CAPÍTULO 29: DATE ONE

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Al día siguiente, Robert despertó con el tiempo justo para salir al hospital.

Tenía que admitir que se sentía muy emocionado por aquel día, los periodistas habían estado muy insistentes y le preocupaba que invadieran su privacidad y mucho más la de Catalina.

Quedó de verse con ella a las 6:30 am, ya que entra a las 8 am a trabajar y así podrían charlar un rato. Se encontrarían en el parqueadero del hospital y como su casa queda un poco lejos, tuvo que salir mucho más temprano. En pocas cuentas, se despertó a las 5 am, algo dormido, pero pensando en verla, lo que le hacía valorar el esfuerzo.

Llegó a la clínica un poco antes de la hora acordada y ya había varios automóviles, pero el de ella aun no. ¿Qué cómo sabía que su carro no estaba? Bueno, la doctora le había comentado que su auto era un Volkswagen beetle blanco y Robert no veía ninguno, pero no demoró mucho.

Se bajó de su auto y caminó hacia el de ella. Se detuvo unos metros antes de llegar a su puerta cuando la vio bajar, y sonrió por inercia al verla. Se veía muy linda con su elegancia característica: vestía un conjunto de dos piezas, una falda lápiz de color blanco que llegaba sobre la rodilla, una blusa a rayas blanca y negra, unos zapatos de charol con tacón y una gabardina azul aguamarina. Era la primera vez que la veía con gabardina, pero era normal en un día tan frio aquel.

"¡Mierda! ¡La chaqueta!", pensó mientras se estremecía a causa de la brisa.

***

Típico que un lunes amanezca gris.

Más si estamos en invierno. Pero en realidad, no me fijé en eso cuando desperté, solo pensaba en Robert y lo demás lo bajé a un segundo plano.

Cuando llegué al hospital vi su auto, y mientras me parqueaba vi por el retrovisor como se bajaba, así que no tardé en bajarme también y sonreí emocionada cuando lo vi a poco espacio de mí. Fue algo muy raro, estábamos como a un metro de distancia, y ninguno reaccionaba. Se me hizo aún más rara la reacción que tuvimos, porque de un momento a otro resultamos abrazados, y ese fue nuestro saludo, un abrazo. Pero no era un abrazo cualquiera, era uno de esos abrazos que aprecias tanto que no quisieras que se acabaran, fue muy largo y muy fuerte. Era como si hace mucho no nos viéramos y nos hubiéramos extrañado demasiado.

Podría quedarme así siempre, su fragancia me invadió totalmente y me daba tanta seguridad, que cuando nos separamos aun teniendo yo gabardina, sentí frio.

Sonreímos con complicidad y luego de preguntar como habíamos amanecido, fuimos hacia una cafetería que había cerca. El lugar estaba medio lleno, pero no quisimos quedarnos así que más bien compramos lo que comeríamos y salimos de nuevo. Él compró un café cargado junto a unas cuantas piezas de pan francés y yo decidí comprar un croissant y un café con leche. Cerca del lugar había un parque, y debido a lo temprano del día estaba algo vacío, así que nos sentamos en una banca debajo de un gran roble. Empezamos a comer y a charlar.

—Ya sabes entonces que si te llegan a hacer sentir demasiado incomoda yo te puedo ayudar —recordó Robert—. Esos paparazis se vuelven muy fastidiosos.

—Sí, ya te dije que te pediría ayuda si y solo si lo necesito —respondí—. Pero creo que deberíamos de cuadrar que vamos a decirles a ellos, y a las demás personas... —propuse— seguro mis colegas me van a preguntar hoy.

—Vale, yo no tengo ningún inconveniente en decir la verdad. Lo que no quiero es que salgas perjudicada, así que tú decides —dijo.

—¿Seguro? —cuestioné—. Digo, yo no tendría ningún inconveniente. Mi jefe ya lo sabe, y de todas formas mientras yo responda en mi trabajo él no se mete en mi privacidad. Mi familia también lo sabe, y respetan mis decisiones así que, por mí no te preocupes —aseguré—. Pero contigo las cosas son diferentes, esto no perjudicaría, que se yo, ¿tu imagen? ¿tu relación con tus hijos? ¿o con Susan?

En mi corazón (Robert Downey Jr.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora