó un susto de muerte al ver lo herido que estaba. Después de darle unos precarios primeros auxilios, le permitieron dormir en una cama lo poco que quedaba de noche.
Ya era por la mañana. El poeta estaba postrado en su lecho, mirando hacia una ventana cuyos cristales estaban tan sucios que solo se podían apreciar sombras difuminadas. A su lado, sentada en una silla, se encontraba Sosara. La aventurera entrelazaba sus dedos con la cinta que normalmente le taparía los ojos, la cual se había quitado al encontrarse a solas con su amigo.
A Voldafir le bastó una mirada para saber lo culpable que ella se sentía.
-Lo siento tanto-empezó a decir ella-Debería haberlo predicho, pero procuro no mirar en el futuro de gente cercana a mi.
-No tienes por qué disculparte Sosara, soy yo el que no iba alerta.
A pesar de sus palabras, nada podía tranquilizar la conciencia de la aventurera.
-Mira el lado positivo de esto-dijo Voldafir.
-¿Qué lado bueno tiene?
-Pues primero, que sigo vivo, cosa que no me parece poco. La segunda, es que he podido sacar algo de información.
Los ojos de Sosara se iluminaron un ápice.
-¿En serio?
-Nuestro amigo el buhonero parece ser de esos a los que les encanta largar cuando están en una posición de ventaja.
-¿Y qué dijo?
Voldafir se alegró al comprobar que su amiga recuperaba un ápice de su humor habitual
-Sobretodo, las formas en las que podía matarme, que no eran pocas.
Sosara tragó saliva al imaginarlo.
-Pero-continuó el poeta-Mencionó algo que llamó poderosamente mi atención. Habló de unas señoras a las que servía y sobre las que yo había escrito.
Sosara se recostó sobre su silla mientras comenzaba a mirar por la ventana también.
-¿Eso te dice algo?-preguntó ella.
-Desgraciadamente, he escrito sobre tantas mujeres que no sabría diferenciar.
-La clave es esta-dijo la aventurera mirando al techo-¿Quienes tendrían como siervo a alguien tan peligroso?
Sus cavilaciones fueron interrumpidas por la tabernera, quien entró intentando evitar el chirrido que producía la antigua puerta al ser abierta, objetivo que no logró cumplir. Sosara se apresuró a cubrir sus ojos con la venda.
-Me alegra ver que ha despertado-dijo la señora mirando al poeta-Siento ser la mala aqui, pero los Fauces están pidiendo a todos que vayan al depósito.
-¿Eso es normal?-preguntó el poeta.
-No, pero es necesario-contestó la aventurera, quitándole las palabras de la boca a la tabernera.
Sosara ayudó a Voldafir a levantarse de la cama mientras aquella señora iba avisando al resto de inquilinos que no habían podido irse durante la noche por culpa de la borrachera.
-¿Qué has visto?-le preguntó Voldafir a su amiga cuando estaban cerca de la salida.
-Una complicada defensa.
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Caju desayunaba como buenamente podía entre todo el movimiento. Le habían despertado cuando todos los Fauces se encontraban en mitad de sus preparativos para la batalla. Su ración consistía en un poco de pan con beicon y leche de cabra con unas gotas de café. Aunque no tenía problemas al devorar la parte sólida de su desayuno, cada vez que se llevaba la taza de leche a la boca, alguien le daba un accidental golpe por la espalda. Bebía pequeños sorbos, hasta que un violento codazo le derramó la leche encima.
-¡Lo siento!-se disculpó rápidamente un joven Fauces cargado de tablas.
-Lo siento no me limpia la ropa ni me devuelve el desayuno-pensó malhumorado el ladrón.
Asumiendo que no podría llenar el buche aquel día, se levantó y se dirigió afuera, escurriéndose entre los Fauces.
El exterior no era muy diferente. Mirara a donde mirase, podía ver mucho movimiento. Los Fauces y otros hombres dirigían a la gente hacia el centro del pueblo, ayudando a los que tenían movilidad reducida.
Una vez se palpó para comprobar que no se olvidaba de sus dagas ni sus otros utensilios, comenzó a caminar siguiendo la dirección de los otros.
Apenas le tomó diez minutos llegar, pues el pueblo tampoco era demasiado grande.
Las personas se internaban en un edificio asemejado a un granero, pero de madera mucho más oscura. Apenas tenía ventanas y parecía poder alojar a todo el mundo, pues entraban sin dudar.
Caju se internó en la marabunta de personas para poder llegar dentro. Nada más a la entrada, había un tramo de escaleras descendente, por lo que el suelo de aquel depósito estaba unos dos metros por debajo del nivel del suelo. Sin embargo, por las paredes había construidos estrechos pasos en madera, lo que permitía moverse verticalmente dentro de aquel sitio. En total, el ladrón contaba unos tres pisos donde las personas podían acomodarse. El techo estaba apuntalado por gruesas vigas, las cuales tenían grabadas las mismas runas que los arcos que poblaban el lugar.
El olor también era peculiar. Apartados hacia las paredes había planchas de musgo verde esmeralda, rojo pálido y morado oscuro. El olor de aquellas plantas se mezclaba en el aire. Si uno cerraba los ojos y se dejaba guiar por la nariz, podría llegar a pensar que se encontraba en mitad de un salvaje bosque.
Caju se abrió paso como buenamente pudo y subió a uno de los pasos de un salto para poder acceder a un piso superior. Tal como había pensado, ahí arriba estaba casi vacío. Un par de Fauces preparaban flechas, un niño pequeño les ayudaba pegando las plumas al cuerpo de las saetas. Mirando por el piso, el ladrón reconoció a Tsuki, quien estaba arrodillada mirando a una pared.
A medida que se acercaba, un olor rancio fue sustituyendo al agradable aroma del ambiente. Cuando se encontró junto a ella, tenía que taparse la boca con la manga y sus ojos lloraban. Estaba a punto de preguntarle a Tsuki de dónde venía aquella peste cuando vio lo que hacía.
Frente a la joven había varias y extrañas plantas, un pequeño mortero y un diminuto puchero donde hervía una pegajosa y grumosa sustancia con ayuda de una pequeña llama y que despedía aquel desagradable olor. También, en mitad de las hierbas, había una pequeña figura dorada que representaba un árbol. Era el símbolo de la diosa Siranne, Tsuki estaba rezando en voz baja.
-Gran Siranne, tu nos brindas la vida y cuidas de nosotros desde tu gran bosque dorado. Protégenos hoy también y permite que los caídos puedan reposar en tu cálido regazo mientras su espíritu se prepara para el más allá hasta que llegue su hora de volver a este plano terrenal.
Una vez terminada su oración, apartó el pequeño puchero del fuego, fue entonces que vio las botas del ladrón.
-Vaya, que rápido has llegado-dijo Tsuki.
-A veces me olvido de que eres una sacerdotisa.
La joven le dirigió una mirada confusa, señal de que no le entendía muy bien.
-Por la oración-aclaró Caju.
-Bueno, no soy la única que reza. Muchos más suplican que hoy no suceda nada malo.
-Es una forma de prepararse. Yo no me se ninguna oración del todo.
-Eso es lo de menos. A los dioses solo les importa el espíritu con el que pronuncies tus palabras, no el significado de estas.
-Entiendo... Por cierto ¿Qué es esa peste?-señaló Caju, deseando cambiar de tema.
-Es medicina-dijo Tsuki señalando su instrumental con nerviosismo-No sabía muy bien qué preparar, de modo que estoy haciendo desinfectante para los heridos.
Dicho esto, se puso una mascarilla para verter el contenido del puchero en un tarro que luego tapó con un trozo de tela. Seguidamente, empezó a echar hojas en el mortero y a molerlas. Caju se sentó a su lado, con la espalda apoyada en la pared.
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Fuera del almacén, lo único que se escuchaba por encima del ruido era la poderosa voz de Prego.
-¡Moveos holgazanes, hasta mi abuela sería más rápida! ¡Repartid los baldes de agua, no quiero ni una brasa cerca de los pueblerinos!
A pesar de sus palabras, lo cierto era que aquellos Fauces cumplían con los preparativos a buen ritmo. Las órdenes del capitán eran cumplidas con celeridad, incluso se adelantaban a él en alguna ocasión.
-Son buenos mercenarios-pensó Prego, deseando que eso fuera suficiente.
Entre todo el movimiento pudo distinguir perfectamente a Elh. La semi-dríada también estaba lista para su papel. Daban fe su arco, acompañado de un carcaj con todas las flechas que admitía, y un semblante lleno de decisión.
-Me alegra verte-dijo Prego-La piedra angular del plan.
-¿Algún último consejo?-contestó ella.
-Por nada del mundo permitas que te bese en los labios o te someterá.
Prego se acercó más a ella.
-Si eso ocurriera-continuó el capitán Fauces-Te suplico que, por favor, te tomes esto.
Deslizó una diminuta píldora de color añil oscuro en el bolsillo de la semi-dríada.
-¿Qué es?
-Veneno. Si llega a besarte, tendrás unos segundos de libre albedrío. Te imploro que los uses en tomártelo. Puedes estar tranquila, sería completamente indoloro. Si te esclaviza y te manda a matarnos a nosotros...
Elh comprendió lo que le pedía, de modo que aceptó el veneno.
-Voy a salir ya. Me tomará tiempo llegar al nido de ese monstruo.
Dicho esto, Elh se despidió, deseando poder haber hablado con Estrik antes. Sin embargo, por más que buscó, no lo encontró por el pueblo.
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Estrik no había dormido aquella noche, pero tampoco sentía sueño o cansancio. Había pasado las horas mirando como dormía el súcubo. Para ella, el rocoso suelo de la cueva era como un colchón de plumas. Tanto era así que incluso remoloneaba a la hora de despertar, emitiendo tenues ronroneos mientras se rascaba la tripa con sus afiladas garras. Aquel ser se estiraba perezosamente mientras se levantaba.
-No tengo hambre-dijo después de pensar unos segundos.
Su mirada paseaba por toda la caverna hasta posarse sobre Estrik. Nada más verle, se apresuró en reunirse con su nueva adquisición.
-¿Has pasado buena noche?-preguntó el súcubo.
-Si...-respondió el espadachín, completamente subyugado.
La criatura, satisfecha con la respuesta, comenzó a caminar por su nido como si bailase, pasando revista a todas sus presas, asegurándose de que ninguna hubiera muerto en la noche por su precario estado.
Fue en ese momento cuando alguien entró en la cueva. Se trataba de un joven con el pelo medio rapado. Iba vestido con pieles de cabra y portaba un fino arco de caza.
-Mi señora-dijo, arrodillándose-Teníais razón. Los del pueblo preparaban algo.
-Lo sabía-contestó el súcubo con una maliciosa sonrisa-¿Sabéis de qué se trata?
-Están reuniendo a todo el mundo en el depósito de musgo. Dicen que pretenden quitar el romero.
Esa última parte hizo que el súcubo dejase de moverse. Se volvió para mirar a su informador a los ojos, con una mirada ociosa.
-¿Estás seguro de eso?
-Les pude escuchar hablando sobre eso desde el bosque.
El súcubo se estremeció ante la idea de tener todo un pueblo a su servicio.
-Esos tontos... Deben creer que voy a ir en primera fila, pero se equivocan. Rodead el lugar, en cuanto quiten en romero entrar como una marea.
Tras unos momentos de cavilación, añadió una nueva instrucción.
-Matad a todo aquel que se resista a ser sometido, no me importa perder unas cuantas cabezas de ganado.
El joven asintió enérgicamente antes de salir del nido para transmitir las instrucciones.
-No puede ser tan simple-dijo Estrik.
-Por supuesto que no, aquí hay gato encerrado.
-Nos pidieron ayuda nada más llegar-continuó el espadachín-Por lo que nuestro papel en este plan debe ser crucial.
-¿Qué tienes en mente?
El súcubo se acercó a él de forma sugerente.
-Conozco a Elh, ella es una cazadora no un mercenario-dijo Estrik.
-¿Sospechas que va a venir a matarme?
-Acabas de mandar a todo el mundo a la batalla, quedándote sola. No hay que ser un lince para ver que pretende enfrentarse a ti sin interrupciones.
El súcubo le hizo levantar la barbilla con una delicada caricia en esta.
-Me encanta verte preocupado por mi, pero no tienes por qué preocuparte. Puedo encargarme de una cazadora sin problemas.
-No es una simple cazadora.
-Estoy convencida, no le confiarían su vida a alguien ordinario. Tú te quedarás conmigo, tal como acordamos, y mientras viene, cuéntame todo lo que sepas de ella. Cualquier cosa me servirá.
-Claro, lo que tu me ordenes-respondió el espadachín.
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Pasado el tiempo, Caju se acostumbró al terrible olor de aquel pegajoso ungüento. Para entretenerse, ayudaba a la sacerdotisa machacando las plantas.
-Así-le decía Tsuki-Tienes que añadir una porción de las raíces a las hojas, aproximadamente un pedacito por cada seis o siete hojas.
-¿Y cuánto es un pedacito?-preguntaba el joven, confuso.
-Pues un pedacito. Lo que cura la herida es la raíz, pero es demasiado ácida. Las hojas la rebajan para que no irrite la piel y cause problemas mayores.
Tsuki tenía los ingredientes, medidas y cantidades grabadas a fuego en la cabeza. Esa era la razón de que no supiera explicarlas, era como si preguntases a un niño como es capaz de respirar o hacer latir su corazón.
-Entonces... ¿Así?
-Añade dos hojas más y perfecto.
Caju sabía algo de alquimia básica y avanzada. Después de todo, necesitaba de algún laboratorio para desarrollar sus dardos y bombas de humo. El nivel de Tsuki estaba muy por encima del suyo, el ladrón nunca se hubiera imaginado que con plantas que él hubiera tomado por hierbajos se pudiesen hacer medicinas y remedios que pudiesen incluso evitar la muerte.
Poco a poco, el depósito se llenaba de gente. Tanto era así que incluso ya empezaban a ocupar los pisos superiores para poder estar algo más cómodos
Caju estaba centrado en machacar las hierbas cuando le llegó una voz conocida de entre la multitud. Con mucho cuidado, Sosara ayudaba a Voldafir a subir por los pasos del depósito. En seguida le llamó la atención la cantidad de heridas del poeta.
-¿Has dormido arropado con cuchillos o qué?-le dijo sarcásticamente el ladrón.
Al contrario de Caju, el primer impulso de Tsuki al verle fue ir en su ayuda.
-¡¿Qué demonios ha ocurrido?!
-No es nada-se apresuró a decir el poeta-Solo me crucé con quien no debía.
-¿Uno de esos embrujados?-preguntó Caju.
-No-intervino Sosara-Alguien mucho más peligroso. Le he traído aquí por si podrías echarle un vistazo, sacerdotisa.
Antes siquiera de pedírselo, Tsuki ya estaba observando las heridas y aplicando un poco de la medicina que llevaba haciendo desde la mañana.
Al ver que su amigo se encontraba en buenas manos, Sosara se apartó un poco. Tsuki tardó unos diez minutos en tratar a Voldafir y cambiarle las vendas. Le obligó a que se tumbara sobre una de las planchas de musgo para que no cargase más su maltrecho cuerpo.
-Esas heridas no son de un cualquiera-comentó Caju-Hay que saber lo que se hace para rozar tantos puntos vitales y no golpear ninguno.
-Opino lo mismo-añadió Tsuki-Si no esta muerto es porque su atacante no lo ha querido así. No me gusta nada la idea de que alguien así pueda estar aquí.
-No tienes por qué preocuparte por eso, se que no esta entre estos pueblerinos-dijo la aventurera.
Aclarado aquel tema, Sosara adoptó una postura mucho más dispersa, como si su mente se hallase muy lejos de aquel lugar, pensando en temas más importantes.
-A todo esto ¿Quien es ella?-le preguntó la sacerdotisa al ladrón.
-No te lo vas a creer. La misma Sosara Hondour.
Efectivamente, el rostro de la joven mostraba sobretodo sorpresa, perfectamente caracterizada en sus ojos abiertos como platos o en el temblor de sus labios.
-Es increíble-le dijo ella susurrando, como si no quisiera ser escuchada por nadie más-Dos de las personas más famosas de Reguian justo en este lugar.
Sin embargo, la aventurera no parecía dispuesta a entablar una conversación. Ella seguía paseando su mirada por el lugar.
-Es una lástima...-murmuró ella.
Sin embargo, el fino oído del ladrón logró captar aquel comentario.
-¿Qué es una lástima?-preguntó Caju.
-Toda esta gente, habéis traído a la mayoría a su muerte.
Aquel comentario cayó sobre ambos como una losa.
-Es cierto que no estamos en la mejor situación-dijo la sacerdotisa.
-No Tsuki, esto no es una suposición-afirmó Sosara.
Seguidamente, se quitó la venda de los ojos para que la joven pudiera vérselos.
-Un oráculo-dijo Tsuki conteniendo la respiración.
-¿Ya los conocías?-preguntó el ladrón.
