Capítulo 57: Una lucha desigual

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Después de tranquilizarse mínimamente y limpiarse las lágrimas con los extremos de sus cubrebrazos. Solo cuando se hubo calmado un poco, se atrevió a acercarse al inconsciente Estrik. Era consciente del peligro, pero había observado como se golpeó la cabeza voluntariamente contra el árbol para dejarse sin sentido.
-Tal vez se rompió el hechizo del súcubo…-pensaba para sí misma.
Aunque hablase como si este se hubiera roto solo, ella sabía que no era así. De nuevo, su Aether se había descontrolado, poseyéndola. Sin embargo, aquella vez fue muy distinta a la última. Decidió no darle más vueltas por ahora, ya que su situación actual requería toda su concentración.
Una vez estuvo junto al Marashi, lo primero que hizo fue quitarle las espadas y apartarlas, por seguridad. Seguidamente le dio la vuelta, quedando tumbado boca arriba.
Como sospechaba la sacerdotisa, el joven se había abierto la frente con aquel golpe. La sangre cubría ya media parte de su rostro y manchaba su pelo blanco como la nieve. Sin detenerse a observarle, Tsuki comenzó el tratamiento, rezando porque no hubiera ningún contratiempo. Sacó uno de los tarritos con medicina que había preparado aquella mañana. Cogió un poco del remedio con dos dedos y lo extendió por la frente del espadachín. Seguidamente, juntó sus manos sobre la zona tratada y comenzó a reunir algo de maná. El remedio comenzó a brillar ligeramente, adoptando una textura más sólida, como arcilla seca.
Estrik no tardó en reaccionar. Abrió los ojos lentamente, evidentemente agitado y confuso.
-¿Tsubame?-murmuró el joven.
Tsuki se asustó, no sabía lo que esperarse.
-¿Dónde estoy?
-¿No recuerdas nada?-preguntó la sacerdotisa.
-Recuerdo…
Estrik cerró los ojos con el dorso de su mano. La cabeza le dolía terriblemente y tenía la garganta completamente seca por la sed.
-Recuerdo caminar de noche por el bosque, y que una chica me llevaba de la mano pero…
Estrik suspiró.
-No recuerdo muy bien el resto, son solo fragmentos sueltos.
El espadachín desvió entonces la mirada hacia su compañera.
-Dime algo Tsubame, y por los dioses, no intentes ocultarlo o endulzarlo.
Tras unos segundos, el joven lanzó su pregunta.
-¿Ataqué a Elh?
Tsuki miró al suelo, como si ella misma fuera la culpable.
-Es muy posible que si.
Estrik se incorporó. Por el brillo de sus ojos, parecía que no se creyera lo que oía, a pesar de sospechar la verdad ya de por si.
-Tenemos que ayudarla-dijo al fin
-Caju se ha adelantado, estará ya allí-le contestó ella, intentando tranquilizarle.
Tsuki le ayudó a levantarse.
-Quiero ir y darle su merecido a ese ser-empezó a decir Estrik-Pero… ¿Y si vuelve a adueñarse de mi mente?
La sacerdotisa le dio una palmada en el hombro.
-Si eso pasa, yo misma te dejaré dormido con algún palo.
A Estrik le sorprendió el positivismo de la sacerdotisa. Esta se separó de él para traer las espadas.
-Toma, no conviene que vayas desarmado a una cita como esa.
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Caju y el súcubo se miraban fijamente. Ella parecía terriblemente furiosa. El ladrón, por su parte, intentaba no mearse del miedo.
-Vas a lamentar haber interferido, humano-dijo el súcubo-Voy a sacarte las tripas y a ahorcarte con ellas.
Una vez notó que las heridas de su espalda habían sanado lo suficiente, se lanzó contra el joven de un salto. Sus garras se dirigían al estómago del ladrón, dispuesta a cumplir esa amenaza. Caju también saltó, pero hacia atrás. Se llevó la mano al bolsillo y sacó una pequeña bomba de humo. Se aseguró de que esta tuviera una franja roja pintada en su superficie antes de lanzarla.
Antes de darse cuenta, el súcubo estaba inmersa en una gran y oscura nube de humo. No era la primera vez que usaban ese tipo de armas contra ella, pero aquel humo tenía algo raro. Su garganta se irritaba cada  vez que respiraba y sus ojos lagrimaban. Confundida, lanzaba zarpazos mientras buscaba la salida de aquella trampa.
Caju aprovechó esa oportunidad. Se acercó a Elh y la ayudó a levantarse. La semi-dríada no protestó o preguntó por qué se encontraba allí el ladrón, acababa de salvar su vida. Caju, por su parte, no pudo evitar sonrojarse al verla desnuda de cintura para arriba, a pesar de las heridas. Se sintió ligeramente afortunado por la vista y al poner su mano rodeando la cintura de Elh para ayudarla a caminar.
Se internó en los árboles junto a ella lo más rápido que podía, sabiendo que el tiempo del que disponía era muy escaso. Cuando hubieron avanzado unos metros, la ayudó a sentarse apoyada en un árbol. Se quitó su sudadera hecha con piel de bégimo y se la puso.
-No te muevas, quédate quieta. Esa cosa conoce tu aspecto por lo que te encontrará si te mira fijamente. Con esto al menos no te podrá ver de lejos.
Una vez terminó de ponérsela, salió corriendo para alejarse de ella. A penas recorrió unos metros cuando sintió un potentísimo golpe en su costado izquierdo, el cual le lanzó por los aires hasta aterrizar de nuevo donde había dejado al súcubo, quien salió de la espesura evidentemente enfadada.
-¿Dónde esta?-preguntó el ser.
Caju se arqueó en el suelo. Al toser, escupió bastante sangre.
-¡¿Cómo la has escondido?!
De nuevo, le propinó una patada en el mismo costado que antes. Esa vez, el ladrón sintió como sus costillas se rompían.
-Siempre igual, os entrometéis en cualquier cosa.
Esta vez, levantó su pie, dispuesta a aplastar su cabeza. El ladrón rodó para evitar el ataque y se levantó lo más rápido que pudo. El súcubo reaccionó lo bastante rápido como para propinarle un puñetazo al mentón. El joven se obligó a no caer de nuevo al suelo.
-Ella no pudo ni hacerme frente-comenzó a decir el súcubo-¿Cómo esperas tener tú alguna oportunidad?
Era cierto que, a pesar que Caju tenía unos reflejos bien entrenados, poco podía hacer frente a los movimientos del súcubo. A pesar de intentarlo, no lograba cortarla con sus dagas. Al final, el súcubo logró volver a tirarlo al suelo de un golpe en el pecho. Se puso sobre él apara evitar que esquivase otro ataque.
-Me gustaría saber… ¿Quién te va a salvar a ti?
Acercó su cara a la de Caju, tanto que el ladrón podía sentir el cálido aliento del súcubo en su rostro y entrando en su boca. Desde tan cerca, comenzaba a ver lo hermosa que era. Ella se percató de eso.
-¿Acaso quieres unirte a mi ganado?-le preguntó, cambiado el tono de su voz a uno mucho más sugerente.
-La verdad… Ni aunque me pagasen.
Dicho esto, deslizó algo que sacó de su bolsillo dentro de la boca del ser. Pasados unos instantes, empezó a notar como esta le quemaba. No como el humo, más bien como si tuviera un lingote de metal al rojo vivo sobre su lengua. Se apartó del ladrón, loca de dolor. Caju corrió hacia ella tras levantarse y clavó sus dagas en los hombros del monstruo.
Haciendo gala una vez más de su fuerza sobrehumana, el súcubo le apartó de un manotazo y se arrancó las cuchillas a pesar del dolor. Seguidamente, se metió dos garras en la boca para provocarse el vómito y expulsar lo que fuera que le había introducido. Las arcadas no tardaron en aparecer e inmediatamente después consiguió lo que quería. Entre las babas y el contenido estomacal devuelto, el súcubo abrió los ojos como platos al distinguir unas hojas verdes, finas y alargadas, pertenecientes a cierta planta.
