Capítulo 26: Recuerdos del mundo

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"La competición más antigua de la que se tienen registros en Reguian es el torneo de luz solar. Fríamente hablando, se podría tratar de un deporte en sus inicios, pero en algún momento el factor de lucha fue incluido en él. El torneo se juega en equipos de cuatro a seis personas y su objetivo es introducir una pelota en el aro de piedra del oponente mediante cualquier método o habilidad, siempre siguiendo unas reglas. Por ejemplo, está prohibido portar armas cuando se entra al terreno de juego. Es sancionable si los jugadores de un equipo atacan a un contrario que no se encuentre en posesión del balón o a más de tres metros de este. Sobra decir que también está terminantemente prohibido matar a un contrario"

"1001 datos curiosos de Reguian" por Sosara Hondour. Sección deportiva.

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Cuando aquel niño consiguió abrir los ojos apenas podía adivinar dónde se encontraba. Lo único que alcanzaba a ver eran unas viejas vigas de madera por las que parecía pasar algún tipo de mecanismo. Sentía un constante dolor de cabeza que le impedía oír con claridad cualquier cosa que sucediera a su alrededor. Intentó levantarse, pero estaba tan débil que ni siquiera podía levantar los brazos. Una gota fría bajó por su sien, fue entonces que se percató en que tenía un trozo de tela húmedo en su frente. Mirando mejor también pudo ver que estaba en una cama varias veces más grande que él, tapado por una manta hasta el cuello. Estuvo un rato sin moverse lo más mínimo, hasta que pudo empezar a escuchar lo que le rodeaba con más claridad. Podía escuchar algo extraño, parecido al mecanismo de un reloj. A parte de eso le llegaban unas voces, puso especial atención a estas.

-...de verdad?

-¿Quién es aquí el médico Garrett? Si te digo que ese chaval estará bien es porque lo estará.

-Pero Borsik, tú mismo dijiste hace tres días que moriría sin remedio.

-¿Qué puedo decir? Ese chaval debe tener un ángel de la guarda o algo.

El tono de ambas voces le resultaba totalmente desconocido. Le entró miedo por no saber dónde estaba, de modo que intentó levantarse de nuevo, esta vez más bruscamente.

-¡Estás despierto!

El chico se asustó de tal manera que pensaba que se le pararía el corazón. Allí, junto a la cama, sentada en una silla, estaba una niña de unos seis años. Iba vestida con una camisa larga de color negro y unos pantalones de lana de color gris, iba descalza. El chico se fijó en su pelo, negro como la noche y en sus ojos, azules como el cielo antes del atardecer.

-¿Te encuentras bien?

Al chico no le salían las palabras, estaba demasiado confuso.

-Oye ¿De dónde saliste? ¿Cómo es que estabas solo? ¿No tenías otra ropa mejor para la lluvia?

Todas esas preguntas sólo conseguían poner más nerviosos a aquel chico, que se preguntaba dónde se encontraba. La niña pareció darse cuenta de ello.

-Perdona-dijo con una sonrisa-Mi padre dice que debo decir mis preguntas de una en una.

La niña le tendió la mano sin perder su sonrisa.

-Empezaré por presentarme. Mi nombre es Kurhona.

Antes de que el niño pudiera estrecharle mano, la niña saltó de su silla como si un resorte la impulsara.

-¡Es cierto, tenía que avisar si despertabas!

Kurhona se fue corriendo, haciendo un ruido pesado sobre la madera con sus descalzos pies. El niño estaba cada vez más nervioso, sin saber dónde estaba o quién vendría.

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