-Una vez vino uno al santuario para avisar de que se iba a desatar una plaga en el pueblo que nos traía las ofrendas. Gracias a su ayuda pudimos atajarla antes de que sucediera. Recuerdo que tenía esos mismos ojos.
-He visto que tu también deberías conocer mi naturaleza-continuó Sosara-Pero no es lo único que mi vista a vislumbrado.
El tono de la aventurera se volvió más oscuro y no presagiaba nada bueno.
-Hay alrededor de sesenta personas reunidas en este depósito. Cuarenta de ellas morirán antes del anochecer.
Ambos jóvenes tardaron unos segundos en reaccionar.
-¿Qué...?-consiguió articular Tsuki.
-El depósito arderá debido a una flecha incendiaria. Yo conseguiré sacar a Voldafir a duras penas, pero se le quemará media cara en el proceso. Tsuki, a ti te caerá una viga del techo aplastará una pierna. Caju podrá sacarte, pero cojearás el resto de tu vida.
-Espera un momento-la cortó el ladrón-¿Cómo no has avisado de esto?
-Lo estoy haciendo Caju. Ahora mismo, estamos frente a uno de esos momentos de incertidumbre que te comenté. La que lanzará esa flecha será la súcubo, quien se unirá al ataque.
-Eso no puede ser, Elh ha ido a detenerla-dijo Tsuki.
Sosara miró un pequeño reloj que colgaba de la pared
-Son las once en punto. Hoy, a las once y cuarenta minutos Elh Syndrasil morirá a manos del súcubo.
####
Elh examinaba la maleza del bosque, buscando cualquier cosa que le pudiera dar información sobre su presa. Su dieta, hábitos o manías, cualquier cosa.
El sonido de múltiples y ruidosas pisadas la alertó. Rápidamente, se subió a un árbol sin siquiera mover sus hojas y se quedó muy quieta. Bajo sus pies, comenzaron a pasar grupos de embrujados. Algunos iban pertrechados con armas de verdad, mientras que otros portaban palos y piedras. Todos marchaban hacia el pueblo, dispuestos a reducirlo a cenizas si hacía falta.
Una vez hubieron pasado incluso los rezagados, la semi-dríada bajó del árbol en completo silencio
Solo era un grupo, pero ella sabía que habría más. Con esta premisa, aceleró su ritmo.
Solo tardó unos cinco minutos más en alcanzar localizar la entrada al nido. Un rápido vistazo la permitió corroborar que efectivamente no había nadie de guardia. Al acercarse a la entrada, su oído le permitió escuchar voces, pero le resultaban demasiado lejanas como para entender lo que decían.
Respiró hondo antes de bajar. Sus ojos se adaptaron casi al instante a la oscuridad. Bajó con cuidado de no tropezar y caerse. A medida que se internaba más en el nido, le llegaban olores pertenecientes a varias personas.
Finalmente, llegó abajo. Sacó su arco junto a una flecha y avanzó hacia el interior. Rápidamente se encontró en la caverna principal. Apoyados en las paredes, podía ver personas demacradas por el rabillo de sus ojos. Sin embargo, su vista se centraba en el centro de la escena, lugar ocupado por el súcubo.
-¿Puedo suponer que tu eres la que ha montado todo este cotarro?-dijo la semi-dríada mientras tensaba el arco.
-Vaya vaya Elh. Decididamente eres un libro abierto para algunos.
Elh se sorprendió de que el súcubo conociera su nombre.
-¿O debería llamarte Elhdrasil?
Al escuchar eso, Elh tensó todavía más su arco mientras una mirada de ira y rencor se dibujaba en su rostro.
-¡¿Quién te ha dicho ese nombre?!-preguntó Elh sin poder disimular el miedo en sus palabras.
-El mismo que me ha informado de todo vuestro planucho.
La semi-dríada escuchó como se desenvainaba una espada a su derecha. Lentamente, el espadachín salió de las sombras y se puso entre el súcubo y Elh mientras apuntaba a esta última con su espada. Al verle, la semi-dríada perdió la fuerza necesaria para mantener tensa su arma.
-Estrik... ¿Qué haces aquí?-preguntó ella.
-Proteger a mi ama-respondió el espadachín.
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The Last Guardian
Fantasy¿Qué pasaría si alguien se saliera del papel que la sociedad le ha impuesto? En la monótona ciudad de Nilven, el joven ladrón Caju busca su gran golpe para poder vivir a cuerpo de rey sin tener que preocuparse por nada. Cuando se presenta en la ci...