-Eso es romero…-pensó.
Nada más comprenderlo, se metió las garras en la boca, buscando sacar cada ínfima presencia de la planta. Sabía que, de llegar a digerirla, incluso la cantidad más pequeña podría resultar mortal para ella. Estaba dispuesta a arrancarse la lengua de ser necesario.
Caju sabía que tenía que aprovechar esa situación. Se levantó a la vez que sacaba su cerbatana. Sin pensárselo, cargó en ella los dardos de pluma negra.
-Solo es un monstruo, puedo matarla.
Disparó. El dardo se clavó en el brazo del súcubo. Sin embargo, esta estaba más concentrada en sacar el romero de su boca por completo. El ladrón esperó. Al ver que el dardo no acababa con ella, cargó un segundo y lo lanzó.
Un tercero y un cuarto, hasta un quinto dardo de pluma negra fue lanzado por esa cerbatana, pero el súcubo no caía. Una vez aquel ser se cercioró de que había sacado todo el romero, desvió su vista a los dardos. Se arrancó uno y lo llevó a su nariz. Después de olisquearlo, rozó la punta con su lengua.
-¿Veneno?
Su mirada se centró en Caju.
-¿En serio pensabas que el veneno puede matar a un ser como yo?
Dicho esto, se quitó los dardos uno por uno mientras los tiraba al suelo y destrozaba a pisotones.
-Tu no eres fuerte en absoluto-empezó a decir el súcubo-El humo, el romero, estos dardos… Solo te vales de trucos para sobrevivir. Tan solo eres un simple y débil humano. Un ser corriente con un ojo peculiar, y nada más. Pero reconozco que tienes recursos.
Antes de poder reaccionar, el súcubo se acercó y le dio un fuerte puñetazo en el pecho que lo mandó volando hasta estrellarse contra un árbol. Antes de poder caer al suelo siquiera, el ser le agarró del cuello, casi asfixiándole. Caju se preguntaba como era posible que fuera tan veloz.
-Ese Marashi fue muy fácil de manipular, ¿sabes? Estaba tan solo, sentía tanto rencor y estaba tan triste que apenas me llevó diez minutos controlarlo…
Apartada de todo eso, Elh intentaba levantarse, pero sus esfuerzos eran en vano. Tenía que luchar para simplemente respirar, no se veía teniendo que volver a la lucha. Un ruido de ramas crujiendo llamó su atención. Al girar la cabeza, pudo ver cono Tsuki y Estrik salían de la espesura.
Nada más reparar en ella, la sacerdotisa se llevó las manos a la boca para acallar un grito de espanto mientras que el espadachín palidecía de la impresión.
-Elh…
Ambos se agacharon junto a ella. Tsuki ya buscaba sus medicinas en su bolsa mientras Estrik le quitaba la capucha.
-Elh, dioses…-decía el espadachín-Lo siento, no era yo mismo…
Elh levantó lentamente su destrozado brazo para rodear la cabeza del chico y acercarla a la suya.
-Menos mal… Estas a salvo…-consiguió articular la semi-dríada.
Tsuki abrió la sudadera. La impresión fue mayor al ver las heridas que poblaban el torso de su amiga. Inmediatamente se puso a tratarlas. Al ver que algunas eran demasiado profundas para simples ungüentos, sacó aguja e hilo.
-Necesito desinfectarlo…-murmuró la joven.
-No hace falta, cósela sin más-dijo Estrik.
-Se infectará.
-Muy pocas enfermedades puedes hacer mella en Elh y las infecciones no son una de ellas.
Al ver que la sacerdotisa dudaba, Estrik le quitó la aguja de la mano y comenzó a coser las heridas de su amiga.
-¿Sabes coserlas?
-Ella me enseñó primeros auxilios.
Tsuki observó el trabajo del joven. Las punzadas eran brutas y sin delicadeza, pero conseguían su objetivo. Decididamente, aquellos tratamientos eran propios de soldados, destinados a mantenerles con vida hasta poder llegar al puesto médico.
-¿Dónde esta Caju?-preguntó la joven.
Elh desvió la vista mientras ella la seguía. Entre los árboles, podía ver como el súcubo levantaba al ladrón por el cuello.
-¡Hay que ayudarle!
-No lo dirás dos veces, yo también quiero vengarme de esa puta-dijo Estrik echando mano a su espalda.
-No…-susurró Elh-Es poderosa, demasiado…
Mientras tanto, a pesar de intentarlo con ambas manos, Caju no podía liberarse.
-Tu me llevarías más tiempo, pero te terminaría dominando-continuó diciendo el súcubo.
-Y una mierda te seguiría-dijo Caju luchando contra la asfixia.
-Eres adorable. Hay otros métodos para ganarme la sumisión de cualquiera.
Dicho esto, lentamente empezó a acercar sus labios a los de Caju. Todos allí recordaron la advertencia de Prego.
“Si un súcubo te besa, perderás tu libre albedrío para siempre. Ni con la muerte del ser podrás liberarte de su yugo”
Caju comenzó a patalear para intentar liberarse. Tsuki invocó su Aether y salió corriendo para defenderlo. Estrik, una vez hubo cosido la herida más grave, desenvainó su katana y se unió a la contienda. Fue inútil.
Caju notó los labios del súcubo sobre los suyos. La lengua del ser jugueteaba con la suya mientras exploraba cada centímetro de su boca. Un extraño calor empezó a invadir todo su cuerpo mientras las mandíbulas de ambos se abrían y cerraban. Notó como su conciencia se desvanecía y era sustituida por un irrefrenable deseo de complacer a su nueva ama en lo que fuera.
De pronto, los ojos del súcubo se abrieron como platos. Antes de desvanecerse por completo, Caju pudo escuchar algo.
Un bostezo. Un bostezo largo y cansado.
-“Vaya hombre”-empezó a escuchar en su mente-“Ni siquiera puedo echarme una siestecita…”
Se trataba de aquella voz infantil y femenina. Aquella manifestación, la cual el ladrón no escuchaba desde que despertase en el santuario de Siranne. De alguna manera, sus palabras mantenían a flote su voluntad, impidiendo que el embrujo del súcubo terminase de hacer efecto.
-¿Cómo…?
El súcubo soltó a Caju y retrocedió unos pasos. En su cara, su habitual mueca de superioridad había sido sustituida por una de miedo.
-“¿Es que no puedo ni irme a dormir?”-repitió la voz.
-¿Cómo es posible…?
La voz se calló un momento.
-“No me digas… ¿Puedes oírme?”
El súcubo asintió nerviosamente. La voz se rio en una sonora carcajada.
-“Esto si que es bueno. Un ser inferior como tú con la capacidad de oírme”
-¡¿Qué eres?! ¡Nada puede anular mi beso!
-“Recuerda las reglas de ese beso”
El súcubo comprendió entonces como era posible aquello. También supo a quien le estaba dirigiendo la palabra.
-No puede ser… Estáis extintos…
-“Recuerdo a los súcubos. Os usábamos como carne de cañón y tareas de espionaje, pero no dejabais de ser una clase inferior”
El ser retrocedió otro par de pasos.
-El no me dijo nada…
-“No tengo ni idea de cómo has sobrevivido tanto tiempo, pero has querido adueñarte de mi receptáculo, de mi guardián, y eso lo vas a pagar”
Caju perdió la fuerza en sus piernas, cayendo al suelo.
Cuando volvió a levantarse, se colocó el flequillo de tal manera que le tapase el ojo izquierdo, solo mostrando su ojo derecho de color rojo como un rubí.
-Voy a ser totalmente sincera contigo, te voy a matar-dijo “Caju” mientras se crujía los nudillos.
Ni siquiera el súcubo pudo reaccionar. El cuerpo de “Caju” se movió a una velocidad claramente anormal para un humano, demasiado veloz. Seguidamente, cuando estuvo cerca, le dio un puñetazo en la mandíbula a su rival.  El súcubo sintió como si un martillo de guerra la hubiera golpeado. Sus huesos se fracturaron mientras caía rodando al suelo.
-No puede ser…-pensó mientras su cerebro registraba los primeros azotes de dolor-Un humano no puede…
Una violenta patada en su estómago interrumpió sus pensamientos. De nuevo, el ladrón había golpeado con una fuerza sobrehumana.
“Caju” quería seguir golpeándola, pero reparó en una cosa. Al observar el brazo que había usado para atacar, vio que la mano estaba completamente rota y el antebrazo destrozado por múltiples sitios. Se levantó los pantalones, sus piernas temblaban violentamente mientras que extrañas manchas oscuras comenzaban a aparecer por su piel.
-Vaya-dijo “Caju” chasqueando la lengua-Este cuerpo se rompe muy rápido.
La escena era observada por Tsuki y Estrik, que observaban, atónitos, el giro de la batalla.
-¿Qué le pasa-preguntó la sacerdotisa.
-No lo tengo muy claro. Es algún tipo de doble personalidad.
-No es eso…
Tsuki no apartaba la vista del destrozado cuerpo del ladrón.
-Esas manchas que se hacen más grandes, son hemorragias internas. Sus piernas se han roto al moverse tan rápido, y su brazo al golpearla.
A pesar de la seriedad de sus heridas, “Caju” no retrocedía.
-Dudo que podamos interferir-dijo Estrik guardando su espada-Voy a quedarme con Elh.
El súcubo se levantó lentamente del suelo mientras escupía algo de sangre negra como el carbón y se reía en un susurro.
-He sido tonta por asustarme. Da igual quién seas, ese cuerpo no puede seguirte el ritmo.
Una vez se levantó por completo, extendió sus garras hasta que estas doblaron la longitud de sus dedos, como si tuviera cinco cuchillos por mano.
-Estás jugando con fuego, literalmente.
“Caju” extendió su mano sana mientras esta se cubría de débiles llamas azules. Al verlo, el súcubo no pudo sino reír más fuerte.
-¿Y yo soy la lamentable?-pronunció a carcajadas.
Sin detener su sonora broma, se lanzó al ataque. “Caju" echó mano de una de sus dagas para defenderse. Aunque conseguía repeler los zarpazos del súcubo, con un solo brazo no conseguiría atacar. Fue entonces que vio a Tsuki.
-¡Sacerdotisa, cura mi brazo!
Tsuki tardó unos segundos en reaccionar, pero en seguida comenzó a buscar algo de utilidad en su bolsa.
-¡Las medicinas no funcionarán rápido! ¡¡Cúrame con tu Aether!!
Al escuchar esas palabras, Tsuki detuvo su búsqueda en seco.
-Pero… ¡¿Cómo puedes pedirme eso sin más?!
La cara de Tsuki se había puesto roja como un tomate. Aunque intentase sonar ofendida, lo cierto es que el repentino tartamudeo delataba su vergüenza al hablar del tema.
-¡¡No tenemos tiempo para estúpidas costumbres!! ¡Cúrame!
Por su parte, Estrik había vuelto con Elh. La había ayudado a levantarse, buscando alejarla de allí lo máximo posible.
-Estrik…
-No hables, tienes que guardar fuerzas.
-Déjame aquí…, tienes que ayudarles.
-No puedo, volverá a controlarme y…
Elh le interrumpió, abrazándole con las últimas fuerzas que le quedaban.
-Voy a desmallarme, así que escucha bien. Perdóname, perdona que te dijera todo eso, perdona que dijera lo de Shuren, el nunca…, nunca…
Tal y como había asegurado, la semi-dríada perdió el conocimiento. El joven la acomodó en el suelo mientras le colocaba el pelo.
-Tu siempre dejándome en ascuas.
De vuelta a la pelea, Tsuki seguía negándose a utilizar su Aether para curar.
-¡¡No pienso hacerlo!!-dijo sonrojándose cada vez más.
“Caju” no pudo rebatirla, estaba demasiado ocupado bloqueando un nuevo ataque del súcubo.
-No me puedo creer que le hayas pedido algo así en esta situación-comentó aquel ser, con tono de burla.
-Tu no hables, eslabón inferior-dijo “Caju”-Si no fuera por este cuerpo, ya te habría matado.
En aquel momento, algo brillante y azulado impactó contra la cabeza del súcubo, atontándola unos segundos, lo suficiente para que recibiera una puñalada en la tripa de parte del ladrón. Al seguir con la mirada la trayectoria del proyectil, pudo ver el responsable de generarlo era el Aether de Tsuki.
-No te voy a curar con el…-dijo la joven, evitando su mirada-Pero puedo atacarla.
-Me basta-dijo “Caju” chasqueando la lengua.
-Vosotros…
El súcubo no pudo terminar su frase. La hoja de una espada brillante y ligeramente curvada atravesó su garganta, cubriendo su metálica superficie con negra sangre.
-No quiero escuchar una sola palabra más de ti, zorra.
El súcubo reconoció al instante aquella voz.
-Vaya…-empezó a decir mientras se atragantaba con su propia sangre-Mi juguete favorito ha vuelto.
Estrik sacó su katana del cuello de su rival sin ninguna delicadeza. Quiso cortarle la cabeza a continuación, pero el súcubo le apartó de un empujón y saltó hacia la copa de los árboles, planeando usar la espesura para atacar al grupo en todas direcciones. Extendió su mano para alcanzar las ramas. Sin embargo, no lo consiguió.
Un agudo y penetrante dolor invadió todo su cuerpo. Cayó al suelo. Al mirar su manos, pudo ver como estas estaban envueltas en llamas azuladas. Todo su cuerpo estaba cubierto de ese antinatural fuego, el cual derretía su carne y la mataba lentamente. Gritó con toda su fuerza, presa del dolor.
“Caju” había alzado su mano sana para invocar su fuego, desgraciadamente,  el cuerpo del ladrón ya había sobrepasado su límite ya hace mucho. Comenzó a toser violentamente. La sangre empezó a salir de su boca con cada ataque.
-Maldita sea…
El ladrón perdió definitivamente el conocimiento, cayendo al suelo como un tronco recién cortado.
Estrik no apartó la mirada su enemigo. Tal y como había sospechado, las llamas se extinguieron en cuando Caju se desmayó.
El súcubo les dirigió una mirada de ira infinita. Aquella sarcástica y sugerente sonrisa se había esfumado por completo, siendo sustituida por una mueca de profundo odio.
-Me las vais a pagar todas juntas.
Estrik levantó su katana. Las quemaduras eran muy graves, casi mortales. Eso, unido a las heridas que no había conseguido sanar todavía la convertían en la presa. Sabía que esa era la oportunidad perfecta para matarla, de modo que sujetó con decisión su katana y avanzó.
El súcubo también era consciente de su situación. Tanto que, en contra de sus propios deseos, usó las escasas fuerzas que le quedaban para huir. De un gran salto, se internó en la espesura y comenzó a correr entre los árboles a toda velocidad. Estrik quiso perseguirla, evitar que recuperase fuerzas, pero no lo hizo. No estaba seguro de poder resistir de nuevo la influencia de aquel ser.
-¡Caju!
Tsuki se acercó al destrozado joven, quien parecía despertar ligeramente.
-Me duele todo…-susurró el ladrón.
-¡Eres un grandísimo idiota!-le gritó la sacerdotisa casi al oído.
Caju se rio un poco, se detuvo debido al dolor, pero no borró la sonrisa.
-Me encanta hacerte rabiar.
Tsuki no pudo reprimir el darle un pequeño puñetazo en las costillas.
-Venga Tsubame, no lo hieras más-dijo Estrik, tratando de calmarla.
Finalmente, Caju acabó desmayándose por el dolor y el agotamiento, sin tener ni idea de cómo habían espantado al súcubo o qué sucedió después de que esta lo besara.

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